El barullo de la vivienda
En la entrevista televisiva a cien bandas a la que se someti¨® el presidente Zapatero me sorprendi¨®, no la an¨¦cdota del caf¨¦, sino la ponderada respuesta ante la insistente demanda de un chaval de 19 a?os que quer¨ªa a toda costa comprar un piso. Prudente, Zapatero contest¨® con una alusi¨®n al esfuerzo del Gobierno por habilitar apartamentos de alquiler. Para mi gusto, deb¨ªa haber sido m¨¢s terminante. Una sociedad donde la m¨¢xima aspiraci¨®n de una persona de esa edad es ser propietario de un piso no es razonable. Se confunde el derecho constitucional a disfrutar de una vivienda digna y adecuada con el de su posesi¨®n en propiedad.
La inexistencia de un mercado ¨¢gil de alquiler y los hasta ahora bajos tipos de inter¨¦s han arrastrado a la ciudadan¨ªa en masa a la compra de viviendas. El ox¨ªmoron de moda es el del propietario hipotecado. Esta condici¨®n va a mantenerla de por vida, la trasladar¨¢ seguramente a sus herederos y acaso repercutir¨¢, con efecto retroactivo, sobre muchos padres que, comprometidos a la ayuda sistem¨¢tica, no podr¨¢n disfrutar de una tranquila jubilaci¨®n. Cuando el titular de la deuda se proponga cambiar de vivienda porque necesita m¨¢s superficie advertir¨¢ que el entorno tambi¨¦n ha subido y se ver¨¢ abocado a relegarse a la ¨²ltima corona metropolitana, sin tiempo siquiera para evaluar los gastos que le van a generar los desplazamientos y la disponibilidad de servicios. Evidentemente, la baja natalidad tiene algo que ver con todo esto.
La cuesti¨®n de fondo es que so capa del problema de la vivienda se encubre un negocio inmobiliario producido por el incremento del precio del suelo, del que se benefician fundamentalmente los propietarios de terrenos, los promotores y, en su caso, la administraci¨®n. Los ciudadanos se ven obligados a introducirse en el juego y convertirse en operadores de suelo sui g¨¦neris, viviendo con ansiedad la evoluci¨®n del mercado inmobiliario.
Tan pronto adquirimos una vivienda mediante una hipoteca rogamos que el precio suba lo suficiente como para que la operaci¨®n resulte rentable en relaci¨®n con el tipo de inter¨¦s, pues su valor de uso tiende a depreciarse. M¨¢s que espacio para habitar, lo que compramos y vendemos son acciones de suelo, es decir, la repercusi¨®n del suelo sobre el precio de cada metro cuadrado de vivienda. Salvo a los que no las tienen, y que cada d¨ªa lo ven m¨¢s dif¨ªcil a medida que se calientan mutuamente la oferta y la demanda, a nadie le interesa que esas acciones vayan para abajo.
Desde el lado de la econom¨ªa, y tambi¨¦n en amplios sectores de la pol¨ªtica, se piensa que el mercado puede llegar a satisfacer todas las necesidades construyendo cada vez m¨¢s habit¨¢culos, por eso no se ve necesario abordar estudios serios sobre la demanda residencial por edades, tipos de familia, sectores. Es decir, no se fija la dimensi¨®n del objetivo constitucional y de esa manera se confunde el negocio con el problema de la vivienda.
En este barullo general da la sensaci¨®n de que lo ¨²nico importante es el tema de la vivienda y parecen olvidarse aspectos sustanciales vinculados al planeamiento, como la calidad de los espacios p¨²blicos, la localizaci¨®n de los equipamientos y dotaciones, la resoluci¨®n de los conflictos de movilidad, etc¨¦tera. Este tipo de reivindicaciones ha desaparecido del mapa. Para satisfacer una demanda que parece insaciable se siguen dise?ando planes generales con cantidades inmensas de suelo apto para urbanizar, muy por encima de las expectativas demogr¨¢ficas, y as¨ª s¨®lo se consigue calentar el suelo de todos los municipios y fomentar la especulaci¨®n.
Sin embargo, al parecer el mercado empieza a desacelerarse. En las grandes ¨¢reas de Madrid y Barcelona aparecen ya s¨ªntomas de contenci¨®n e incluso disminuci¨®n de precios. Si es as¨ª, cabe preguntarse qu¨¦ va a pasar con los propietarios hipotecados a la hora de cotizar la mensualidad por unos pisos que pudieran depreciarse, probablemente tasados en exceso y con un Euribor m¨¢s alto que el pactado en un principio.
A pesar de que la pol¨ªtica econ¨®mica est¨¢ basada en gran medida en el auge inmobiliario, me parece bueno que el mercado se enfr¨ªe para introducir racionalidad, que se estudie la f¨®rmula para aterrizar con suavidad y, algo primordial en mi opini¨®n, que se vuelva a insertar vivienda y planeamiento, un planeamiento hecho con rigor y limpieza administrativa al lado de una pol¨ªtica de alquiler pensada y dise?ada con los ayuntamientos, para unos j¨®venes y no tan j¨®venes que no pueden, ni deben, empe?arse de por vida en la compra de una vivienda.
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