M¨¢s de 15 a?os de lucha contra el ruido
Los vecinos de Juan Llorens ganan un largo pleito que obliga a Valencia a remediar el desmadre nocturno
"De lunes a viernes es una delicia de barrio. Hay mercado, colegios, est¨¢s a 10 minutos del centro... Pero el jueves empieza la fiesta, y el fin de semana ya es algo descomunal. Son 153 d¨ªas al a?o que no puedes dormir". Josep Llu¨ªs Romero, de 48 a?os, ha vivido todas las etapas de la lucha vecinal contra el ruido en las calles del entorno de Juan Llorens (barrio de Arrancapins). M¨¢s de 15 a?os en los que los vecinos han tocado a las puertas del Ayuntamiento, han protestado y pedido ayuda sin lograr soluciones. Hasta que acudieron a los tribunales hace casi una d¨¦cada para defender sus derechos a la integridad f¨ªsica y moral, a la intimidad e inviolabilidad de su domicilio. Los recoge la Constituci¨®n y los ha subrayado esta semana el Tribunal Supremo, que ha ordenado al Consistorio que concluya el expediente de 1998 para declarar sus calles Zona Ac¨²sticamente Saturada (ZAS).
El Consistorio ha tardado ocho a?os de denuncias en retirar una licencia a un local
"A la tercera que bajas al local te sueltan que si te molesta la m¨²sica, llames a la polic¨ªa"
La larga pelea por la tranquilidad deja "un sabor agridulce". "Da rabia que un ciudadano tenga que meterse en un pleito para que le reconozcan sus derechos", critica Romero. A¨²n recuerda un tiempo en que uno de los locales m¨¢s conocidos no era m¨¢s que un bar de barrio. "Hasta que lleg¨® la ¨¦poca dura, la del caballo, y empezaron a ponerse pubs. Al PSOE se le fue de la mano". Ya no se puso remedio. Se abrieron m¨¢s bares, "en plan bestia", y los decibelios subieron "cada vez m¨¢s alto". Un vecino llama a la polic¨ªa, despu¨¦s otro, y otro... El ruido se convierte en un problema insoportable que cada cual afronta como puede. Amparo Rubio, de 40 a?os, estren¨® piso y matrimonio en 1992. Y garito en el bajo del inmueble. "Lo inauguraron el mismo d¨ªa que llegamos". Como muchos otros damnificados del ruido, Amparo y su marido intentaron razonar con el due?o del local: "Hablas con ellos y parece que lo entienden. Pero no. A la tercera que bajas te sueltan que si te molesta la m¨²sica, llames a la polic¨ªa".
Amparo ha perdido la cuenta de las veces que marc¨® el tel¨¦fono de la Polic¨ªa Local y Josep Llu¨ªs no recuerda ninguna llamada que condujera a frenar los excesos. "Si hay un coche mal aparcado, lo multan. Pero si t¨² llamas, te obligan a poner la denuncia y te ponen personalmente en contra del pub. No act¨²an por su cuenta. Alguna noche incluso han venido cuando ya estaba cerrado. Yo dej¨¦ de denunciar", cuenta Josep Llu¨ªs.
Y en el Ayuntamiento, "ni caso". "Al poco de mudarnos conocimos a m¨¢s vecinos en la misma situaci¨®n y empezamos a reunirnos. Parec¨ªa una terapia de grupo, pero nos ven¨ªa bien", recuerda Amparo. Fue la "¨¦poca heroica", como la bautiza Antonio Puchades, presidente de la Associaci¨® de Ve?ns Arrancapins-La Petxina. "Los vecinos estaban desamparados, hubo hasta amenazas de alg¨²n desaprensivo. No hab¨ªa ni ordenanza del ruido". El Consistorio, ya con el PP en su segundo mandato, la aprob¨® en 1996. Con ella se abri¨® la "¨¦poca jur¨ªdica" en Juan Llorens. La ordenanza dio carta de naturaleza a las ZAS (ver gr¨¢fico), ¨¢reas en las que limitar licencias de apertura, horarios y tr¨¢fico en un conjunto de calles que superan de manera constante el tope de ruido ambiental permitido de noche.
Los afectados crearon la Coordinadora contra el Soroll y contactaron con el abogado Joaqu¨ªn Morey. "Lo primero era ver si hab¨ªa mediciones. Es la ¨²nica forma de acreditar ante el Ayuntamiento una ZAS. Las obtuvimos por v¨ªa de la oposici¨®n en la comisi¨®n del ruido de entonces", explica. Los datos no dejaban lugar a dudas. Se pidi¨® la ZAS y llegaron las "excusas". Que si es culpa del tr¨¢fico, que si el ruido es menor que en la plaza de X¨²quer -ZAS en 1997, la ¨²nica declarada sin mediar sentencia-. En marzo de 1999, la comisi¨®n del ruido admite que Juan Llorens cumple las previsiones, pero esquiva su propia ordenanza al supeditar la ZAS al fracaso de otras medidas: cierre del tr¨¢fico, revisi¨®n de licencias y locales, control de mesas y sillas y del consumo de alcohol. Un parche. "Alg¨²n local se cerr¨® temporalmente para subsanar deficiencias, pero los son¨®metros no bajaron mucho", seg¨²n Morey. Los afectados realizaron sus propias mediciones, "con notario". "Estaba claro, pero el Ayuntamiento dej¨® morir el expediente", a?ade.
El primer asalto judicial contra la pasividad municipal en 1999 se perdi¨® en el Tribunal Superior de Justicia (TSJ). La Coordinadora no se rindi¨® e insisti¨® en reclamar la ZAS. El equipo de gobierno de la alcaldesa, Rita Barber¨¢, guard¨® silencio. Un silencio que equivale a la denegaci¨®n de la petici¨®n, que los vecinos recurrieron otra vez. En octubre de 2002, de nuevo un rev¨¦s judicial. El TSJ rechaza el contencioso, pero nueve vecinos, entre ellos Rubio y Romero, se mantienen en sus trece y elevan el caso al Tribunal Supremo. Otros cinco a?os han pasado para que puedan leer una sentencia que les ampara y afea al Ayuntamiento un silencio "sin explicaci¨®n" que pisote¨® sus derechos e ignor¨® su propia ordenanza. La respuesta municipal fue "claramente insuficiente".
Lo fue entonces y lo ha sido en estos a?os de espera, de m¨¢s ruido, noches sin pegar ojo y amaneceres con la calle llena de gente, de basura, v¨®mitos y meadas. Lo demuestra la historia de Rosa M., de 50 a?os, y su familia, que prefieren no identificarse m¨¢s porque a¨²n les embarga un miedo difuso de su confrontaci¨®n con el local que les ha amargado la vida. El pub que desde 2001 atormentaba su sue?o ya hab¨ªa sido sancionado en 1999. Fue una de esas multas que se pagan para volver enseguida a las andadas. El due?o pidi¨® que llamaran cuando incordiara la m¨²sica, pero no cog¨ªa el tel¨¦fono. No pod¨ªa o¨ªrlo, como se deduce de los 90 decibelios, "con picos de 108" que midi¨® la Polic¨ªa Local en el piso tras muchas idas y venidas al Ayuntamiento. "Me dec¨ªan que el expediente ya estaba en la mesa del concejal, a punto de firmar, y me ense?aban el expediente. ?As¨ª de gordo!", exclama la mujer separando varios palmos las manos. Una multa leve, un cierre de seis meses, y vuelta al boom, boom. Casi ocho a?os le ha costado al Ayuntamiento retirar la licencia al pub.
El local que ignoraba el derecho al descanso de Amparo Rubio tambi¨¦n tiene un largo expediente. Desde 1993 con denuncias y sin dejar de hacer caja. "Se le ped¨ªan mejoras, pero nunca que insonorizara el local. Hasta que topamos con un polic¨ªa que se tom¨® inter¨¦s y lo cerraron temporalmente". Pero la orden no se respet¨® y el matrimonio, como otros, no aguant¨® m¨¢s. Desde 2005 vive lejos de Juan Llorens. "Hasta entonces no he sabido lo que es convivir en pareja un fin de semana en casa, tranquilamente".
Romero se ha quedado. El local con el que comparte pared ha conocido una decena de propietarios. "No tengo por qu¨¦ irme. En el 98 a¨²n se negociaba, ahora la cuesti¨®n ya no admite discusi¨®n. Quiero la ZAS lo m¨¢s r¨¢pido posible". Joaqu¨ªn Morey plantea la posibilidad de pedir indemnizaci¨®n para los afectados de Juan Llorens por mal funcionamiento de la administraci¨®n. Mudanzas, ventanas dobles... Por no hablar de costes personales.
En Juan Llorens ven el final del t¨²nel. En El Carme se aferran a la demanda presentada por el mismo despacho de abogados pero a trav¨¦s de Andr¨¦s Morey, que ya gan¨® el a?o pasado, entre otros ¨¦xitos judiciales contra el ruido, la ZAS de Gasc¨® Oliag-M¨¦nendez Pelayo, con otro relato de desmanes paralelo al de Juan Llorens.
El gobierno del PP, mientras, tras una asombrosa interpretaci¨®n de la sentencia por la que el Supremo lo amparaba para declarar la ZAS de su ordenanza, anuncia que estudia soluciones como el traslado de bares al puerto para descongestionar los barrios y la permuta de licencias.
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