Fantasmas que piden la palabra
Nada que ver esta nueva novela de Enrique Murillo con la compleja y nutrida de reflexiones El centro del mundo (1988). No digo que sean diferentes porque La muerte pegada a las u?as carezca de aquellas caracter¨ªsticas, adem¨¢s de su fino humor e inteligente alejamiento de una autocomplaciente iron¨ªa, aunque si iron¨ªa. Me refiero m¨¢s exactamente a las medidas de la novela, a ese trabajo de concentraci¨®n de su materia narrativa que la acerca a la nouvelle. No obstante, un elemento acerca a las dos novelas. La ambig¨¹edad de sus voces narradoras. En El centro del mundo la voz narradora no coincid¨ªa con el foco de conciencia que interesaba al lector para reconocer con precisi¨®n el problema humano que se aireaba, con lo cual el problema humano ganaba en profundidad. En La muerte pegada a las u?as hay una voz en primera persona, pero que apenas tiene relevancia al lado de la competencia narrativa de un segundo personaje que ocupa el centro de la novela con su magn¨¦tica historia. El excelente logro de esta novela estriba en que Enrique Murillo ha sabido condensar de un tir¨®n una historia que se alimenta de muchas historias, todas cruciales, todas a las que hay que atender sin jerarqu¨ªas previas.
LA MUERTE PEGADA A LAS U?AS
Enrique Murillo
Bruguera. Barcelona, 2007
98 p¨¢ginas. 11,50 euros
En La muerte pegada a las u?as una especie de ejecutivo viaja en el puente a¨¦reo de Barcelona a Madrid. A su lado se sienta un fot¨®grafo (del que no sabremos su nombre, igual que el del narrador, hasta el final del relato). Ni corto ni perezoso, el fot¨®grafo comienza a contarle al narrador su vida. Le cuenta que su mujer hace poco que ha muerto, una mujer a la que amaba mucho pero que a partir de un cierto momento (la muerte de sus padres, el cambio de domicilio a una casa llena de historias pasadas) sufre un cambio repentino, experimenta un declive ps¨ªquico que la conduce al suicidio. El narrador al comienzo se niega a atender al extra?o y pesado acompa?ante. Pero la historia lo va vampirizando, de la misma manera que fueron vampirizando a su mujer las voces de otros seres ya muertos con sus tr¨¢gicas y a veces abyectas historias.
Es ¨¦sta una historia de amor.
A m¨ª me recuerda, sin que ello exija comparaci¨®n alguna, a otra nouvelle de parecida factura art¨ªstica. Me refiero a En ausencia de Blanca, de Antonio Mu?oz Molina. Una historia de amor, una mujer enigm¨¢tica, una parecida eficacia formal. Enrique Murillo le ha agregado a su trabajo unos fantasmas que no dejan de gravitar en la hero¨ªna de esta historia como aquellos seres sobrenaturales que gravitan en algunos cuentos emblem¨¢ticos de Edgar Allan Poe. Y para terminar, la habitaci¨®n del fondo del piso en donde la mujer del fot¨®grafo dialoga con sus fantasmas puede recordarnos aquella habitaci¨®n de El centro del mundo donde su protagonista obten¨ªa indicios esenciales de su destino. En definitiva, una novela para degustar el arte del que cuenta y, sobre todo, el arte del que un d¨ªa descubre su obligaci¨®n de escuchar.
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