La prueba de Kosovo
Obsesionados con Irak, la Administraci¨®n de Bush y el p¨²blico han prestado muy poca atenci¨®n a una serie de desaf¨ªos planteados por Rusia con respecto a la estabilidad de Europa. No hay duda alguna de que el presidente Vlad¨ªmir Putin, envalentonado por las dificultades de Estados Unidos y por la eficacia de su diplomacia de la energ¨ªa (que a veces parece chantaje), est¨¢ tratando de recuperar el terreno perdido en la d¨¦cada siguiente al derrumbe de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, mientras que en el ¨¢mbito interno aplica, cada vez m¨¢s, pol¨ªticas autoritarias, a menudo brutales. S¨®lo cuando Putin critic¨® duramente a EE UU durante una conferencia en M¨²nich celebrada el mes pasado (con el secretario de Defensa, Robert Gates, y los senadores John McCain, Joe Lieberman y Lindsey Graham como interlocutores) los norteamericanos le prestaron atenci¨®n, y tan s¨®lo de pasada. Ahora est¨¢ sobre la mesa una prueba clave de la relaci¨®n de Rusia con Occidente, y las actuaciones rusas podr¨ªan dilucidar si hay otra guerra en Europa.
Putin trata de recuperar el terreno perdido en la d¨¦cada siguiente al derrumbe de la URSS
?Se acuerdan de Kosovo? Era el gran asunto en 1999, cuando un bombardeo de la OTAN encabezado por EE UU, que dur¨® 78 d¨ªas, liber¨® a la aplastada regi¨®n albanesa del represivo control serbio. El estatuto final de Kosovo qued¨® en el aire por obra y gracia de una resoluci¨®n de compromiso del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Desde entonces, la regi¨®n ha sido administrada por la Naciones Unidas, y protegida por la OTAN. Pero Estados Unidos y la Uni¨®n Europea descuidaron la cuesti¨®n del estatuto definitivo mientras las posturas de Kosovo y Belgrado se endurec¨ªan.
El pasado lunes 26 de marzo, el formidable enviado especial de la ONU, Martti Ahtisaari, antiguo presidente de Finlandia, present¨® ante el Consejo de Seguridad un plan que desembocar¨ªa en una independencia por etapas para Kosovo, con s¨®lidas garant¨ªas para los derechos de la minor¨ªa serbia. Belgrado se opone frontalmente, como lo ha hecho a todos los cambios en el estatuto de Kosovo, una regi¨®n que los serbios consideran parte de su territorio hist¨®rico, pero que ahora es albanesa en m¨¢s de un 90%. Al final, los serbios tendr¨¢n que enfrentarse a la verdad: Kosovo se ha separado de Serbia para siempre como resultado de la pol¨ªtica del antiguo dictador serbio Slobodan Milosevic.
El futuro de Serbia -que podr¨ªa ser brillante- est¨¢ en el seno de la Uni¨®n Europea, si es capaz de dejar atr¨¢s sus propios y paralizantes mitos hist¨®ricos. Una transici¨®n pac¨ªfica hacia la independencia de Kosovo abrir¨ªa a los Balcanes, incluida la propia Serbia, a una prometedora nueva era de cooperaci¨®n regional.
Mosc¨² entra en escena alentando en Serbia exactamente las tendencias contrarias. Putin declara que Rusia no apoyar¨¢ nada a lo que los serbios se opongan. Si esto conlleva un veto de Rusia en el Consejo de Seguridad, o un esfuerzo para aguar o retrasar el plan de Ahtisaari, la fr¨¢gil paz de Kosovo se evaporar¨¢ en cuesti¨®n de d¨ªas, y se pondr¨¢ en marcha una nueva ola de violencia, o incluso una nueva guerra. El plan de Ahtisaari, probablemente el mejor posible en las circunstancias actuales, no satisface a los albanos m¨¢s extremistas porque no les concede la independencia inmediata y porque pone el acento en la protecci¨®n de los serbios que permanezcan en Kosovo.
El caso es que Rusia, en lugar de trabajar para evitar la violencia en Kosovo, parece estar aprovechando la oportunidad para desafiar a los pa¨ªses occidentales, especialmente a Alemania y Estados Unidos. La secretaria de Estado Condoleezza Rice y su magn¨ªfico enviado especial, el embajador Frank Wisner, han dicho a Mosc¨² y a Belgrado que Estados Unidos apoya el plan de Ahtisaari, pero hasta que el presidente Bush lo aborde decididamente con Putin (como hizo el presidente Bill Clinton con Boris Yeltsin hace una d¨¦cada), existe un riesgo serio de que Mosc¨² no atienda el mensaje. Ese mensaje tendr¨ªa que ser muy sencillo: si Rusia bloquea el plan de Ahtisaari, Mosc¨² ser¨¢ el responsable del posterior caos y ¨¦ste afectar¨¢ a otros aspectos de las relaciones de Rusia con Occidente.
Rusia argumenta que Naciones Unidas no tiene derecho a modificar una frontera internacional sin el acuerdo del pa¨ªs afectado. Pero Kosovo es un caso especial y no sienta precedente alguno para los movimientos separatistas sean de donde fueren, porque en 1999, con el apoyo de Rusia, las Naciones Unidas recibieron la autorizaci¨®n para decidir el futuro de Kosovo.
El argumento de Mosc¨² de querer proteger los sentimientos "fraternales" serboeslavos es rid¨ªculo; todo el que haya tratado con los rusos en los Balcanes, como lo hice yo durante varios a?os, sabe que su liderazgo no tiene en cuenta ning¨²n tipo de sentimientos con respecto a los serbios. Rusia est¨¢ utilizando a Kosovo por su ventaja t¨¢ctica, como parte de una estrategia para reafirmarse en la escena mundial. Es una meta leg¨ªtima, en la medida en que Rusia desempe?e un papel constructivo, pero el comportamiento reciente de Mosc¨², desde Georgia a Ir¨¢n pasando por algunos inquietantes incidentes internos, no resulta alentador.
Actualmente, Kosovo se est¨¢ perfilando como la mayor prueba internacional, pero para Vlad¨ªmir Putin. Si Mosc¨² veta o demora el plan de Ahtisaari, los albanokosovares declarar¨¢n la independencia unilateralmente. Algunos pa¨ªses, entre los que se cuentan Estados Unidos y algunos musulmanes, probablemente los reconocer¨ªan, pero la mayor parte de la Uni¨®n Europea no lo har¨ªa. Eso dar¨ªa lugar a una crisis europea de gran calado. En los Balcanes se producir¨ªa un nuevo derramamiento de sangre. La OTAN, que tiene a su cargo el mantenimiento de la paz en Kosovo, podr¨ªa encontrarse luchando otra vez en Europa.
?Se beneficiar¨ªan realmente de esto los rusos? Desde luego que no. La seguridad y la estabilidad de Europa -y las relaciones de Rusia con Occidente- est¨¢n en peligro.
Richard Holbrooke, ex embajador de EE UU ante las Naciones Unidas, fue jefe de la delegaci¨®n negociadora estadounidense en las conversaciones de paz de Dayton, que pusieron fin a la guerra de Bosnia. ? The Washington Post. Traducci¨®n de Emilio G. Mu?iz.
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