La recomposici¨®n de la vida pol¨ªtica francesa
Aunque es cierto que la aparici¨®n, el fulgor y el r¨¢pido debilitamiento de la candidatura de Fran?ois Bayrou constituye un acontecimiento de una rara intensidad en las democracias occidentales, no debe ocultarnos lo esencial. Nadie ha cre¨ªdo nunca seriamente en la victoria de Fran?ois Bayrou a la cabeza de un partido de centro reforzado por muchas figuras importantes de la derecha y la izquierda. Su r¨¢pido ascenso se debi¨® al sentimiento, muy vivo entre los franceses, de que las categor¨ªas de nuestro sistema pol¨ªtico ya no se corresponden con la realidad. Votar a Bayrou era protestar contra el estado actual del sistema pol¨ªtico, pero no hab¨ªa que ser un observador muy perspicaz para darse cuenta de que los numerosos apoyos que hab¨ªa recabado se retirar¨ªan, al menos en parte, en cuanto quedase planteada la cuesti¨®n urgente de la mayor¨ªa parlamentaria y, por tanto, de su capacidad para gobernar.
En realidad, el fracaso de Bayrou, previsible desde el primer d¨ªa, permite percibir la naturaleza del problema que hay que resolver, lo que demuestra tambi¨¦n que la suya no es una aventura ef¨ªmera, sino que se inscribe en la direcci¨®n que parece seguir la transformaci¨®n de la vida pol¨ªtica francesa.
1. En primer lugar, tanto en Francia como en otros pa¨ªses, la oposici¨®n derecha-izquierda, que no ha desaparecido en absoluto, se encuentra debilitada por lo que se ha llamado "crisis de la democracia representativa", es decir, por la ausencia de una correspondencia directa entre las alternativas pol¨ªticas y las diferentes opciones hist¨®ricas, pol¨ªticas y culturales.
2. El problema de la transformaci¨®n del sistema pol¨ªtico franc¨¦s pasa, antes que nada, por una necesaria transformaci¨®n de la izquierda. ?sta sigue siendo heredera de la socialdemocracia de los a?os treinta y, en particular, del Frente Popular. La palabra es desenvueltamente revolucionaria, pero los actos no acompa?an y el coraje a menudo brilla por su ausencia, como se vio en las guerras de Espa?a y Argelia y otros lugares. El mantenimiento de una ideolog¨ªa radical, en contradicci¨®n con las realidades de Francia y Europa, se manifest¨® ruidosamente en el rechazo al proyecto de Constituci¨®n Europea. Pero, en realidad, nunca se ha producido una ruptura entre la Secci¨®n Francesa de la Internacional Obrera (SFIO) de Blum (1936), el programa de Fran?ois Mitterrand (1981) y la clara victoria del no al proyecto de Constituci¨®n (2005). Esta extra?a situaci¨®n, que a¨ªsla completamente a Francia y, en consecuencia, la priva de la influencia que hab¨ªa conquistado en Europa -no en vano fue su principal arquitecto-, se fue haciendo insostenible a medida que retroced¨ªa el Partido Comunista y que dentro del Partido Socialista se organizase solidamente una izquierda de la izquierda -en particular desde la huelga de 1995-, y que un hombre de Estado como Laurent Fabius se colocase a la cabeza de esa izquierda radical, no s¨®lo para rechazar el proyecto de Constituci¨®n, sino tambi¨¦n para apoderarse del Partido Socialista, elaborar un nuevo proyecto y alcanzar as¨ª el poder.
En s¨®lo unos meses, esas ilusiones han demostrado lo que val¨ªan en realidad y, aunque a¨²n no se quiera reconocer, la imposibilidad de resucitar a la izquierda revolucionaria en la Europa actual ha quedado patente. Dominique Strauss-Kahn, el adversario directo de Laurent Fabius, no obtuvo un resultado mejor que ¨¦ste en las primarias que tuvieron lugar dentro del Partido Socialista. Nunca ha sido posible imaginar una evoluci¨®n del Partido Socialista Franc¨¦s que lo acerque a los partidos an¨¢logos de Europa occidental.
La indispensable transformaci¨®n de la izquierda francesa, sin la cual ¨¦sta permanecer¨¢ alejada del poder durante mucho tiempo, s¨®lo puede llevarse a cabo mediante una ruptura. La presente campa?a electoral est¨¢ enteramente organizada en la izquierda en torno a dos rupturas.
La primera, que ha adoptado formas extremas, es la ruptura de S¨¦gol¨¨ne Royal con el Partido Socialista. En un primer momento, esa actitud le vali¨® la nominaci¨®n por parte de los miembros del PS, y se ha ido haciendo cada vez m¨¢s notoria, por no decir brutal, a lo largo de la campa?a. En la pr¨¢ctica, el Partido Socialista ha dejado de existir, y cuando S¨¦gol¨¨ne Royal da un mitin en una ciudad ignora completamente a los representantes electos del partido en la regi¨®n. Sus equipos de trabajo no son muy conocidos, pero proceden del exterior del partido, en par
-ticular en el terreno econ¨®mico, en el que cuenta con el apoyo de la nueva escuela de Par¨ªs, que actualmente congrega a los mejores economistas franceses. Este aislamiento voluntario la ha movido a conquistar un voto popular muy sensible al tema nacional y no menos sensible al tema del orden social y del castigo a los delincuentes. Pero quienes le reprochan la reivindicaci¨®n de la bandera y La Marsellesa cometen un error. En primer lugar, porque ¨¦stos son los s¨ªmbolos m¨¢s fuertes de lo que fue la izquierda francesa: una lucha nacional de liberaci¨®n contra la aristocracia francesa y sus aliados europeos. Y, en segundo, porque no hay que confundir la invocaci¨®n de la identidad nacional con el rechazo al extranjero que practica el Frente Nacional.
La segunda ruptura llega desde el exterior, desde la candidatura de Bayrou, que supo atraerse a un gran n¨²mero de electores socialistas, sobre todo entre las categor¨ªas sociales con mayor nivel educativo. A partir del instante en que la candidatura Bayrou perdi¨® brillo, empezaron a aparecer grupos y textos favorables al acercamiento entre el Partido Socialista y el nuevo centro.
La redefinici¨®n de la izquierda puede cobrar las formas m¨¢s diversas, pero la clave siempre estar¨¢ en la sustituci¨®n de una izquierda verbalmente revolucionaria por una izquierda realmente reformista y modernizadora. Puede que S¨¦gol¨¨ne Royal llegue a necesitar los votos de los electores de Bayrou para triunfar en la segunda vuelta, y puede tambi¨¦n que los nuevos diputados elegidos en torno a Bayrou obliguen a la izquierda -en el Parlamento- a formar un Gobierno de alianza con el centro. De todas formas, lo repito, la mezcla de izquierda y extrema izquierda que ha sobrevivido durante tanto tiempo en Francia debe trasformarse ineluctablemente en centro-izquierda.
Las cosas parecen m¨¢s sencillas en la derecha, pues, a pesar de que el Frente Nacional mantiene un perfil elevado, Nicolas Sarkozy, candidato de la UMP, una formaci¨®n masiva y disciplinada, no tiene adversario. Aunque tambi¨¦n es cierto que sus apoyos no forman un bloque precisamente compacto. Sarkozy cambi¨® su discurso marcadamente liberal por otro marcadamente gaullista antes de que el ascenso del Frente Nacional le animara a volver sobre el tema de la creciente inseguridad producto de la inmigraci¨®n. Es verdad que, desde el fin del periodo gaullista, la derecha francesa es m¨¢s d¨¦bil y moderada de lo que podr¨ªa ser. Sarkozy es percibido, antes que nada, como el hombre que puede endurecer una derecha que ahora dispone de un poderoso aparato pol¨ªtico. No obstante, el desarrollo de esta campa?a est¨¢ lejos de convencer a la opini¨®n francesa, ni siquiera a la de derechas.
Tras su aparente omnipotencia, y aunque nunca haya perdido la primera posici¨®n, la candidatura de Sarkozy no deja de dar pruebas de su fragilidad. La derecha duda en dotarse de una expresi¨®n demasiado brutal de esa mezcla de liberalismo y nacionalismo que constituye su ideolog¨ªa principal. Y si cotejamos estos dos ¨®rdenes de observaci¨®n, podremos concluir que la soluci¨®n "l¨®gica" ser¨ªa el ¨¦xito de un centro-izquierda apoyado de una manera u otra por los electores de Bayrou, es decir, por el deslizamiento de una parte del centro-derecha hacia el centro-izquierda.
Pero las extremas dificultades que vienen encontrando desde hace tiempo los esfuerzos de transformaci¨®n de la izquierda pueden llevar una vez m¨¢s al fracaso de esa nueva izquierda que Mitterrand destruy¨® al eliminar a Michel Rocard y que Lionel Jospin debilit¨® para mucho tiempo con su propio fracaso. En ese caso, es posible que veamos, y ¨¦sta es la hip¨®tesis m¨¢s veros¨ªmil actualmente, el triunfo de una derecha m¨¢s liberal y represiva de lo que quisieran muchos de sus electores. En realidad, tal victoria no se corresponder¨ªa con el estado general de la opini¨®n. La corriente de centro-izquierda es, de hecho, m¨¢s poderosa y din¨¢mica que la masa de la derecha, m¨¢s firme en sus rechazos que en sus propuestas.
Hay que reconocer pues que la victoria de Sarkozy en la segunda vuelta es la hip¨®tesis m¨¢s probable, dado que un porcentaje numeroso del electorado del Frente Nacional apoyar¨¢ a Sarkozy contra todas las corrientes de izquierda. Lo que demuestra este breve an¨¢lisis es que la campa?a presidencial tiene un ¨²nico tema: la recomposici¨®n de la izquierda y sus consecuencias en el centro y en la derecha. Ning¨²n candidato ha presentado ideas importantes sobre ninguno de los problemas esenciales de la econom¨ªa, el reparto social, la educaci¨®n o la pol¨ªtica internacional. Pero el car¨¢cter irreal de la tendencia dominante en la izquierda francesa le obliga a dar prioridad, en los a?os actuales, a la transformaci¨®n de la izquierda organizada antes que a los problemas econ¨®micos, sociales y culturales, por importantes o urgentes que sean.
Alain Touraine es soci¨®logo y director del Instituto de Estudios Superiores de Par¨ªs. Traducci¨®n de Jos¨¦ Luis S¨¢nchez-Silva.
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