?Qu¨¦ fue de Nungesser y Coli?
1El libro p¨®stumo de W. G. Sebald, Sin contar, es un conjunto de brev¨ªsimos poemas s¨²bitos, acompa?ados de grabados del pintor Jan Peter Tripp. A cada haiku de Sebald le corresponde una pintura extraordinariamente minuciosa de una mirada. Entre los personajes que miran est¨¢n Borges, Proust, Francis Bacon, Samuel Beckett, Truman Capote, Rembrandt, Juan Carlos Onetti, Javier Mar¨ªas, Michael Kr¨¹ger. En realidad, el libro es un poema de las miradas.
Lo compr¨¦ para regalarlo y, al descubrir lo que conten¨ªa (y sobre todo lo que escond¨ªa tras su sencilla apariencia de libro de haikus con grabados de miradas), he terminado por qued¨¢rmelo y no darlo a nadie. Es un libro peculiar que contiene y esconde textos que son como fugaces rel¨¢mpagos, como fotograf¨ªas, como instant¨¢neas que salvan todo aquello que es tan ef¨ªmero y que podr¨ªa engullir en una d¨¦cima de segundo la corriente de la caducidad, "lo extra?amente gris/ que era la luz/ cuando estuvimos/ en marzo en la/ isla de los Pavos Reales".
Encontramos en el libro la tenaz inquietud de Sebald por rescatar del olvido la fugacidad del pasado, incluido -por mucho que pueda rozar el rid¨ªculo- un huidizo escalope a la milanesa: "En el vag¨®n restaurante/ del Arlberg Express/ va un hombre sentado/ con luto en la solapa/ & consume/ pensativo un/ escalope a la milanesa". Creo que en esa miniatura o haiku est¨¢ concentrado todo Sebald, hasta el punto de que si quitamos la palabra luto queda desfigurado el libro entero. Como recuerda Andrea K?hler en el ep¨ªlogo, el pensar ceremonialmente, el escribir con luto en la solapa era caracter¨ªstico de un escritor a quien le inquietaba el pensamiento de que "el mundo, por decirlo de alg¨²n modo, se vac¨ªe a s¨ª mismo porque las historias que se quedan pegadas a las cosas no ser¨¢n nunca ni o¨ªdas, ni dibujadas ni contadas a otros por nadie", tal como se dice en Austerlitz. O en este mismo libro, en el haiku final: "Sin contar/ queda la historia/ de las caras/ vueltas hacia otro lado".
Al final, como dice Sebald, ¨²nicamente quedar¨¢n los que quepan sentados alrededor de un tambor. Imagen sensata de la nada. "Nadie nunca jam¨¢s", que dir¨ªa Beckett, uno de los fotografiados. Hay una correspondencia art¨ªstica de Sebald con este autor y, por supuesto, tambi¨¦n con Robert Walser y Franz Kafka, tan pr¨®ximos a lo marginal, a la peque?ez y a la desaparici¨®n. Acerca de ciertas desapariciones, leemos en el ep¨ªlogo de K?hler: "Despu¨¦s de todo, W. G. Sebald, a medida que pasa el tiempo desde que se fue, se va convirtiendo progresivamente en ese caminante solitario que en una de sus ¨²ltimas fotograf¨ªas nos vuelve la espalda mientras que, con su bast¨®n y su sombrero, va tomando una curva del camino tras la que un instante despu¨¦s desaparece. El mismo caminante que se pasea por todos sus libros, un caminante como Robert Walser, en el que Sebald, en un ensayo, reconoce a su amado abuelo".
2
No es lunes, pero me acuerdo -je me souviens- del poeta mexicano Fabio Mor¨¢bito, que escribi¨® un libro de poemas intens¨ªsimo, De lunes todo el a?o: un t¨ªtulo bell¨ªsimo, por mucho que siempre me invite a pensar en la palabra luto.
3
Voy a Blanes en el incierto tren de Cercan¨ªas y me fijo en un hombre que va de luto, y por un momento creo que no he visto bien. Voy con el libro de Sebald, voy ley¨¦ndolo hasta que levanto la vista y confirmo que, en efecto, he visto mal. Ni siquiera est¨¢ el hombre. Puede hablarse de una desaparici¨®n fulminante del pasajero, del viajero imaginado. Minutos despu¨¦s, en otro haiku de Sebald (estilo Perec en Je me souviens) doy con m¨¢s desapariciones: "El 8 de mayo de 1927/ los capitanes/ Nungesser & Coli/ despegaron de Le Bourget/ & despu¨¦s nunca m¨¢s/ se les volvi¨®/ a ver". Por la noche, ya de nuevo en casa, me dedico a averiguar quienes fueron esos capitanes y me adentro en la historia del extra?o destino de los pilotos franceses Nungesser y Coli, quienes fracasaron tr¨¢gicamente en su tentativa de atravesar el oc¨¦ano Atl¨¢ntico s¨®lo dos semanas antes de que Lindbergh realizase con ¨¦xito la haza?a en 33 horas. La gloria que ellos buscaban la consigui¨® el norteamericano. Y sobre Nungesser y Fran?ois Coli cay¨® el olvido, aunque en su momento se habl¨® mucho de ellos y de su extra?a desaparici¨®n. Se sabe que despegaron de Le Bourget ese 8 de mayo y que su avi¨®n, L'oiseau blanc, un biplano Levavasseur P.L.8 del que jam¨¢s se encontraron sus restos, pudo haberse estrellado un d¨ªa m¨¢s tarde en los bosques de Machias, Maine. ?Qu¨¦ fue de Nungesser y Coli? ?Qu¨¦ fue de aquellos capitanes? En su momento, todo el mundo habl¨® de esa volatilizaci¨®n enigm¨¢tica que daba para tantas c¨¢balas, o tal vez para ninguna. Hoy, en cambio, son pocos los que la recuerdan. Al rescatarla del olvido, Sebald no s¨®lo me ha puesto en contacto con esta historia, sino con otra que ha surgido casualmente de mi investigaci¨®n cuando, en plenas pesquisas en antiguos diccionarios y en Google, me he desviado de mi camino al topar y distraerme con la figura de un pintor mexicano, ?ngel Z¨¢rraga, que vivi¨® gran parte de su vida en Par¨ªs y que realiz¨® un cuadro alucinante en homenaje a Nungesser y Coli. He podido ver esa pintura y es una composici¨®n influida por el cubismo en la que aparecen no s¨®lo los rostros de los aviadores m¨¢rtires, aureolados como santos por grandes nubes voluminosas, sino tambi¨¦n y sin que haya ninguna otra raz¨®n que la dictada por la misma composici¨®n del lienzo, algunas figuras femeninas: mujeres en actitudes de espera cada vez m¨¢s intensas hasta llegar en la parte inferior del cuadro al dolor y al luto -de nuevo el luto, como si fuera una traza que proviene de Sebald-, constituyendo cuadros aut¨®nomos dentro del cuadro. He mirado esa pintura y despu¨¦s me he olvidado de todo, salvo del olvido.
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