El bechuana escamoteado
Nada por aqu¨ª, nada por all¨¢. Hop. El Negro que nunca existi¨®. En una maniobra de prestidigitaci¨®n digna de David Copperfield, el Museu Darder ha escamoteado su bechuana. No el f¨ªsico, que reposa en una tumba en el parque Tsholofelo de Gaborone (Botsuana), donde al parecer se le relaciona m¨¢gicamente con la lluvia, sino su historia y su recuerdo, pol¨¦mica incluida.
En una curiosa operaci¨®n a contracorriente de la recuperaci¨®n de la memoria hist¨®rica en que vive inmersa la sociedad espa?ola, los responsables del famoso museo municipal de Banyoles han decidido borrar pr¨¢cticamente toda huella del paso del guerrero disecado por sus instalaciones, y con ello de su existencia misma. Es una pena y un desperdicio. Y tambi¨¦n, probablemente, injusto. No parece que el sistema para "evitar pol¨¦micas", como nos dec¨ªa ayer el director, Llu¨ªs Figueras, sea renegar del pasado y zanjarlo con un aqu¨ª paz y despu¨¦s gloria. Hubo muchos a?os un hombre negro disecado en exposici¨®n en el Museu Darder, fue el reclamo del centro, motivo de sorpresa, de chacota y carnavalada, de tristeza y esc¨¢ndalo. Su presencia finalmente ocasion¨® una serie de sucesos, una cadena de acontecimientos tan sorprendente como el propio destino de aquel pobre ser humano transformado en esp¨¦cimen por unos naturalistas franceses -los Verraux- con mucho oficio y poca piedad. ?No hab¨ªa que contar todo eso en el nuevo museo? ?Tiene sentido echar en el saco del olvido toda la historia acumulada en los talones del bechuana -tan laboriosamente reconstruida- y las lecciones del caso? Un museo es un lugar de memoria, aunque ¨¦sta resulte dura de asumir. Hacer un museo contra la memoria -en este caso incluso contra su propia memoria- parece absurdo. "La intenci¨®n no es recordar, el bosquimano nos hizo m¨¢s da?o que otra cosa", se sinceraba ayer el director.
Pasea uno por las nuevas salas sin dar cr¨¦dito. El museo todo parece girar en torno a la ausencia, por mucha garza imperial y mucho medio ambiente lacustre que valga. La desaparici¨®n del bechuana es radical. Dan ganas de llamar al CSI. Buscar¨¢ uno en balde alguna referencia en la tienda de recuerdos.
El v¨ªdeo, en la secci¨®n "la mirada de las ciencias naturales en el XIX y principios del XX" del Espai Darder, resulta pat¨¦tico en su abstracci¨®n y "neutralidad". De apenas cinco minutos, confunde al visitante con una serie de im¨¢genes tecnol¨®gicas, radiograf¨ªas, tomograf¨ªas, de forma que ¨¦ste ha de hacer un esfuerzo para entender lo que est¨¢ viendo. Luego, unas fr¨ªas tomas del bechuana en su vitrina, primeros planos, y otra vez radiograf¨ªas.
El viejo Museu Darder, con esa m¨ªnima y "sutil" referencia videogr¨¢fica al bechuana, ha ido a parar, ahora "contextualizado", al s¨®tano del nuevo edificio. La recreaci¨®n ambiental es buena, con las nuevas vitrinas de madera noble en un gui?o a las antiguas. Ah¨ª est¨¢ la fauna disecada, el ov¨®scopo, una selecci¨®n de cr¨¢neos humanos, la retorcida momia peruana, el ternero teratol¨®gico... Se repasa sucintamente la biograf¨ªa de Darder, "naturalista apasionado" (la reconstrucci¨®n de su taller de taxidermia est¨¢ muy bien: incluida la zorra a medio disecar y el surtido de ojillos de cristal), pero no se establece ning¨²n v¨ªnculo con el bechuana, del que, por otro lado, no hay ninguna referencia en los textos de la exposici¨®n.
El museo guarda en sus almacenes la lanza, el tocado, el escudo, el taparrabos y los abalorios del hombre disecado. La vitrina est¨¢ tambi¨¦n a buen recaudo, en el museo arqueol¨®gico de la ciudad. Nada de eso se va a mostrar, como tampoco se va a reclamar, por supuesto, la piel del bechuana, depositada en el Museo Nacional de Antropolog¨ªa de Madrid cuando se desmont¨® el Negro para el traslado de sus restos menos escabrosos a Botsuana. "No descartamos en el futuro otro tratamiento del tema del bosquimano", dijo ayer el director del Darder, "pero de momento esto es lo que hay".
Eso es lo que hay: al pobre bechuana, robado de su tumba, disecado como un animal, exhibido, vendido y vuelto a exhibir, le han birlado ahora lo ¨²nico que le quedaba: su historia.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.