La s¨¦ptima vida. Alberto Garc¨ªa-Alix
Una forma de mirar es una forma de ser. Y mucho m¨¢s en un fot¨®grafo. Para conocer a Alberto Garc¨ªa-Alix no hace falta leer ning¨²n art¨ªculo sobre su vida. (Ni siquiera ¨¦ste). No hay que acudir a los t¨®picos de su voz rota, el cuerpo sembrado de tatuajes y la vieja leyenda del maldito. Ni recurrir al cuero negro, las motocicletas Harley-Davidson y los escenarios de la movida. Decorados que detesta. Para conocer a Garc¨ªa-Alix hay que repasar sus fotograf¨ªas. Y ah¨ª est¨¢ ¨¦l. Sin recovecos.
Cada una de sus im¨¢genes es la huella de un amor, una amistad o un infierno. De miedos y heridas. Sus modelos no sonr¨ªen; nunca fingen. ?l tampoco. "No me gusta el teatro; ya tengo bastante en mi vida". Durante 30 a?os de nebulosa carrera ha retratado su biograf¨ªa a trav¨¦s de la de otros. Las mujeres que am¨® y el hermano que se fue; moteros en el filo de la navaja y estrellas del porno; dosis de hero¨ªna y habitaciones vac¨ªas. Carreteras desiertas, barrios extremos y pensiones sin nombre. Cada paisaje es el reflejo de un estado de ¨¢nimo. El espejo de su existencia. La de uno de los grandes fot¨®grafos de este pa¨ªs con obra en el Reina Sof¨ªa de Madrid, la Bolsa de Francfort o el Museo de Arte Contempor¨¢neo de Castilla y Le¨®n. "La fotograf¨ªa es mi cuarto de juegos", dice. "Y en mi cuarto de juegos fijo yo las reglas. No me planteo las fotos; no digo: 'Voy a hacer la luna en un bosque de Ibiza. O unas ventanas iluminadas en la penumbra mientras beso a mi chica'. Surgen. Me imagino la luz, abro el obturador, me la juego? y sale. Y pienso: ?A-mayor-gloria-de-Dios!".
"Nunca he retratado seres marginales, sino gente que ha cruzado la frontera. Como yo"
"Una buena foto es algo poderoso, vibrante, que late. No me interesa la t¨¦cnica, sino el latido"
"Me gustan las situaciones literarias, elmisterio; es una forma de llvar al espectador donde quieres"
"Llevo gasolina en la sangre. Las motos representan para m¨ª la felicidad y la libertad"
"T¨² no abandonas la droga; te abandona la droga a ti en busca de cuerpos m¨¢s j¨®venes"
Garc¨ªa-Alix ha retratado como nadie el universo de sexo, droga y rock and roll que estall¨® en Espa?a a la muerte del dictador. La generaci¨®n de los 100.000 derrotados por la hero¨ªna. Reconoce que sus im¨¢genes huelen a pobre. Su propia cama, "mi t¨¢lamo nupcial", omnipresente en su producci¨®n, tiene las s¨¢banas sobadas, y en sus ba?os en blanco y negro huele a mugre. Pero niega ser un fot¨®grafo de marginales. "Eso es una tonter¨ªa. Nunca he fotografiado seres marginales, sino gente que ha cruzado la frontera. Gente diferente. Como yo. Miro esas fotos y veo ese mundo con amor. Incluso contemplo nuestra destrucci¨®n con amor. La hero¨ªna es un asunto muy doloroso. No es divertido ser adicto. La hero¨ªna funde tiempo y espacio, a¨ªsla; es el demonio. Pero hay flores hasta en el desierto".
Garc¨ªa-Alix es el protagonista de todas sus fotograf¨ªas. Planea sobre ellas. Es el juez de su mirada. Narra la historia. Decide qu¨¦ mira y con qu¨¦ intenci¨®n. Desde el balc¨®n de su hogar, un destartalado caser¨®n entre Chueca y la Gran V¨ªa madrile?a, por el que transita a diario sin cita un cortejo de amigos, explora esta noche con su c¨¢mara los tejados iluminados por la Luna. Cada encuadre sugiere un estado de ¨¢nimo. "La fotograf¨ªa es una elecci¨®n, una fragmentaci¨®n voluntaria de la realidad. El fot¨®grafo elige. Y debe tomar mil decisiones en segundos: el ¨¢ngulo, la luz, la velocidad, el foco. En el retrato, adem¨¢s, tiene que exigir. Mi relaci¨®n con el modelo siempre es tensa. Decido su mirada; la posici¨®n de sus hombros, de su cuello, sus manos. Estiro la goma hasta donde aguanta. Y si se escapa, vuelvo a empezar. La diferencia entre una buena y una mala foto es muy peque?a?, pero es insondable".
-?Qu¨¦ es una buena foto?
-Algo poderoso, vibrante. Que late aunque sea imperfecto. No me importa la t¨¦cnica, sino el latido, la pulsi¨®n. No creo en el ¨¦xito y el fracaso. Me rebelo. Antes me preocupaba que una foto estuviera perfectamente compuesta y enfocada; ahora, transmitir. Mis retratos de hace 20 a?os eran m¨¢s est¨¦ticos; hoy busco la sinceridad, reconocerme en el dolor, hacer una fotograf¨ªa m¨¢s cercana y desnuda.
Cuando se dispone a capturar una imagen, Garc¨ªa-Alix entra en una especie de trance. "Reflexiono en mi fotograf¨ªa todo lo que no he reflexionado en mi vida, que ha sido un desastre. Miro por la c¨¢mara para entender el mundo y para entenderme a m¨ª. A veces lo logro; esos momentos en que est¨¢s brillante, que te gustas, como dicen los toreros. Sientes ese revuelto de tripas, esa predisposici¨®n. Y haces una buena faena. El aprendizaje con la fotograf¨ªa es un aprendizaje con la vida. Al principio, me guiaba por la intuici¨®n; ahora, hay una reflexi¨®n. Educas tu mirada. Llevas al espectador donde quieres. Soy mejor cazador de im¨¢genes que cuando empec¨¦; tengo m¨¢s cartuchos. M¨¢s sabe el demonio por viejo que por demonio".
Lleg¨® a la fotograf¨ªa por casualidad. Sin estudios ni cultura visual. Aunque con buenas lecturas (su abuelo materno, Enrique P¨¦rez Ferrero, era periodista y bi¨®grafo de Baroja y los Machado). Quer¨ªa fotografiar carreras de motos. "Soy un quemado. Llevo gasolina en la sangre. Representan para m¨ª la felicidad, la juventud, la libertad. Sin moto, la vida se me hace cuesta arriba". Su padre le regal¨® una Nikon a los 18 a?os. Garc¨ªa-Alix s¨®lo tir¨® un carrete en un gran premio de motociclismo. Pero sigui¨® disparando sobre su entorno. Y comenz¨® a retratarse. A¨²n no sabe explicar por qu¨¦. Buscaba algo a que agarrarse. Hab¨ªa abandonado la universidad. Dejado la casa familiar una tarde de 1975 con su maleta a lomos de un ciclomotor. No conoc¨ªa su destino. Presum¨ªa en su primer tatuaje de estar "perdido". En agosto de 1976, hizo sus primeras fotos callejeras durante las 12 horas de rock (y libertad) del Festival de Canet de Mar, entre banderas rojas, anarquistas y republicanas. Ese mismo a?o comenz¨® a chutarse junto a Teresa, uno de sus grandes amores; fallecer¨ªa a comienzos de los noventa. "Fue a la primera persona a la que dije que era fot¨®grafo. Se lo crey¨®; y pens¨¦: '?Bingo! ?Ya soy fot¨®grafo!". Despu¨¦s vendr¨ªan 100.000 disparos m¨¢s.
La fotograf¨ªa se hab¨ªa convertido en el ancla de su vida. Con ella no perder¨ªa todo. "Con la hero¨ªna fui un at¨ªpico. Iba a saltitos. La dejaba. Me levantaba. Volv¨ªa. Pas¨¦ mis monos en terreno neutral. Sin involucrar a mis padres. Met¨ªa mucho la pata. Pero segu¨ªa haciendo fotos. Hab¨ªa que comer. Y la c¨¢mara romp¨ªa mi aislamiento. Me lo dijo un d¨ªa Willy, mi hermano peque?o, antes de morir de sobredosis: 'Lo tuyo es diferente; tienes la fotograf¨ªa. Pero yo ?qu¨¦ tengo? ?Trabajar en una f¨¢brica por cuatro duros?'. Willy no ten¨ªa salida. En una semana te quitas el mono; pero luego necesitas una ilusi¨®n para vivir".
-Su hermano ya hab¨ªa tenido otra sobredosis. ?Por qu¨¦ no luch¨® por ¨¦l?
-El riesgo est¨¢ siempre en la hero¨ªna. Y lo asumes. Nadie se va de rositas. En aquellos a?os exist¨ªa la m¨ªstica de la droga. La contracultura, la agitaci¨®n, lo underground. La sobredosis era un riesgo que asum¨ªas; como la muerte de un soldado en el campo de batalla: ?la vieja guardia sufre pero no se rinde! Yo no pod¨ªa exigir a mi hermano que lo dejara aunque se estaba matando. Si yo consum¨ªa, ?c¨®mo iba a ser tan hip¨®crita! Muri¨® en junio de 1984; mi chica (Ana Curra, que tocaba en Los Pegamoides) y yo pusimos el Love me tender de Elvis y nos pegamos un homenaje. ?Va por ti, Willy!
-?C¨®mo recuerda esos a?os?
-Fuera del sistema. Inconscientes, lo pas¨¢bamos de miedo. Siempre pens¨¦ que fueron muy divertidos. Pero hace alg¨²n tiempo comenc¨¦ a ver mis fotos de aquellos a?os y lo que me hab¨ªa parecido tan divertido ya no lo era tanto: la mayor¨ªa de aquella gente hab¨ªa muerto. Y la m¨ªstica se disolvi¨® ante el dolor.
Flotando en la cubeta del revelador, en la penumbra del laboratorio, bajo la luz roja y el arrullo del agua, se vuelve a materializar el pasado de Alberto Garc¨ªa-Alix. Las im¨¢genes que emergen en la soledad del cuarto oscuro son un pedazo de lo que el fot¨®grafo ha vivido. Garc¨ªa-Alix mantiene la ceniza de su cigarrillo en un precario equilibrio. En el laboratorio resucitan los amores y los amigos. Aqu¨ª, una noche volvi¨® a conversar con su hermano a trav¨¦s de su retrato: "Ya ves, Willy, qui¨¦n nos iba a decir que t¨² ibas a morir tan pronto y yo vender¨ªa un d¨ªa tu foto".
"Un d¨ªa me com¨ª un ¨¢cido y tuve un viaje muy jodido, y me di cuenta de que la fotograf¨ªa era una forma de disciplina; de ocupar el tiempo muerto. Me pasaba horas revelando mientras escuchaba fuera a los amigos poni¨¦ndose. Siempre he trabajado en casa. A mi ritmo. Rodeado de amigos. Me sent¨ªa protegido. El mundo exterior me daba miedo. En casa estaba a salvo".
Fue el comienzo. "Me fascin¨® la magia de la cocina". Tres d¨¦cadas m¨¢s tarde, a¨²n se encierra para conseguir en sus fotograf¨ªas esa suave gama de grises marca de la casa. "Soy un tiquismiquis". Eleva desde la cubeta una copia empapada, brillante, sedosa; entrecierra los ojos y musita: "Lo puedo mejorar". Empieza de nuevo: revelador, paro, fijador. Siete copias hasta dar en el clavo. "Esto ya s¨®lo lo hacemos los dinosaurios".
Es un momento en que su trabajo tiene algo de rito. Otro es cuando comienza a disparar. Entonces se a¨ªsla. No importa qu¨¦ ocurra a su alrededor. Entra en un estado de concentraci¨®n absoluta. Con un problema a?adido: es miope y nunca us¨® gafas. Accedi¨® a llevarlas hace unos meses, pero las suele olvidar sobre su marchito tup¨¦ de viejo rockero. Y al no ver, su inmersi¨®n en lo que va a retratar tiene que ser mayor. Un esfuerzo que le sume en un total estado de nervios (a ¨¦l, ya de por s¨ª un nervioso incontenible, que nunca para de agitar sus extremidades inferiores y aguantaba a base de nervio, sin pesta?ear, un botellazo en el cr¨¢neo para desplomarse s¨®lo cuando la pelea hab¨ªa concluido).
Esta madrugada va a fotografiar a un empresario de la noche madrile?a en la trastienda de su bar. Sin adornos ni estilismo. El espacio es denso y claustrof¨®bico: un cuartucho junto a los retretes, semioculto entre cajas de botellas y con una inquietante caja fuerte en la pared. "?Qu¨¦ habr¨¢ dentro?". Es lo primero que se pregunta Garc¨ªa-Alix. Los ojos le brillan. "Me gustan las situaciones y los personajes literarios. El misterio. Es una forma de llevar al espectador donde t¨² quieres".
Fuma sin parar. Bebe Coca-Cola. Atr¨¢s quedaron el alcohol y la hero¨ªna. A lo sumo, un par de homenajes al a?o. No le qued¨® m¨¢s remedio. Vio la muerte. Y arrastra una cirrosis. "Iba a los bares y pensaba: 'Qu¨¦ suerte, cu¨¢ntas botellas quedan'. Siempre he cre¨ªdo que los del ron Negrita me deber¨ªan hacer un regalo por haber sido su mejor cliente. Y la droga? Bueno, t¨² no abandonas la droga; la droga te abandona a ti en busca de cuerpos m¨¢s j¨®venes".
Hace calor. Suda. Est¨¢ muy p¨¢lido. Durante un par de horas imparte secas instrucciones al amo de la noche al que est¨¢ retratando. Con el mismo tono desabrido que utilizaba para ordenar a las estrellas del porno que se bajaran las bragas y abrieran las piernas. Mientras enfoca, masculla un mon¨®logo: "Podr¨ªa estar mejor, pero ?c¨®mo lo consigo?". "Me la juego". Mientras, la fot¨®grafa Paola Bragado, de su equipo, mueve los focos, carga la c¨¢mara y mide la luz. Y le recuerda a voces: "?Alberto, las gafas!". "Me olvido de todo. Si no tuviera alguien al lado, las sesiones no saldr¨ªan. He llegado a hacer fotos sin carrete. Necesito alguien que no es el t¨ªpico ayudante; es guardia pretoriana. Toda mi vida, ese trabajo lo ha hecho alguien muy pr¨®ximo a m¨ª. Una vez me recomendaron a un chaval; le pregunt¨¦ qu¨¦ le¨ªa y me contest¨® que nada; le puse en la calle".
Sus tripas le indican el momento de disparar. "Cuando algo vibra, me convulsiona, me da miedo. Un momento que si se escapa, no vuelve". El alma de la fotograf¨ªa: en una d¨¦cima de segundo, "todo o nada". Dos palabras tatuadas en sus nudillos. Una declaraci¨®n de principios. (Como todos sus tatuajes). La fotograf¨ªa ha dado sentido a su vida. Y tambi¨¦n ha sido su tortura. Se ha visto a trav¨¦s de ella. Y lo que ha visto no siempre le ha gustado.
"Si pudiera acordarme de todas las noches que he vivido? ?Qu¨¦ novela!". Garc¨ªa-Alix, que cumpli¨® 51 a?os hace un mes, es, ante todo, un narrador. Un acu?ador de frases brillantes. Ah¨ª est¨¢n los t¨ªtulos de sus exposiciones: Llorando a aquella que crey¨® amarme; El eco de mis pasos; La soledad de mis delirios. Un contador de historias que oscilan entre la realidad y la ficci¨®n, y que declama con su dram¨¢tica dicci¨®n tabernaria. Es imposible prever cu¨¢nto puede durar una conversaci¨®n a su lado. De frente y a distancia de charla, como a ¨¦l le gusta retratar. Es incansable. Bajadas al infierno y subidas al para¨ªso. La vida cotidiana del yonqui que busca y espera su dosis. La vida en la carretera de los bikers, sucios y tatuados. Sus huesos rotos; sus viajes; Par¨ªs, T¨¢nger y Formentera. Las mujeres que dejaron huella. La historia que hay detr¨¢s de cada foto.
"?sta es mi princesita, la que me da de comer". Su vieja c¨¢mara Hasselblad C 501 est¨¢ decorada con soles y margaritas, y tiene sobre el visor dos ojos de cristal del tama?o de canicas que siempre est¨¢n abiertos. Como los de Garc¨ªa-Alix. "Una buena historia; una historia vivida, hay que escucharla siempre. En fotograf¨ªa pasa lo mismo: busco que los ojos de mis modelos dialoguen con el espectador. Comunicar es mi gran premio como fot¨®grafo".
Lo que no quiere decir que Alber-to Garc¨ªa-Alix sea s¨®lo un fot¨®grafo. Editor, escritor, conquistador, biker, aprendiz de poeta, guionista, copropietario de garitos canallas, padre de los hijos de sus mujeres, bailar¨ªn, cantante de tangos... Lo deja claro desde nuestro primer encuentro: "Ser fot¨®grafo no es suficiente; nunca me he sentido un gran fot¨®grafo y, durante mucho tiempo, ni siquiera un fot¨®grafo. Era un hobby que me daba de comer. Mi vida no ha sido hacer fotos; ha sido aprender, divertirme y trabajar con los amigos. Y drogarme". Sin m¨¢s, se introduce en un polvoriento pasillo en su casa y rescata ejemplares de El canto de la tripulaci¨®n, aquella revista "sin c¨®digo de barras; un canto libertario", que pari¨® y aliment¨® desde 1989 hasta 1996. "Es lo m¨¢s importante que he hecho". El canto de la tripulaci¨®n fue un sue?o y una forma de vida. Una treintena de locos agitados por Garc¨ªa-Alix que desde una inh¨®spita nave industrial cercana a Vallecas pusieron en circulaci¨®n 10 n¨²meros de una publicaci¨®n irrepetible, que nadie sab¨ªa nunca cu¨¢ndo iba a aparecer, no se vend¨ªa en quioscos y organizaba fiestas salvajes. Su ep¨ªlogo, crear un equipo de motos, el Pura Vida Racing Team, que coloc¨® una Ducati en el Campeonato de Espa?a. "Poner una m¨¢quina japonesa en pista es divertido; pero poner una Ducati, una m¨¢quina italiana, es un regalo del cielo".
En El canto se materializaron las obsesiones de Garc¨ªa-Alix: las motos, las mujeres y los tatuajes; la muerte y la camarader¨ªa; la literatura de aventuras; los viajes interiores; el anarquismo; C¨¦line, Pavese y G¨®mez de la Serna. Tir¨® del carro. Se arruin¨® cien veces. Acumul¨® en su casa cientos de botellas apuradas hasta el fin. El sue?o se rompi¨® por incomparecencia de los tripulantes. Su guardia pretoriana muri¨® en torno a la hero¨ªna. Su ¨²ltimo aliento est¨¢ en las p¨¢ginas de la Tripulaci¨®n. Corr¨ªan los peores a?os del sida.
Alberto Garc¨ªa-Alix es un superviviente. Ha dilapidado seis de sus siete vidas entre accidentes, peleas, descensos a poblados de la droga y puntapi¨¦s a su salud. Tiene el h¨ªgado machacado, muchos clavos en los huesos y un viejo navajazo en la ingle que le propin¨® un legionario de Cristo Rey, que no le mat¨® porque se interpuso un paquete de Fortuna (lo primero que hizo a¨²n sangrando fue hacerse un retrato). Pero todav¨ªa pasea su elegante figura de chulo-rockero-motero-marinero-apache-bandido con la Leica al cuello por Malasa?a; esas calles a las que lleg¨® en 1976, cuando era un veintea?ero sin oficio ni beneficio, y Malasa?a, un mortecino distrito de artesanos. Treinta a?os despu¨¦s, ¨¦ste es el barrio de moda. Y ¨¦l, un icono. Un cl¨¢sico de la fotograf¨ªa. Durante este mes expone en Caracas y Bogot¨¢; en junio, en la galer¨ªa Juana de Aizpuru, de Madrid. En julio mostrar¨¢ su obra en los Encuentros Internacionales de la Fotograf¨ªa, en Arl¨¦s (Francia). En septiembre, en la galer¨ªa Carlos Tach¨¦, de Barcelona. El a?o que viene, en la Kamel Mennour, de Par¨ªs, antes de inaugurar una retrospectiva de su obra en el Museo Reina Sof¨ªa que pretende sea mucho m¨¢s que una simple revisi¨®n de su obra. All¨ª estrenar¨¢ De donde no se vuelve, un v¨ªdeo de 52 minutos en el que trabaja y que supone una revisi¨®n de su mundo a partir de sus fotos e im¨¢genes narradas por ¨¦l mismo. "No me queda tiempo para hacer fotos. El tiempo no me cunde. A veces me siento viejo".
Su rostro refleja todas las cicatrices de sus naufragios. Pero su cuerpo es a¨²n s¨®lido y fibroso. Y sus modales, de caballero. Tiene el pelo gris, las patillas blancas, y unos ojillos oscuros y est¨¢ticos que miran de arriba abajo, y en los momentos m¨¢s duros de nuestra conversaci¨®n parece que van a desalojar un torrente de l¨¢grimas. Falsa alarma. Cuando su narraci¨®n llega al punto m¨¢s terrible, se hace un silencio; el tiempo se congela unos segundos y lo que escapa de su boca es una carcajada.
Tras la extinta aventura de El canto de la tripulaci¨®n llegaron buenos y malos tiempos. La situaci¨®n econ¨®mica hab¨ªa mejorado. De Vallecas, Garc¨ªa-Alix saltaba al coraz¨®n de Madrid. A los 40 a?os ten¨ªa por fin un cuarto de ba?o en condiciones. En 1998, la primera edici¨®n de PhotoEspa?a le dedicaba una retrospectiva que supondr¨ªa su consagraci¨®n entre el gran p¨²blico. Las cosas comenzaban a marchar. Hab¨ªa publicado media docena de libros desde 1986. Y expuesto en Europa y Estados Unidos. En 1999 consegu¨ªa, inesperadamente, el Premio Nacional de Fotograf¨ªa, que conserva, renegrido y con las cintas de la bandera de Espa?a deshilachadas, en la pared de su laboratorio sujeto con una chincheta. Hace un par de a?os lo repesc¨® para pedir un cr¨¦dito. El director del banco alucin¨® al ver aparecer a un loco con un ajado pergamino como aval del pr¨¦stamo solicitado.
En la primavera de 2003 estall¨® su mundo. ?l lo describe como "la gran fractura". Se ve¨ªa venir: sus autorretratos iban mostrando el creciente malestar de su vida; una sensaci¨®n de callej¨®n sin salida. "Siempre fui libre, pero nunca fui libre de m¨ª". De pronto, todo se confabulaba en su contra: se ve¨ªa obligado a afrontar una dolorosa ruptura sentimental, la muerte de los ¨²ltimos amigos, su eterna adicci¨®n a la hero¨ªna y, por si fuera poco, una hepatitis C le situaba al borde de la tumba. Ten¨ªa que tomar una decisi¨®n. ?l, que toda su vida ha huido hacia delante. "Y decid¨ª vivir; en vez de hundirme, apost¨¦ por salir adelante; y me fui a Par¨ªs. Ten¨ªa que hacer un tratamiento m¨¦dico muy fuerte para salvar mi h¨ªgado. Y en Madrid era imposible, aqu¨ª hay demasiadas tentaciones? Cerr¨¦ mi casa. Regal¨¦ mis cosas. Quem¨¦ mis barcos. Me di un homenaje en Las Barranquillas (el pen¨²ltimo poblado de la droga en Madrid). Y cog¨ª el avi¨®n. Atr¨¢s quedaban mi mundo y mi seguridad".
A partir de ese momento es posible seguir sus pasos a trav¨¦s de sus fotograf¨ªas. ?ltima noche en Madrid refleja el desamparo de su casa de Madrid antes de partir. En el verano de 2003, presionado por su amiga la core¨®grafa Blanca Li, comienza la quimioterapia a rega?adientes. "Yo lo hubiera pospuesto eternamente". Una foto de esos d¨ªas inmortaliza la fr¨ªa habitaci¨®n en la que transcurren los primeros compases del tratamiento. Durante semanas no deja de tiritar, tiene fiebre y dolores, pierde peso y masa muscular, cae en una depresi¨®n. Quiere llorar pero no sabe. El proceso dura un a?o. S¨®lo le acompa?a Nicol¨¢s Combarro, un fot¨®grafo de 28 a?os que es pieza clave en su trabajo y sus proyectos. En ese estado febril, Garc¨ªa-Alix comienza a hacer fotograf¨ªas por las calles de los suburbios de Par¨ªs; retratos furtivos con su Leica y solitarias ventanas iluminadas en la noche. El reflejo de su alma acongojada. Muchas de esas im¨¢genes compondr¨¢n Tres v¨ªdeos tristes; el m¨¢s extenso de sus autorretratos. Un descarnado viaje interior que estrena en Par¨ªs y luego en Madrid entre 2004 y 2006. De todo ese proceso, f¨ªsico, art¨ªstico y mental, saldr¨¢ renacido.
"Lo reconozco: tengo suerte; estoy vivo. Tengo un organismo privilegiado". Alberto Garc¨ªa-Alix, el Keith Richards de la fotograf¨ªa, saborea su s¨¦ptima vida. Tras a?os de trasgresi¨®n, hoy es considerado un gran artista, aunque de cerca siga siendo un tipo humilde; un t¨ªmido contumaz que se siente inc¨®modo ante el halago; un anarquista que desprecia la pol¨ªtica y el establishment cultural. A sus 51 a?os, ha conseguido vivir como quiere. "Siempre he sido el due?o de mi trabajo y de mi hambre". Su ¨²nica aspiraci¨®n es "dar algo de m¨ª; dejar algo. Y vivir como me gusta. ?Ya es muy tarde para cambiar de lente!".
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