Fiscal fiscalizado
Pese al apoyo firme que le renov¨® ayer George W. Bush, su jefe, el fiscal general de Estados Unidos, Alberto Gonzales, deber¨ªa dimitir antes de que el Congreso de mayor¨ªa dem¨®crata haga m¨¢s insostenible su situaci¨®n tras las nuevas revelaciones sobre la destituci¨®n de ocho fiscales federales por el Departamento de Justicia, a finales del pasado a?o. El caso de Gonzales, nada excepcional en el entorno del declinante presidente de EE UU, es el de alguien que no sabe distinguir entre su lealtad a quien le ha nombrado, convertida ¨¦sta en pura apolog¨ªa presidencial, y sus obligaciones como ministro de Justicia de EE UU al servicio de todos los ciudadanos.
Los fiscales federales representan al Gobierno en los tribunales de distrito y son de nombramento presidencial. Como tales, pueden ser destituidos en cualquier momento, y as¨ª lo hicieron masivamente en su d¨ªa Reagan, Clinton y el propio Bush. Pero lo que tiene una razonable explicaci¨®n en t¨¦rminos de confianza pol¨ªtica -un fiscal, por ejemplo, no puede sabotear las l¨ªneas maestras del Gobierno que le designa- se pervierte si el argumento utilizado para prescindir de sus servicios es puramente partidista, como es el caso. Gonzales se deshizo de los ocho fiscales no porque torpedeasen la pol¨ªtica de la Casa Blanca o porque fueran incompetentes -que era justamente lo contrario, aunque ¨¦sa fuera la excusa oficial-, sino por su tibieza en el seguimiento de sus inadmisibles consignas y para sustituirlos por otros tantos ac¨®litos.
El fiscal general ha demostrado desde que lleg¨® al cargo en 2005 un manifiesto desprecio por la ley. A Gonzales se le deben, entre otras aportaciones, teor¨ªas surrealistas sobre el derecho de tortura a los detenidos acusados de terrorismo; o justificaciones de la anticonstitucional vigilancia masiva de los ciudadanos estadounidenses a trav¨¦s de la interceptaci¨®n de sus llamadas telef¨®nicas y sus comunicaciones por Internet. Al esc¨¢ndalo de los fiscales despedidos se suman violaciones por parte del FBI de las libertades civiles. El conjunto de su actuaci¨®n m¨¢s reciente ha hecho de Gonzales un pasto f¨¢cil de la oposici¨®n dem¨®crata, que planea para ¨¦l un v¨ªa crucis en el Congreso si no se marcha antes.
Es dif¨ªcil superar a Gonzales a la hora de actuar como la voz de su amo Bush, que le nombr¨® y del que fue abogado de cabecera cuando era gobernador de Tejas. De ah¨ª que no sea nada rara ni inesperada la reafirmaci¨®n ayer de su respaldo. Pero el presidente de EE UU deber¨ªa ser el primero en valorar que no es mejor fiscal general quien m¨¢s ciegamente se pliega a los deseos de quien le ha elegido, sino justamente aquel que m¨¢s alto coloca la causa de la justicia.
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