Amor por correspondencia
Desveladas las apasionadas cartas que intercambiaron Hemingway y Dietrich
Igual que existe el sexo sin amor tambi¨¦n existe el amor sin sexo. Y entre sus m¨¢s fervientes practicantes estaban el escritor Ernest Hemingway y la actriz Marlene Dietrich. Desde que se conocieron en 1934 hasta el suicidio del autor en Idaho en 1961, la pareja mantuvo una estrecha relaci¨®n que nunca lleg¨® a las s¨¢banas pero cuyo ardor plat¨®nico qued¨® registrado a trav¨¦s de su correspondencia. "Creo que ya es hora de que te diga que pienso en ti constantemente. Leo tus cartas una y otra vez y hablo de ti con algunos hombres selectos. He cambiado tu foto a mi alcoba y la mayor¨ªa de las veces que la observo me siento bastante impotente".
"Somos las v¨ªctimas de una pasi¨®n fuera de sincron¨ªa", afirm¨® el escritor
?sta es una de las muchas intimidades que Hemingway, ganador del Nobel de Literatura en 1954, le confes¨® durante su larga relaci¨®n epistolar a una actriz que se convirti¨® en una de sus amigas m¨¢s cercanas y a la que, pese a sentirse atraido, nunca lleg¨® a seducir f¨ªsicamente. "Se adoraban pero nunca fue algo sexual. Eran colegas, amigos, camaradas", explic¨® recientemente Maria Riva, hija de la actriz y responsable de la donaci¨®n de treinta cartas que ilustran la relaci¨®n entre ambos y que pueden leerse desde este mes en la Biblioteca y Museo Presidencial John Fitzgerald Kennedy de Boston.
"Nos enamoramos en 1934, tras conocernos en el Ile de France pero nunca nos hemos acostado. Incre¨ªble pero cierto. Somos las v¨ªctimas de una pasi¨®n fuera de sincron¨ªa". Ernest Hemingway, tan buen escritor como seductor, describi¨® con estas palabras su relaci¨®n con la actriz alemana,tal como recoge el libro Papa Hemingway: A personal Memoir, escrito por A. E. Hotchner.
Y como ocurre entre amantes, aunque ellos s¨®lo lo fueran a nivel plat¨®nico, tambi¨¦n se enloquec¨ªan de celos si ve¨ªan amenazada su relaci¨®n por alguien del sexo opuesto. "Sigue enojada todo lo que quieras. Pero detente en alg¨²n momento, hija, porque s¨®lo hay una como t¨² en el mundo, y nunca jam¨¢s habr¨¢ otra, y me siento muy solo en este mundo cuando t¨² te enojas conmigo", le escribi¨® Hemingway en respuesta al enfado de la Dietrich cuando supo que el escritor flirteaba con una de sus rivales de la pantalla, la sueca Ingrid Bergman, la m¨ªtica compa?era de Bogart en la inolvidable Casablanca.
Ambos eran estrellas de su tiempo y por ello se profesaban admiraci¨®n mutua. "A ella le encantaba que ¨¦l fuera una de las personalidades m¨¢s vibrantes de la ¨¦poca y a ¨¦l tambi¨¦n le fascinaba que ella fuera una de las mujeres m¨¢s fuertes de entonces" explic¨® Hotchner en el diario The New York Times.
Pero... ?por qu¨¦, si siempre se gustaron, evitaron llegar a las s¨¢banas? La decisi¨®n parece que la tom¨® Dietrich, seg¨²n revela el autor de Por quien doblan las campanas y El viejo y el mar, en una de las misivas. "Marlene, t¨² sabes muy bien que yo te amo. Fuiste t¨² la que tomaste la decisi¨®n en ese barco (...) No yo", dice Hemingway en referencia a la decisi¨®n adoptada durante su primer encuentro en un transatl¨¢ntico. Es la ¨²nica vez que aparece el sentimiento de reproche o incluso de arrepentimiento en una serie que viene a unirse a otras treinta cartas que ya estaban en posesi¨®n de la biblioteca de Boston desde hace a?os y que se incluyen dentro de la llamada Colecci¨®n Ernest Hemigway.
Para Peter Riva, nieto de Dietrich, es fascinante pensar que pese a los piropos constantes con los que Hemingway alababa a la estrella de El ¨¢ngel azul, su amor nunca pas¨® de las palabras. "Para mi eso es lo m¨¢s bonito, que llegaran a ese nivel de intimidad porque quiz¨¢s nunca fueron amantes. Se trataba de amor y no de sexo".
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