Despu¨¦s de veinte a?os

Cuando yo ten¨ªa catorce a?os,

me hac¨ªan trabajar hasta muy tarde.

Cuando llegaba a casa, me cog¨ªa

la cabeza mi madre entre sus manos.

Yo era un muchacho que amaba el sol y la tierra

y los gritos de mis camaradas en el soto

y las hogueras en la noche

y todas las cosas que dan salud y amistad

y hacen crecer el coraz¨®n.

A las cinco del d¨ªa, en el invierno,

mi madre iba hasta el borde de mi cama

y me llamaba por mi nombre

y acariciaba mi rostro hasta despertarme.

Yo sal¨ªa a la calle y a¨²n no amanec¨ªa

y mis ojos parec¨ªan endurecerse con el fr¨ªo.

Esto no es justo, aunque era hermoso

ir por las calles y escuchar mis pasos

y sentir la noche de los que dorm¨ªan

y comprenderlos como a un solo ser,

como si descansaran de la misma existencia,

todos en el mismo sue?o.

Entraba en el trabajo.

La oficina

ol¨ªa mal y daba pena.

Luego

llegaban las mujeres.

Se pon¨ªan

a fregar en silencio.

Veinte a?os.

He sido

escarnecido y olvidado.

Ya no comprendo la noche

ni el canto de los muchachos sobre las praderas.

Y, sin embargo, s¨¦

que algo m¨¢s grande y m¨¢s real que yo

hay en m¨ª, va en mis huesos:

Tierra incansable,

firma

la paz que sabes.

Danos

nuestra existencia a

nosotros

mismos.

De Blues castellano (escrito en 1966, publicado en 1982).