?Qu¨¦ quiere Galicia de Portugal?
Y qu¨¦ Portugal de Galicia. Dos preguntas que nunca se hacen, pero que explican las protestas porque vaya a Extremadura y no a Vigo un organismo de cooperaci¨®n transfronteriza o cuando se nos niega el tren r¨¢pido a Porto. Portugal y Galicia mantenemos relaciones ¨¢ galega: s¨ª pero no. Y por confusas son frustrantes.
Portugal y Espa?a tienen nacionalismos de Estado muy r¨ªgidos, y Galicia est¨¢ encerrada del modo m¨¢s rid¨ªculo dentro del nacionalismo espa?ol. As¨ª, si le preguntan a un gallego por "el sur" inmediatamente piensa en Andaluc¨ªa. Y es verdad que ¨¦se es tambi¨¦n nuestro sur, sobre todo porque es el imaginario que nos meti¨® en la cabeza la escuela y hoy los medios de comunicaci¨®n, los discursos pol¨ªticos...Vivimos encerrados en esa ideolog¨ªa a despecho de la realidad f¨ªsica, la que reflejan los mapas: al sur est¨¢ Portugal. Evidencia que negamos en la pr¨¢ctica en la vida diaria. Un gallego piensa "voy a comprar muebles a Ikea" y se va a Madrid, o a Gij¨®n, teniendo la misma tienda m¨¢s cerca, en Porto. En nuestra imaginaci¨®n sigue habiendo aduanas, guardia civiles y guardinhas. Nuestro pensamiento es reaccionario, vive casi treinta a?os atrasado: ya no hay fronteras, ni pesetas y escudos sino euros, no hay dos espacios sino uno y la raya que separa las manchas no existe. Pero nuestra imaginaci¨®n sigue siendo nacionalista y no entr¨® a¨²n en la Uni¨®n Europea.
?Actuamos ignorando a Portugal porque tenemos la imaginaci¨®n colonizada por ese nacionalismo espa?ol? S¨ª. Pero tambi¨¦n lo explican las relaciones de poder, el m¨¢s fuerte, el m¨¢s rico siempre se coloca por encima del m¨¢s d¨¦bil o m¨¢s pobre. Portugal siempre estuvo econ¨®micamente por detr¨¢s de Espa?a, y as¨ª, los gallegos, a pesar de estar postergados en Espa?a en casi todo, se pudieron y se pueden sentir por encima de los portugueses. Reconozc¨¢moslo: nos place sentirnos superiores, m¨¢s ricos, m¨¢s modernos que nuestros vecinos. No por eso somos peores que los dem¨¢s, las relaciones de poder es la F¨ªsica de la vida: en el aula manda el m¨¢s listo y en el patio de la escuela el m¨¢s abus¨®n y hasta el m¨¢s pobre tiene a alguien ante el que se siente superior. Los gallegos somos los pen¨²ltimos de los espa?oles, pero miramos por encima del hombro a los portugueses, gracias a que no tenemos memoria y a nuestra ignorancia.
Gracias a que no tenemos memoria, porque el atraso econ¨®mico portugu¨¦s no es tan distinto del nuestro, s¨®lo les llevamos unos a?os de adelanto en el atraso: al atravesar la frontera ve¨ªamos el pasado de nuestras familias, ¨¦ramos nosotros quince o veinte a?os antes. Y eso es muy inc¨®modo. Tambi¨¦n olvidamos como nos vieron siempre los dem¨¢s: el novelista y diplom¨¢tico Palacio Vald¨¦s le dec¨ªa a un portugu¨¦s, "se creen ustedes ingleses y no son m¨¢s que gallegos". Queda a dilucidar si ese racismo xen¨®fobo es m¨¢s cruel con los gallegos que con los portugueses, pero evidencia ese lazo que es evidente que nos resulta inc¨®modo y que unos y otros ocultamos. Pero, nadie lo dude, si Portugal tuviese la riqueza, poder, prestigio de Francia aqu¨ª todo quisque hablar¨ªa portugu¨¦s con sotaque lisboeta. ?Gallego el ¨²ltimo!
E ignoramos a Portugal tambi¨¦n por ignorancia: la de nuestra historia. Un continuo hist¨®rico que, con luchas din¨¢sticas por medio, lleg¨® hasta el siglo XV en que Galicia, a Galiza, "domada e castrada", qued¨® uncida a una corona radicada en el centro peninsular. Aun as¨ª compartimos un espacio ling¨¹¨ªstico. Los portugueses mozarabizaron la lengua habl¨¢ndola al modo del sur peninsular, ling¨¹¨ªsticamente son nuestros andaluces, dando lugar a la misma paradoja de un santanderino en C¨¢diz: cuesta entenderlos. Pero nuestras palabras, llevadas por ellos por el mundo, las reconocemos f¨¢cilmente en esa potencia en marcha que es Brasil, all¨ª florece el gallego, y sorprende id¨¦ntica habla en Angola y Mozambique. S¨®lo un pa¨ªs loco despreciar¨ªa esa riqueza, ese patrimonio ling¨¹¨ªstico. Galicia lo hace. Por su ignorancia y prejuicios, por una ideolog¨ªa nacionalista de un Estado uniformizador y centralista.
La ¨²nica salida de Galicia es aceptar el mapa, la realidad y construir nuestra eurorregi¨®n, levantada sobre el reencuentro sin prejuicios. Y si no es as¨ª, no nos quejemos tanto pues tenemos lo que merecemos. Extremadura no tiene verg¨¹enza ni complejo en aprender a hablar portugu¨¦s: merecen ser sede de ese organismo transfronterizo. Es triste, pero nosotros no. A merecerlo.
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