La enigm¨¢tica musa de los a?os locos
Una exposici¨®n muestra en Vigo retratos de Tamara de Lempicka junto a la recreaci¨®n de los ambientes donde cre¨® su mundano personaje
Las paredes de las salas de exposici¨®n de la Casa das Artes, en Vigo, han sido pintadas de gris. Es el mismo tono que Tamara de Lempicka eleg¨ªa para presentar sus pinturas, para que los colores intensos y metalizados de sus retratos de los personajes de la alta sociedad del Par¨ªs de entreguerras destacaran sobre un fondo neutro. El gris envuelve las obras de Lempicka y ayuda a evocar los ambientes en los que vivi¨® y construy¨® un personaje exc¨¦ntrico, mundano y enigm¨¢tico. Las fotos de su dormitorio de Par¨ªs, los muebles modernistas que decoraban el sal¨®n de su apartamento, su rostro retratado en blanco y negro con aires de estrella de cine y los dise?os de alta costura que acostumbraba a vestir recuerdan en la exposici¨®n a una pintora considerada por las revistas femeninas de los a?os veinte "un s¨ªmbolo de la liberaci¨®n de la mujer". La Tamara artista, "la pintora art dec¨®" que aparece de refil¨®n en los libros de arte, est¨¢ representada por cerca de medio centenar de pinturas que recorren los a?os m¨¢s prol¨ªficos de su carrera, los que vivi¨® en Par¨ªs tras huir de la Rusia bolchevique y la err¨¢tica evoluci¨®n posterior.
Emmanuel Br¨¦on, comisario de la exposici¨®n de Vigo, la primera que presenta en Espa?a la obra de Lempicka y que estar¨¢ abierta hasta el 15 de julio, cree que la pintora fue "un ovni" en el arte de su ¨¦poca. Su vida est¨¢ llena de enigmas que ella se encargaba de alimentar. Ocultaba el lugar y la fecha de nacimiento, aunque debi¨® de nacer en Mosc¨² en el seno de una familia acomodada de origen polaco en 1898. Empez¨® a pintar al llegar al exilio de Par¨ªs huyendo de la revoluci¨®n bolchevique y buscando una fuente de recursos para olvidar las penurias del exilio. Adoraba el lujo y la buena vida: "Una obra, una joya", le gustaba decir. Y la alta sociedad pagaba bien sus singulares retratos, en los que dejaba traslucir la influencia de los grandes pintores del Renacimiento, con un toque de cubismo que reflejaba en los paisajes urbanos utilizados de fondo.
Sus cuadros han llegado a ser iconos de los a?os locos de Par¨ªs, sin mantener contacto con los movimientos art¨ªsticos que bull¨ªan a su alrededor. Frecuentaba la noche de Par¨ªs, llegaba al estudio de madrugada y pintaba durante horas, con la ayuda de la coca¨ªna.
Lempicka pint¨® lo mejor de su producci¨®n en tan s¨®lo 10 a?os, a partir de mediados los a?os veinte del siglo XX. De esta ¨¦poca procede el grueso de la exposici¨®n, como los retratos de su primer marido, Tadeusz de Lempicki; de su amiga Suzie Solidor, una cantante de cabar¨¦ con la que tuvo una estrecha relaci¨®n, o de varios arist¨®cratas franceses e italianos, pero tambi¨¦n el de la bella Rafaela, una prostituta que contrat¨® como modelo y le llev¨® a realizar una de sus pinturas m¨¢s sensuales.
La necesidad del dinero fue el motor que impuls¨® su creatividad. Su segundo matrimonio con el bar¨®n Raoul Kuffner le procur¨® estabilidad econ¨®mica, pero rest¨® interes a su carrera art¨ªstica. La exposici¨®n recoge las pinturas que realiz¨® tras afincarse en Estados Unidos a finales de los a?os treinta, huyendo esta vez de las amenazas del nazismo. La depresi¨®n que sufri¨® dej¨® su huella en el dramatismo de los retratos de esta ¨¦poca, y en su acercamiento a los temas religiosos. "Tamara pint¨® para sobrevivir. El dinero del bar¨®n Kauffner le dio seguridad, pero parec¨ªa cansada de la vida", dice Br¨¦on. En los ¨²ltimos a?os de su vida Lempicka pint¨® bodegones con toques surrealistas y busc¨® con poco ¨¦xito nuevos caminos en la abstracci¨®n, aunque la exposici¨®n s¨®lo recoge su obra figurativa. Muri¨® en M¨¦xico en 1980. S¨®lo ocho a?os antes, el galerista parisiense Alain Blondel hab¨ªa rescatado su pintura del olvido con una exposici¨®n de los viejos retratos de los a?os veinte y treinta. Ella pensaba entonces que eran obras pasadas de moda.
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