Encarecidamente
La paz, con tanta Numancia y tanta Massada para alimentar el imaginario del valor, es cosa de cobardes. De los que prefieren la transacci¨®n y el convencimiento; de las que, entre medio ni?o para cada una, y uno vivito y coleando para la otra, prefieren lo segundo. Yo nunca he entendido el juicio de Salom¨®n, que terminaba como una novela rosa gracias a un prejuicio. Que la que robaba, adem¨¢s, mataba. Para m¨ª, la que dijo qu¨¦ horror, c¨®mo van a cortar al beb¨¦, era la cobarde que s¨®lo quer¨ªa un ni?o. La otra, a lo mejor, dec¨ªa que su propio dolor, su propio odio, su propia propiedad -su propio hijo secuestrado-, o suyo o de la tumba fr¨ªa. Innegociable.
Yo s¨ª que creo que en una situaci¨®n de fractura y violencia hay que hacer concesiones. Zapatero dice que no lo cree, pero yo pienso que Aznar s¨ª lo pensaba. Porque con ETA, de verdad, s¨®lo hay un gran tema que negociar: los "prisioneros". Aznar hizo 62 gestos inequ¨ªvocos en ese sentido, sin contar los acercamientos. Nos quedan quinientos etarras en las c¨¢rceles espa?olas. Pero Aznar ten¨ªa una cosa a su favor: el PP. La derecha, y el caso israel¨ª es paradigm¨¢tico, har¨¢ lo que hay que hacer aunque no se lo pida el cuerpo -paz por territorios, por ejemplo- pero boicotear¨¢ a voces cualquier intento de la izquierda. Es terrible, pero los indudables r¨¦ditos electorales de la paz parecen tener m¨¢s importancia para ellos que la paz misma.
Y luego est¨¢ el miedo. ETA da miedo, claro que da miedo. Pero tambi¨¦n da miedo no condenarla suficientemente. M¨¢s exactamente: da miedo a?adir algo m¨¢s a la condena. Es como si los que estamos con el proceso de paz, estuvi¨¦ramos con ETA o aprob¨¢ramos los m¨¦todos violentos de su entorno. O como si no tuvi¨¦ramos una intensa compasi¨®n por todos los heridos por la violencia etarra. Yo, desde luego, la tengo: demasiados amigos a los que quiero viven bajo amenaza y lloran muertos. Pero, compartiendo su dolor y su repulsa, no puedo compartir su ret¨®rica.
La condena a ETA quiere ocupar todo el discurso pol¨ªtico posible, toda la acci¨®n pol¨ªtica posible, dejando el resto para negociaciones y servicios secretos, y eso esteriliza un aspecto important¨ªsimo del proceso: el que prepara a la sociedad para asumir la paz.
Son muchas las diferencias de este momento del proceso de paz, respecto a lo ya andado. Pero la principal es que no va de tapadillo, ni por un lado, ni por otro. Que se est¨¢ rompiendo la irredenci¨®n de ETA, con cada vez m¨¢s grupos de la izquierda nacionalista conmin¨¢ndole a dejar las armas, y que el Gobierno admite en abierto su voluntad pacificadora. Que se intenta adecuar el discurso a la negociaci¨®n, que con sus inevitables ires y venires afirma su existencia en la voluntad de muchos.
Es verdad que asistimos a una situaci¨®n cambiante. Cada d¨ªa pasa algo nuevo que alienta la esperanza o da un paso atr¨¢s, y que estamos, como siempre por otra parte, en un pulso. Por eso es por lo que tiene que haber negociaciones: porque es malo para todos que gane s¨®lo uno, y en eso tampoco puedo coincidir con el discurso de la derecha. Aqu¨ª tenemos que ganar todos, si la convivencia democr¨¢tica es ganar, y s¨®lo ser¨¢ si la victoria es de y para todos.
Pero concreta, me digo. Otegi no puede permitirse perder protagonismo y dejar de ganar legitimidad, es decir, se tiene que desmarcar de ETA y de su ca¨ªda del guindo: ?que volver¨¢n a matar si Batasuna no va a elecciones? ?Pero qu¨¦ plan es ese? Otegi lo tiene en sus manos, crudo, pero en sus manos. Porque con esa premisa, su legalizaci¨®n se dificulta infinitamente, y el papel privilegiado que podr¨ªa tener, de s¨ªntesis pacificadora, que yo creo que lo podr¨ªa tener, se va al agua. As¨ª que ETA le est¨¢ haciendo un flaco servicio, porque lo suyo no es ir a consultar la voluntad popular con un ej¨¦rcito detr¨¢s. Esto es inadmisible hasta para ellos mismos, es m¨¢s, sobre todo para ellos mismos.
Por otra parte, el PNV, que ha dado suficientes muestras de cordura democr¨¢tica, est¨¢ en su derecho de plantear sus "m¨¢ximos" territoriales y pol¨ªticos, y de defenderlos democr¨¢ticamente. La gran acusaci¨®n con la que han tenido que cargar es que la violencia etarra era un argumento silente pero eficaz que ha yacido bajo sus palabras toda la vida. Eso de "est¨¢n ¨¦stos". Y claro que est¨¢n. Pero nadie como el PNV en la responsabilidad de separar objetivos y medios.
Yo creo que, se confiese o no, ah¨ª est¨¢ el quid. Separar fines y medios, y reconocer que el adversario tiene el derecho a defender sus propios objetivos en el contexto democr¨¢tico. Los nacionalistas radicales, renunciando definitivamente a la violencia, que es ileg¨ªtima, pero no a sus ideas del mundo, de la organizaci¨®n social, de la organizaci¨®n territorial, que como tales ideas son leg¨ªtimas. Tanto como las contrarias.
Con las contrarias tambi¨¦n hay que bregar. Porque toca reconocer al adversario, condici¨®n sin la que no se puede discutir. A cara descubierta, con las solas armas de las palabras. Yo no creo que Zapatero pida desesperadamente ning¨²n gesto a los nacionalistas radicales ni a ETA, pero, aunque mi voz no sea nada, yo s¨ª. Encarecidamente. Porque creo que este proceso merece la pena, que la paz merece la pena, y que, en este momento de la partida, les toca la pr¨®xima jugada.
Rosa Pereda es periodista y escritora.
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