Suf¨ªes en La Vaguada
Sheik Hassan Dyck preferir¨ªa que le llamaran Buen Sirviente. Pero los calificativos que recibe son "mago de la m¨²sica" y "jefe espiritual". El s¨¢bado 24 de marzo lleg¨® hasta el colegio Valdeluz con su Caravana del amor. Suf¨ªes en La Vaguada, porque Sheik Hassan y los suyos pertenecen a la cofrad¨ªa naqsbandi. Daban un concierto en el sal¨®n de actos, hasta donde me atrajo Paco Obrer, mi amigo espiritual, si puede decirse as¨ª, pues no le obedecer¨ªa como a un jefe pero le seguir¨ªa como a un hermano. Excepto de la poes¨ªa de su maestro fundador, Rumi, que tambi¨¦n vino a m¨ª de la mano de Obrer, no s¨¦ nada de sufismo, as¨ª que nada de lo que diga aqu¨ª ser¨¢ para iniciados. Los suf¨ªes lo son: iniciados. Son gn¨®sticos, son m¨ªsticos, herm¨¦ticos, iluminados, son sabios, elevados, seres en construcci¨®n, autoconocedores, puros de coraz¨®n. "El amor es la esencia de la vida", dice Sheik Hassan, un alem¨¢n que fue c¨®mico de cabaret y mantiene y defiende el humor como uno de los m¨¢s bellos atributos de Dios. ?Dios? Vamos por partes.
Es s¨¢bado por la tarde. Estoy adormilada de una siesta de sof¨¢. Hasta llegar a La Vaguada, el taxi es interceptado por una manifestaci¨®n. Voy fijando los ojos en puntos quietos y fugaces como tribulaciones; se me van, los ojos. Suf¨ªes, voy pensando. Musulmanes, pacifistas, tachados de secta por el islamismo radical, considerados por otros la quintaesencia de la interiorizaci¨®n del islam esencial. Gir¨®vagos. Derviches. Miembros de la orden Mevlevi, prohibida en Turqu¨ªa por Ataturk en 1923. Los derviches dan vueltas, giran sin cesar, aletean de tanto en tanto los brazos para mantener el eje de su movimiento, un cuerpo del que no se aparta la propia mirada, del que no se dislocan los ojos. La unidad del ser, el uno con el todo, lo divino. Los derviches, que saben su cuerpo y, desde esa mec¨¢nica de autoconocimiento, lo traspasan, entran en un ¨¦xtasis que despoja del pensamiento y eleva el esp¨ªritu. El cuerpo como v¨ªa sensitiva: el camino del coraz¨®n. Hacia Dios, dicen. ?Dios? "Quien conoce su Yo, conoce a Al¨¢", dicen que dijo el profeta Mahoma (la Paz sea con ?l, dicen). ?Al¨¢?
Pero eso ser¨¢ despu¨¦s. Ahora bajo del taxi y me mezclo con un p¨²blico exc¨¦ntrico: fuera de lo com¨²n. Suf¨ªes espa?oles. A primera vista, un cruce atrabiliario entre hippies y amish, entre farmac¨®filos y psiconautas, entre fil¨®sofos y monjes, entre familias y expatriados en su propia tierra. Los hombres llevan largas sayas, camisolas y chalecos superpuestos, turbantes, bufandas y sandalias con calcetines de lana. ?De la antigua lana m¨ªstica, s¨ªmbolo de pobreza y sencillez? ?De la antigua lana de la que dicen que procede el nombre mismo del sufismo? Las mujeres cubren su cabeza desordenadamente, sin ortodoxia, pero visten tambi¨¦n faldas largas, blusas anchas, botas largas, chaquetas anchas. A la mayor¨ªa le cuelgan beb¨¦s de la cadera. Me resultan extra?os. ?Por qu¨¦ destilan esa calma? Sonr¨ªen, se abrazan. Me alarma que los hombres y las mujeres se distribuyan en distintos grupos. Pero despu¨¦s, durante una actuaci¨®n cuajada de discurso (demasiado, para mi gusto), Sheik Hassan, insistir¨¢ en distanciarse del machismo inherente a las sociedades isl¨¢micas. No me convence del todo, aunque s¨¦ que los suf¨ªes apoyan, por ejemplo, a las feministas musulmanas francesas, y s¨¦ que hay m¨ªsticas suf¨ªes de la altura de Teresa de ?vila: "?Oh, Dios m¨ªo!, si te adoro por el miedo al infierno, qu¨¦mame en ¨¦l. Si te adoro por la esperanza del para¨ªso, excl¨²yeme de ¨¦l. Pero si te adoro s¨®lo por ti mismo, no apartes de m¨ª tu eterna belleza", escribi¨® la suf¨ª Rabe¨ªah Adawiya en el siglo VIII. Pero no s¨¦. No s¨¦, ya dije.
Tampoco el concierto me convenci¨®. Quiz¨¢ porque, como dijo Sheik Hassan, "escuchar requiere modestia y concentraci¨®n, quedarse vac¨ªo, ajustarse a uno mismo". Quiz¨¢. Espera m¨²sica, m¨¢s m¨²sica. Aunque s¨¦ que, de alguna manera, inaprensible a¨²n para m¨ª, ah¨ª estaba: la m¨²sica, el vac¨ªo, yo misma, la que quisiera ser buena sirviente de la poes¨ªa y el amor. Porque en todas partes estaba Rumi, el poeta: "Yo soy el que escribi¨® todo esto / en tu imaginaci¨®n. / ?C¨®mo no voy a conocer el secreto de tu Coraz¨®n? / Yo estoy dentro de tu Alma". ?Dios? ?Al¨¢? Y el derviche giraba y giraba y giraba, y en el giro iba yo: "Ven, ven, quien quiera que seas: / Trotamundos, fiel, amante del amor: / ?Qu¨¦ importa? / Nuestro camino no es de desesperanza / Ven, aun si has roto tus promesas / cientos de veces: / Vuelve, ven de nuevo, ven". Y volver¨¦.
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