La dura ley del mercado rompe Duralex
La marca emplea a 250 trabajadores en La Chapelle-Saint-Mesmin cuando eran 1.500 en 1960
Duralex es una de esas marcas que se ha convertido en gen¨¦rico. Cuando se habla de vajillas en vidrio templado se habla de vajillas de duralex. Son vajillas de un cristal que resiste a los golpes, que acabaron en su momento con los platos en loza blanca, descascarillados, agrietados, que envejec¨ªan a pesar de nuestros cuidados. Adem¨¢s, el duralex si ten¨ªa que romperse, lo hac¨ªa en mil pedazos. Hoy, las deudas de la sociedad, en manos del empresario turco Sinan Solmaz, que era uno de sus principales clientes, rondan los nueve millones de euros.
La matriz francesa ha comprado un 0,82% de la filial espa?ola por 43 millones de euros, lo que supone valorarla en unos 5.200 millones
La planta de Duralex en Rive-de-Gier cerr¨® en septiembre, debido al impago de sus facturas de gas y electricidad
Fue en 1939 cuando la casa Saint-Gobain, l¨ªder mundial de la industria vidriera, invent¨® el duralex. Su aplicaci¨®n inmediata tuvo que aplazarse pues los bombardeos no son el mejor momento para lanzar un cristal irrompible. En ese momento las preocupaciones industriales no se centraban en obtener vajillas m¨¢s resistentes y la preocupaci¨®n primera de las familias no era cambiar un plato o fuente desconchada. La t¨¦cnica del templado serv¨ªa tambi¨¦n, con variantes notables, para las lunas de los autom¨®viles, pero eso tambi¨¦n tuvo que esperar, al menos en su aplicaci¨®n en serie y a gran escala cuando el esfuerzo iba a mejorar la resistencia de la carrocer¨ªa de los tanques o la velocidad de los aviones de caza.
Dura lex sed lex, la ley es dura pero es la ley. Eso es lo que les han dicho a los trabajadores de Duralex, a¨²n hoy incr¨¦dulos ante lo que le sucede a su empresa. "Es una sociedad mundialmente conocida. No puede morir", aseguraba la semana pasada uno de sus trabajadores. El juez del tribunal de comercio de Orleans le escuch¨® con paciencia. "Seguro que encontraremos un inversor. Duralex no puede morir", a?adi¨® el operario, intentando autoconvencerse.
Lo cierto es que la agon¨ªa de Duralex dura desde hace a?os. En realidad desde 1997. Fue entonces cuando Saint-Gobain vendi¨® las f¨¢bricas de La Chapelle-Saint-Mesmin y Rive-de-Gier. El negocio era boyante. Lo compraron unos italianos, Bormioli Rocco & Figlio, que explotaron el invento sin invertir ni un c¨¦ntimo y modernizar el horno de Rive-de-Gier, que ya empezaba a resultar obsoleto cuando ellos llegaron.
En 2002, por primera vez, aparecieron las p¨¦rdidas. La marca Duralex se encontr¨® con imitadores a bajo precio. En el mercado oriental, al que ellos no hab¨ªan prestado atenci¨®n porque les era inaccesible: precio del transporte, escaso poder adquisitivo de la mayor¨ªa de mercados y control estatal de las importaciones en la zona oficialmente comunista.
En su momento los vasos y platos de Duralex fueron un s¨ªmbolo de modernidad y progreso. En Espa?a tardaron en llegar, en comercializarse, sin duda porque el potencial de nuestro mercado no justificaba un esfuerzo de distribuci¨®n por parte de la marca. El resultado fue que las vajillas transparentes y presuntamente irrompibles, en sus versiones incolora, amarilla y verde -el azul llegar¨¢ mucho m¨¢s tarde- se compraban en Andorra. De contrabando.
Una persona iba el fin de semana hasta el diminuto pa¨ªs pirenaico y compraba all¨ª cortinas o camisas de dormir de nailon -un tejido que sirvi¨® primero para fabricar paraca¨ªdas, luego medias para las damas, por ¨²ltimo, todo tipo de prendas, con el importante inconveniente de arder con mucha facilidad-, quesos o licores inexistentes en Espa?a y, por fin, el Duralex que liberaba al ama de casa de la angustia de tener que andar siempre con un tiento exagerado a la hora de lavar los platos que marido y reto?os hab¨ªan ensuciado.
Deudas de la sociedad
Mas tarde Andorra se convertir¨¢ en el para¨ªso de la microelectr¨®nica, de los esqu¨ªs sin tasas, de ciertos trucajes de coches y de muchas otras cosas que en Espa?a, por ser de importaci¨®n, por estar gravadas con impuestos que se supone proteg¨ªan la industria nacional, eran muy caras. Pero eso vendr¨¢ m¨¢s tarde, cuando el utilitario permita organizar romer¨ªas de contrabando mesocr¨¢tico. A principios de los sesenta, el Duralex es el gran objetivo, una promesa de comodidad s¨®lo equiparable a la de la olla a presi¨®n.
Hoy en d¨ªa Duralex sigue empleando a 250 trabajadores -eran 1.500 en 1960- en su factor¨ªa de La Chapelle-Saint-Mesmin y apenas un centenar en Rive-de-Gier, una planta que ya cerr¨® el pasado septiembre de orden de la prefectura, debido al impago de sus facturas de gas y electricidad, la energ¨ªa que permite hacer funcionar el horno. Desde diciembre de 2005, el propietario de la marca "mundialmente conocida" es el empresario turco Sinan Solmaz. El hombre se hizo con Duralex prometiendo modernizar el ¨²til productivo.
No hubo inversi¨®n, no hubo modernizaci¨®n. En realidad el se?or Solmaz ya era uno de los principales clientes de Duralex, su distribuidor, a trav¨¦s de las sociedades Overseas y Glassco, en mercados no comunitarios. ?l compraba a precio inferior al de producci¨®n y daba salida a un cristal que hab¨ªa perdido su capacidad de insuflarle glamour a la vida cotidiana.
Las deudas de la sociedad -a los proveedores pero, sobre todo, respecto al fisco y los organismos sociales- rondan los nueve millones de euros. El tribunal de Orleans hubiera dado por bueno conceder una nueva oportunidad a la marca si alguien aportaba 1,2 millones de euros en efectivo. Con eso bastaba para ser cre¨ªble como continuador del mito. Luego ya se discutir¨ªa c¨®mo se negociaba el pasivo acumulado en a?os de no preocuparse por el futuro.
Tras el embrollo econ¨®mico-administrativo, tras la bruma de s¨ª hay o no dinero, de si el horno es a¨²n seguro y rentable, de si hay que proceder o no a una en¨¦sima reestructuraci¨®n de plantilla, aparecen los contornos n¨ªtidos del futuro: alguien, en otro pa¨ªs, en un lugar donde los salarios son muy inferiores y las tasas del Estado inexistentes, en un contexto en el que el control sobre los residuos lanzados a la atm¨®sfera parece tan puntilloso como la preocupaci¨®n de Bruselas por regular el tama?o de los pepinos, fabrica vajillas de cristal templado sin pagar royalties a nadie.
Y los fabrica mucho m¨¢s baratos. Puede que incluso las llamen Duralex, homenaje p¨®stumo al ingenio tecnol¨®gico de Saint-Gobain. Es la globalizaci¨®n. Nosotros, en Europa, ya no compramos Duralex porque ahora nos gustan las vajillas que se descascarillan y las camisas que hay que planchar, excepto a algunos esp¨ªritus selectos que vuelven a poner de moda el D¨²o Din¨¢mico y el Duralex. Es una minor¨ªa y puede pagar.
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