Nazareno
El nazareno vest¨ªa un h¨¢bito morado con capirote amarillo y arrastraba unas cadenas con los pies descalzos detr¨¢s del paso de un Cristo durante la procesi¨®n del Viernes Santo, junto con otros penitentes de v¨ªa dura. Llevaba un hach¨®n encendido en la mano. De pronto, en medio del sonido de trompetas y tambores de unos legionarios, a este nazareno le vibr¨® el m¨®vil en un bolsillo del pantal¨®n y tuvo que hurgar en la faltriquera por los entresijos del h¨¢bito hasta que consigui¨® atraparlo. Le llamaba su hijo desde el laboratorio de biolog¨ªa molecular de Ottawa, en Canad¨¢, donde este joven trabajaba como investigador. El padre atendi¨® la llamada mientras a su alrededor un coro imploraba el perd¨®n de Dios por no se sabe qu¨¦ clase de pecados. Su hijo le dijo que acababa de recibir una distinci¨®n por un trabajo sobre las deformaciones cromosom¨¢ticas del cerebro que propiciaban el mal de Alzheimer. A trav¨¦s del tel¨¦fono la alegr¨ªa del joven rebotaba en un sat¨¦lite y bajaba hasta la capucha del nazareno y a su vez al laboratorio de Ottawa llegaba un coro de ¨¢nimas que cantaba: "Perd¨®n a tu pueblo, Se?or, no est¨¦s eternamente enojado". Uno celebraba en Canad¨¢ un ¨¦xito de la ciencia; otro arrastraba unas cadenas en un V¨ªa Crucis en el fondo de Espa?a para dar gracias a Dios por haber salido vivo de una operaci¨®n de colon. El nazareno ten¨ªa dos v¨¢stagos m¨¢s. Una hija de 20 a?os estudiaba f¨ªsica matem¨¢tica en Berl¨ªn con la beca Erasmus y hab¨ªa aprovechado las vacaciones de Semana Santa para viajar con un amigo holand¨¦s a un poblado de Ruanda a ense?ar los primeros n¨²meros a unos ni?os. Por las aberturas del antifaz el nazareno s¨®lo ve¨ªa a un Cristo coronado de espinas entre sayones llevado por los costaleros, pero a su lado caminaban unos empalados y detr¨¢s iban unos disciplinantes d¨¢ndose latigazos en las espaldas llenas de bubones sangrantes. El tercero de sus descendientes se hab¨ªa quedado en casa. Era un esteta que para conmemorar el Viernes Santo esa noche puso en el equipo de m¨²sica el R¨¦quiem de Mozart y lo escuchaba junto a una botella de oporto, mientras escrib¨ªa notas para una charla sobre el cambio clim¨¢tico. El domingo de Pascua pensaba ir de excursi¨®n a la sierra. Despu¨¦s de las lluvias de Semana Santa el valle estar¨ªa lleno de esp¨¢rragos silvestres y si su novia le hac¨ªa con ellos una buena tortilla, esa ser¨ªa la mejor forma de celebrar que Dios hab¨ªa vuelto a resucitar igual que el a?o pasado. Entre el nazareno y sus hijos hab¨ªa m¨¢s de tres siglos de distancia.
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