Un acto decisivo en el salto a la democracia
La legalizaci¨®n del Partido Comunista, hace ahora 30 a?os, fue un acto decisivo para lograr el salto desde la dictadura franquista a un sistema democr¨¢tico. Result¨® una decisi¨®n dif¨ªcil de tomar porque el franquismo, que sosten¨ªa a EE UU en la guerra fr¨ªa, intentaba prolongar su permanencia en el poder, presentando su victoria en la Guerra Civil no como lo que en realidad fue -el aplastamiento de la Rep¨²blica democr¨¢tica- sino como la derrota del comunismo internacional. Cuarenta a?os despu¨¦s de la contienda, el "anticomunismo" segu¨ªa siendo el pretexto para mantener secuestradas las libertades del pueblo espa?ol y una brutal represi¨®n. Pero en el momento en que se inicia la transici¨®n la realidad era muy distinta: un pa¨ªs donde los trabajadores y los intelectuales pugnaban por conquistar la libertad y donde los empresarios se daban cuenta de que la dictadura hab¨ªa devenido un obst¨¢culo para su incorporaci¨®n al nuevo desarrollo del capitalismo europeo y mundial. Se produc¨ªa as¨ª una convergencia puntual entre clases y sectores sociales diversos y opuestos, de los que se dan raramente en la historia, que fue la raz¨®n y la base de un consenso excepcional, de una dif¨ªcil reconciliaci¨®n entre los dos bandos que se enfrentaron en la Guerra Civil.
El 'eurocomunismo' del PCE le hizo ganar una simpat¨ªa generalizada en la izquierda europea
Durante un largo periodo, el Partido Comunista de Espa?a hab¨ªa llegado a identificarse como el partido del antifranquismo. En el curso de la Guerra Civil se caracteriz¨® por defender hasta el ¨²ltimo d¨ªa el concepto de Rep¨²blica democr¨¢tica y el orden republicano, incluso en medio de la revoluci¨®n popular desencadenada por la sublevaci¨®n franquista. Y ya tras la derrota, el Partido Comunista mantuvo su acci¨®n en los t¨¦rminos de la lucha por la recuperaci¨®n de la democracia y muy pronto, en 1956, defini¨® ampliamente una pol¨ªtica de reconciliaci¨®n nacional que iba a ser, llegado el momento, la clave del cambio. El Partido Comunista pudo mantenerse activo en esas condiciones excepcionales por su capacidad para desenvolverse en la clandestinidad gracias al sacrificio heroico de una militancia abnegada, forjada, primero en la Guerra Civil y reforzada despu¨¦s con la aportaci¨®n de los resistentes m¨¢s esforzados surgidos de las nuevas generaciones. As¨ª, en un periodo en que las dificultades objetivas de la acci¨®n clandestina, junto con el freno derivado de la posici¨®n ante la guerra fr¨ªa, hac¨ªa que otros partidos democr¨¢ticos, sin tanta capacidad combativa, desaparecieran organizativamente, el PCE result¨® ser la fuerza en mejores condiciones para desarrollar iniciativas y movimientos de masa, en los que se lograba unir a sectores sociales diversos, que contribuyeron a desgastar la dictadura. De esta suerte, al producirse la transici¨®n, en la calle, la fuerza que aparec¨ªa jugando un papel hegem¨®nico en lo que hab¨ªa de antifranquismo realmente activo fue el Partido Comunista.
Un factor importante en aquel momento y que actu¨® de forma favorable a la legalizaci¨®n fue el hecho de que el PCE hab¨ªa conquistado una simpat¨ªa generalizada en la izquierda europea, por su campa?a eurocomunista llevada a cabo conjuntamente con los PC italiano y franc¨¦s. El PCE era reconocido internacionalmente como un partido democr¨¢tico y nacional, que se deb¨ªa a su propio pueblo. L¨ªderes socialistas como Mitterrand, en Francia, o Nenni, en Italia, reconoc¨ªan su papel e incluso l¨ªderes de la Democracia Cristiana italiana, como su secretario de entonces, Zacagnini, manten¨ªan con nosotros una relaci¨®n amistosa y cordial y apoyaban nuestra legalizaci¨®n.
Prueba de esa actitud de la izquierda europea e incluso de muchos dem¨®cratas fue la reuni¨®n del Comit¨¦ Central del PCE en Roma, en el verano de 1976. Esa reuni¨®n estuvo arropada por todos los partidos del arco parlamentario de aquel pa¨ªs, con la sola excepci¨®n del MSI, una prolongaci¨®n del fascismo mussoliniano. En esa reuni¨®n participaron como invitados representantes de la oposici¨®n democr¨¢tica espa?ola, que lo hicieron de manera abierta.
Es indudable que en los primeros planes de lo que se llam¨® la Reforma no figuraba la legalizaci¨®n del PCE. El cambio s¨®lo alcanzaba al PSOE. Pero en el a?o 76 y 77, el PCE sali¨® a la superficie con toda su vitalidad, que entonces era considerable. En el entierro de los abogados laboralistas de Atocha realiz¨® un despliegue de fuerza de manera muy responsable y serena, que convenci¨® a los principales responsables del movimiento de reforma de la inevitabilidad de legalizarnos. Adolfo Su¨¢rez, con Landelino Lavilla, Mart¨ªn Villa, Alfonso Osorio y el general Guti¨¦rrez Mellado -principalmente-, con el apoyo del Rey, asumieron esta tarea no f¨¢cil. Al hacerlo, Adolfo Su¨¢rez asegur¨® el ¨¦xito de la transici¨®n democr¨¢tica, tuvo el valor de asumir lo que era una ruptura profunda con los ultras del franquismo, que a partir de esto nunca le perdonaron el papel decisivo que desempe?¨® en la recuperaci¨®n de la democracia.
De este modo, la participaci¨®n del PCE, con su experiencia y su madurez pol¨ªtica, en la transici¨®n, fue m¨¢s importante que la de otros partidos que despu¨¦s han gobernado en el r¨¦gimen democr¨¢tico. Que el PCE no haya seguido teniendo despu¨¦s la influencia que pose¨ªa en ese momento ya no es el objeto de este art¨ªculo.
En todo caso, me parece indiscutible la legitimidad con que los militantes del PCE podemos reclamar el reconocimiento de un papel notable, en la consecuencia del r¨¦gimen democr¨¢tico que hoy posee Espa?a.
Santiago Carrillo, ex secretario general del PCE.
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