Excepci¨®n
En su ciega huida hacia delante, que intenta escapar in¨²tilmente del trauma del 11-M, el PP contin¨²a con su histri¨®nica pol¨ªtica del Grand Guignol. Pero como ya no puede seguir exprimiendo con nuevas manifestaciones redundantes su reiterado pasacalle nacionalista, ahora opta por escenificar dos nuevas farsas grotescas: el boicot contra el grupo PRISA, pat¨¦tico esfuerzo in¨²til por matar al mensajero que revela la vocaci¨®n censoria y excluyente de Rajoy, y el caso D¨ªaz de Mera, que pretende reventar el juicio del 11-M. Dos estruendosos errores t¨¢cticos que al final le pueden acarrear su fracaso estrat¨¦gico.
En t¨¦rminos racionales, la estrategia elegida impone la selecci¨®n de las t¨¢cticas adecuadas para alcanzarla. Por tanto, a partir de las t¨¢cticas esgrimidas podr¨¢ deducirse cu¨¢l es la estrategia adoptada. Como rezan los evangelios, por sus obras los conocer¨¦is. Es la "preferencia revelada" de la que hablan los economistas: dime a qu¨¦ procedimientos recurres y te dir¨¦ qu¨¦ es lo que buscas. Pues bien, en este sentido, ?cu¨¢l es la estrategia adoptada por el PP? A juzgar por sus procedimientos, la de abrir continuas crisis encadenadas para imponer un estado de excepci¨®n permanente. Lo cual tiene su l¨®gica oculta.
En efecto, Zapatero lleg¨® al poder de forma excepcional. Las del 14-M no fueron unas elecciones normales, sino extraordinarias o "anormales", dado que estuvieron precedidas por un acontecimiento excepcional (el atentado de Atocha) que provoc¨® consecuencias contrarias a lo esperado: la manipulaci¨®n de la masacre por el Gobierno y el voto de castigo por los ciudadanos. En condiciones normales Zapatero no hubiera ganado, y s¨®lo gan¨® por la concurrencia de dos circunstancias excepcionales: la masacre (condici¨®n necesaria) y su manipulaci¨®n (condici¨®n suficiente, como causa del voto de castigo). Y a partir de esta evidencia, la interpretaci¨®n estrat¨¦gica que proporciona el PP plantea el silogismo siguiente: si Zapatero lleg¨® al poder en estado de excepci¨®n, tambi¨¦n tendr¨¢ que abandonarlo en estado de excepci¨®n. Similia similibus curantur: lo semejante cura a lo semejante.
Y este sesgado razonamiento se ve adem¨¢s reforzado por la experiencia hist¨®rica anterior, que parece manifestar una especie de ley causal: en la presente democracia espa?ola, los presidentes del Gobierno s¨®lo pierden el poder por efecto de una acumulaci¨®n de crisis pol¨ªticas que imponen un estado de urgencia o excepci¨®n nacional. En efecto, Su¨¢rez perdi¨® el poder por la escalada terrorista, el ruido de sables y la rebeli¨®n de los barones de UCD; Gonz¨¢lez perdi¨® el poder por el crecimiento de la corrupci¨®n, la divisi¨®n interna y la escalada de esc¨¢ndalos medi¨¢ticos; y como acabo de recordar, Aznar perdi¨® el poder tras su indigna gesti¨®n del 11-M, que coronaba una larga cadena de crisis precedentes: el Prestige, las Azores, Irak, el Yakovlev, etc¨¦tera. Pues en ausencia de estado de excepci¨®n, los presidentes del Gobierno tienden a acomodarse en el cargo, sin que se les pueda desplazar con normalidad por los procedimientos ordinarios previstos para ello.
De ah¨ª la actual estrategia del PP, que abre una crisis tras otras para crear una espiral de alarmismo cuya escalada conduzca a un cl¨ªmax de excepci¨®n p¨²blica, esperando provocar un vuelco electoral. Dictar un estado de excepci¨®n permanente: ¨¦sta es la estrategia oculta del PP. Pero como ha recordado el fil¨®sofo Agamben en su Homo sacer, ¨¦sta es la esencia misma del poder absoluto, tal como la analiz¨® el te¨®rico del nazismo Carl Schmitt es su tratado sobre La dictadura: la voluntad de imponer el estado de excepci¨®n. Una estrategia de golpismo permanente tanto intelectual como institucional que para el PP resulta suicida, pues revela en p¨²blico la naturaleza oculta de su esencia cong¨¦nita, heredada del franquismo como pecado original. Y digo suicida porque buscar el estado de excepci¨®n no s¨®lo socava el imperio de la ley y las instituciones p¨²blicas, sino que adem¨¢s atenta contra el propio PP entendido como instituci¨®n democr¨¢tica, que Fraga construy¨® en los a?os ochenta y que hoy Rajoy amenaza con destruir.
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