La fuente
Ella se llama Carmen, Do?a Carmen desde que se cas¨® a los 25 a?os con Don Cecilio Moreno, el propietario de Moreno, una tienda de ropa para caballero muy conocida en la ciudad. Desde luego, Carmen camina como deben caminar las se?oras, con su traje de chaqueta, su bolso de piel marr¨®n, sus mechas de miel dorada, sus zapatos de tac¨®n bajo y su sonrisa de educaci¨®n alta. Saluda, pregunta por la familia, por la salud de las ancianas madres, y se despide de los conocidos que va encontr¨¢ndose por la calle. Mi madre muy bien gracias, responde ella cuando alguna amiga le pregunta. Es un milagro, nadie dir¨ªa la edad que tiene mi madre. Vive con mi hermana Fuensanta, aunque, la verdad, parece que es mi madre la que cuida de mi hermana, siempre achacosa y con dolores de espalda. Las mujeres de antes eran mucho m¨¢s fuertes que nosotras. Do?a Carmen y Don Cecilio cogieron ayer s¨¢bado el coche para acercarse a Arjona, a darle un beso a Piedad, que est¨¢ como un sol a sus 85 a?os, cuidando de la espalda de la pobre Fuensanta, aunque a Fuensanta le guste quejarse y darse importancia por los cuidados que exige la anciana madre, una carga, querid¨ªsima y que no nos falte nunca, pero una carga. Ayer s¨¢bado cogieron el coche, con la intenci¨®n de estar de vuelta a las 8, porque a las 9 hab¨ªan quedado con Juanita y Antonio para tomarse en la calle Navas la cerveza y los calamares fritos de los s¨¢bados. Desde que los ni?os son grandes est¨¢n mucho m¨¢s libres. Llegaron tarde por el atasco que hab¨ªa en la carretera. Ya ni a Arjona se va a poder ir, con tanto coche, tanto pito y tanto imb¨¦cil. La circunvalaci¨®n se queda peque?a en las horas punta y en los fines de semana, como antiguamente las iglesias en los d¨ªas de fiesta. Hoy domingo han ido a misa de 12, en el Sagrario, y comentan por la calle el serm¨®n de don V¨ªctor, que desde luego ha estado muy bien, mientras saludan a los amigos y a los clientes de la tienda, y preguntan por los hijos, que ya est¨¢n hechos unos hombres y unas mujeres. Carmencita tiene ahora la misma edad con la que Do?a Carmen se vino de Arjona a estudiar Farmacia en Granada.
Dej¨® la carrera en el cuarto curso, porque se hac¨ªa pesada la lista de suspensos y porque conoci¨® a Cecilio, se cas¨® con ¨¦l y decidi¨® echarle una mano en la tienda. Total, hab¨ªa que contratar a alguien, y era lo mismo despachar aspirinas que camisas blancas en Casa Moreno, el dinero gracias a Dios no iba a faltar. Un comercio decente siempre es un seguro de vida. Cecilio Moreno hered¨® de su padre la tienda y la sonrisa, el modo de saludar, de preguntar, de aconsejar, de quitarle los alfileres a los pijamas, de envolver a los clientes con amabilidades de cinta m¨¦trica, de esconder con elegancia el deseo urgente de vender y el odio ante las reticencias y las fugas de los compradores perdidos. Habr¨¢ que o¨ªr en la trastienda los comentarios ir¨®nicos sobre esos muertos de hambre. Pero en el mostrador, durante la liturgia de ense?ar el g¨¦nero, los dedos afilados de sus manos tienen una palidez de obispo que bendice a sus fieles. Don Cecilio y Do?a Carmen bajan felices por la Carrera de las Angustias, tan orgullosos de los viajes que han hecho como de los que no han hecho, tan contentos de la dominical l¨ªnea de flotaci¨®n de su vida como de haber despreciado siempre los cantos de sirenas que acaban en naufragio. Quien no se arriesga no tiene que tender luego la ropa mojada. Es verdad que la gente ya no sabe vestir, que las maderas del escaparate est¨¢n algo gastadas, pero la tienda da lo suficiente, y los ni?os est¨¢n criados, y es mejor no preocuparse mientras pasean y saludan camino de la fuente que acaba de inaugurar el Ayuntamiento en el Paseo del Sal¨®n. ?Est¨¢n dejando la ciudad preciosa! Do?a Carmen mira la fuente, las tazas inmensas, la altura monumental de talla extra, las mujeres desnudas, las granadas gigantes que parecen peces en el agua con la boca abierta. Do?a Carmen le comenta airada a Don Cecilio: "yo no s¨¦ como hay gente a la que no le gusta. Ya querr¨ªa mi hermana una fuente as¨ª en Arjona".
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