Sonrisas ilimitadas
Si usted caminara por las calles de su barrio mirando a la cara y con expresi¨®n expectante, ?cu¨¢ntos transe¨²ntes le sonreir¨ªan o saludar¨ªan de alg¨²n modo?
La sonrisa es una pr¨¢ctica universal del ser humano, aunque la disposici¨®n a sonre¨ªr a desconocidos var¨ªa en cada cultura. En Australia, donde no es infrecuente ser abierto y amable con los desconocidos, la ciudad de Port Phillip, un ¨¢rea que cubre algunos de los suburbios costeros de Melbourne, se ha servido de algunos voluntarios para averiguar con qu¨¦ frecuencia sonr¨ªe la gente a las personas que se cruza en la calle. Despu¨¦s instal¨® se?ales que parecen indicar l¨ªmites de velocidad, pero que dicen a los transe¨²ntes que est¨¢n, por ejemplo, en una "Zona de 10 sonrisas por hora".
?Una fr¨ªvola tonter¨ªa? ?Un desperdicio del dinero de los contribuyentes? Seg¨²n la alcaldesa Janet Bolitho, lo que se intenta con las se?ales es animar a la gente a sonre¨ªr o a decir "G'day" -el saludo m¨¢s corriente en Australia-, tanto a sus vecinos como a los desconocidos que se encuentran al pasear por la calle. Sonre¨ªr, a?ade, fomenta una mayor conexi¨®n entre las personas y una mayor seguridad, de manera que reduce el miedo a la delincuencia, un elemento importante para la calidad de vida de muchos barrios.
El Consistorio, en una iniciativa af¨ªn, destinada a que los residentes se conozcan, tambi¨¦n facilita las fiestas callejeras. Deja que la poblaci¨®n local se ocupe de los pormenores, pero le ofrece asistencia organizativa, presta barbacoas y sombrillas, y cubre los seguros de responsabilidad civil. Multitud de personas que llevan viviendo muchos a?os en la misma calle se encuentran por primera vez en esas reuniones.
Todo esto forma parte de un programa global que pretende calibrar c¨®mo cambia la calidad de vida de la ciudad, con el fin de que el Ayuntamiento pueda tener un mejor conocimiento de si est¨¢ llevando a la comunidad en una direcci¨®n deseable. Las autoridades quieren que Port Phillip sea una zona sostenible, no s¨®lo medioambientalmente, sino desde el punto de vista de la equidad social, la viabilidad econ¨®mica y la vitalidad cultural.
Port Phillip se toma en serio la figura del buen ciudadano del mundo. En lugar de considerar que tener coche es una muestra de prosperidad, la ciudad acoge con entusiasmo la reducci¨®n del n¨²mero de veh¨ªculos -y el incremento de la utilizaci¨®n del transporte p¨²blico-, como signo de que disminuyen las emisiones de gases de efecto invernadero, fomentando al mismo tiempo una forma de vida m¨¢s sana en la que la gente tienda m¨¢s a caminar o a ir en bicicleta. La ciudad tambi¨¦n busca proyectos de edificios que consuman menos energ¨ªa.
Algunos entes locales consideran que su papel es proporcionar servicios b¨¢sicos como la recogida de basuras y el mantenimiento de las v¨ªas p¨²blicas, adem¨¢s, evidentemente, de recaudar los impuestos para sufragarlos. Otros promueven la econom¨ªa de la zona, fomentando la instalaci¨®n de industrias en su suelo, para as¨ª incrementar el empleo y las bases imponibles.
El Ayuntamiento de la ciudad de Port Phillip adopta una perspectiva m¨¢s amplia y a m¨¢s largo plazo. Quiere que los que vivan en la localidad una vez desaparecida la generaci¨®n actual dispongan de las mismas oportunidades de disfrutar de una buena calidad de vida que los residentes actuales. Para proteger esa calidad de vida debe poder calibrar los muy diversos aspectos que la fomentan, y la simpat¨ªa es uno de ellos.
Para muchos Gobiernos, tanto nacionales como locales, prevenir la delincuencia es una prioridad mucho mayor que promover la simpat¨ªa y la cooperaci¨®n. Sin embargo, como el profesor Richard Layard, de la London School of Economics, ha se?alado en su reciente libro Happiness: Lessons from a New Science [La felicidad: lecciones de una nueva ciencia], fomentar la simpat¨ªa suele ser f¨¢cil, barato y puede tener grandes beneficios, al hacer m¨¢s feliz a la gente. Entonces, ?por qu¨¦ no debe ser ¨¦ste un objetivo de las pol¨ªticas p¨²blicas?
Hay experiencias positivas muy peque?as que no s¨®lo pueden conseguir que las personas se sientan mejor consigo mismas, sino que sean m¨¢s serviciales con los dem¨¢s. En la d¨¦cada de 1970, las psic¨®logas estadounidenses Alice Isen y Paula Levin realizaron un experimento en el que ciertas personas seleccionadas al azar hac¨ªan una llamada de tel¨¦fono: unas encontraban una moneda de diez centavos olvidada por un usuario anterior y otras no. A continuaci¨®n, a todos esos individuos se les daba la oportunidad de ayudar a una mujer a recoger una carpeta con papeles que se le hab¨ªa ca¨ªdo delante de ellos.
Seg¨²n Isen y Levin, de los 16 que encontraron la moneda, 14 ayudaron a la mujer, mientras que de los 25 que no la encontraron, s¨®lo uno lo hizo. En este mismo sentido, otro estudio descubri¨® una diferencia similar respecto a la disposici¨®n a enviar una carta con se?as escritas olvidada en la cabina telef¨®nica: los que encontraron la moneda eran m¨¢s proclives a enviarla.
Aunque investigaciones posteriores han puesto en duda la existencia de estas dr¨¢sticas diferencias, no se discute mucho que estar de buen humor hace que la gente se sienta mejor consigo misma y que sea m¨¢s propensa a ayudar a los dem¨¢s. Los psic¨®logos califican esta tendencia de "resplandor de la buena voluntad".
?Por qu¨¦ tomar peque?as medidas que puedan producir ese resplandor no ha de formar parte de la labor de gobierno? Aqu¨ª tenemos una prueba de su ¨¦xito: en el ¨²ltimo a?o y medio, la proporci¨®n de personas que te sonr¨ªe en Port Phillip ha pasado del 8% al 10%.
Peter Singer es catedr¨¢tico de Bio¨¦tica en la Universidad de Princeton y Laureate Professor en la de Melbourne. Traducci¨®n de Jes¨²s Cu¨¦llar Menezo. ? Project Syndicate, 2007.
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