Adi¨®s a las guerras
El Gobierno italiano sufri¨® recientemente un duro rev¨¦s al perder una votaci¨®n parlamentaria en la que se decid¨ªa el env¨ªo de tropas de ese pa¨ªs a Afganist¨¢n; por otro lado, Gran Breta?a y Dinamarca han anunciado su inminente retirada de Irak. Mientras que el Gobierno de Bush est¨¢ desplegando 21.000 soldados m¨¢s en Irak y urge a sus aliados a que env¨ªen m¨¢s tropas a Afganist¨¢n, ¨¦stos rechazan la pol¨ªtica de Estados Unidos en Oriente Pr¨®ximo. Parecen cada vez m¨¢s convencidos de que en todo conflicto asim¨¦trico entre un Estado, por poderoso que sea, y una insurgencia armada movida por el fervor religioso, la "victoria" siempre ser¨¢ esquiva.
El dogma de la transformaci¨®n militar que defiende Donald Rumsfeld -el desarrollo de la capacidad tecnol¨®gica de los ej¨¦rcitos permite asegurar la victoria con menos tropas- fracas¨® rotundamente en Irak. Ni tampoco pudo Israel vencer a Hezbol¨¢ en el L¨ªbano, pese a su apabullante superioridad tecnol¨®gica. En el norte de Israel cayeron en 33 d¨ªas m¨¢s misiles y cohetes que en Gran Breta?a durante toda la Segunda Guerra Mundial. De modo que los israel¨ªes tendr¨¢n que v¨¦rselas con un fen¨®meno completamente nuevo: una entidad asim¨¦trica, Hezbol¨¢, con la potencia de fuego de una naci¨®n-estado.
Se dir¨ªa, pues, que el debate acerca de si es conveniente incrementar el n¨²mero de fuerzas de tierra estadounidenses en Irak no viene al caso. Ni la experiencia sovi¨¦tica en Afganist¨¢n en los a?os ochenta del siglo pasado ni la OTAN hoy confirman que el n¨²mero de tropas es lo que importa en el campo de batalla moderno. Cuando no existen frentes militares geoestrat¨¦gicos, como sucede en Kosovo, en Afganist¨¢n y en Irak, la superioridad num¨¦rica ya no equivale a victoria. Aquella idea de Carl von Clausewitz, el gran te¨®rico militar, de que las "batallas decisivas" eran el "centro de gravedad" de la guerra es sencillamente irrelevante en unos conflictos que no tienen un "centro de gravedad" visible.
Es cierto que las guerras, desde la ¨¦poca de la victoria de An¨ªbal frente a los romanos, en el 216 a. C. hasta la Guerra del Golfo de 1991, ten¨ªan este centro de gravedad, con una concentraci¨®n masiva de fuerzas capaz de poner de rodillas al enemigo, pero esas guerras inter-estatales son hoy un anacronismo hist¨®rico. La mayor¨ªa de los estados est¨¢n hoy delimitados por unas fronteras que generalmente se aceptan como leg¨ªtimas, y por lo general acatan las normas de conducta internacionales en tiempo de guerra.
De hecho, la obligaci¨®n de los Estados de acatar unas normas de conducta humanitarias mientras que sus enemigos son libres de cometer barbaridades es lo que hace irresolubles las guerras asim¨¦tricas. Es m¨¢s, en una ¨¦poca como la que vivimos, de medios de comunicaci¨®n globales y tribunales internacionales para los cr¨ªmenes de guerra, los criterios de los Estados a la hora de emplear la fuerza militar son m¨¢s complejos que nunca.
El combate entre Estados todav¨ªa se puede dar en donde existan primeras l¨ªneas de combate estrat¨¦gicas, como en la frontera de Israel y Siria, la de India con Pakist¨¢n y la frontera que divide las dos Coreas. En estos casos, la guerra, como demostraron los egipcios en 1973, podr¨ªa ser todav¨ªa una v¨ªa v¨¢lida para resolver un conflicto determinado. Podr¨ªa suceder que a los sirios les tentara la idea de lanzar una ofensiva contra Israel con el objetivo de salir del impasse en el que se encuentra el futuro de los Altos del Gol¨¢n.
En el caso de Cachemira, sin embargo, puede que el conflicto asim¨¦trico en el que se enfrentan en la actualidad aliados o representantes del Estado y grupos terroristas no degenere en una guerra abierta, precisamente porque India y Pakist¨¢n cuentan con una fuerza nuclear lo suficientemente disuasoria. En realidad, estos conflictos asim¨¦tricos dirimidos mediante representantes o grupos aliados han llegado a convertirse en la nueva manera que tienen los estados de evitar tener que pagar el precio de una guerra general.
La naturaleza cambiante del campo de batalla significa esencialmente que la guerra en cuanto que hecho decisivo en los conflictos internacionales ha quedado obsoleta. La simplista idea clausewitziana de que la acci¨®n militar termina conduciendo a la soluci¨®n pol¨ªtica ya no puede convencer a nadie. La "victoria" no supone la paz, sencillamente porque siempre habr¨¢ guerra despu¨¦s de la guerra.
As¨ª, por ejemplo, sucedi¨® en Kosovo, donde la guerra dur¨® dos meses, pero s¨®lo para dar paso a un conflicto asim¨¦trico que dur¨® seis a?os. Del mismo modo, aquella famosa campa?a de "conmoci¨®n y pavor" llevada a cabo por Estados Unidos en Irak en 2003 te¨®ricamente s¨®lo durar¨ªa tres semanas, pero, en realidad, abri¨® las puertas del infierno tanto para las fuerzas de ocupaci¨®n como para el pueblo iraqu¨ª. Y seis meses despu¨¦s de la despiadada batida israel¨ª en el sur del L¨ªbano, Hezbol¨¢ sigue con la misma fuerza que antes. Y lo mismo se podr¨ªa decir sin que parezca demasiado exagerado con respecto a la vuelta de los talibanes a Afganist¨¢n seis a?os despu¨¦s de su derrocamiento.
Es en la guerra despu¨¦s de la guerra donde se revela la inferioridad de los ocupantes, dado que los constantes refuerzos incrementan el n¨²mero de los objetivos para los insurgentes mucho m¨¢s r¨¢pido de lo que pueden adaptarse las fuerzas ocupantes al cambiante campo de batalla. En s¨®lo tres a?os, tal como han admitido los brit¨¢nicos, los insurgentes iraqu¨ªes han sido capaces de hacer frente a la superioridad tecnol¨®gica de sus enemigos, algo que el IRA fue incapaz de hacer en treinta.
La guerra de Irak y las guerras de Israel con Ham¨¢s y Hezbol¨¢ muestran los l¨ªmites de lo que puede alcanzar la fuerza militar, y confirman asimismo la necesidad de la labor diplom¨¢tica y de que los conflictos se resuelvan por otros medios. Cuando se trata de resolver conflictos pol¨ªticos y culturales, m¨¢s importante que la mera capacidad militar es forjar alianzas internacionales y regionales en torno a un objetivo leg¨ªtimo.
Dicho esto, ser¨ªa peligrosamente ingenuo afirmar que son innecesarios el uso de la fuerza y la capacidad de intimidaci¨®n. Pero los objetivos a los que se dirige el uso de la fuerza han de ir unidos al reconocimiento de que en los conflictos asim¨¦tricos de hoy en d¨ªa la victoria no se consigue ¨²nicamente en el campo de batalla. S¨®lo unas pol¨ªticas regionales mejor fundamentadas, unas pol¨ªticas encaminadas de verdad a disipar la incertidumbre y la angustia real de unas civilizaciones en crisis, producir¨¢n unos resultados m¨¢s sostenibles.
Shlomo Ben-Ami, ex ministro de Asuntos Exteriores de Israel, fue el negociador principal de las conversaciones de paz de Camp David y Taba. Traducci¨®n de Pilar V¨¢zquez. ? Project Syndicate, 2007.
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