La 'yihad' de Omar y Mohamed
Historia de dos hermanos. Los ¨²ltimos suicidas de Casablanca
Mohamed, el mayor: serio, callado, estricto, muy religioso. Omar, el peque?o: abierto, mujeriego, m¨¢s golfo, consumidor ocasional de alcohol y de kala, una hierba con propiedades excitantes que se coloca bajo la lengua. Dos hermanos muy distintos. Dos maneras de pensar. Dos trayectorias vitales opuestas que se reencuentran el s¨¢bado 14 de abril en la avenida Moulay Youssef de Casablanca: los dos se inmolan en apenas treinta segundos frente al consulado norteamericano y frente al American Language Centre. Las v¨ªctimas del doble atentado son ellos.
Inmolarse sin apenas causar da?os. Inmolarse porque no hay salida. Inmolarse con explosivos caseros para encontrar la redenci¨®n.
Mi¨¦rcoles, cuatro de la tarde, plaza de Bouchentouf, detr¨¢s de la casa de los hermanos Maha. Los viejos de este barrio popular se congregan bajo la higuera que m¨¢s sombra otorga. Hay partida de damas con tapones de botellas de pl¨¢stico, azules contra rojos. Abdelfatah pasa delante de los abuelos, con su gorra de b¨¦isbol roja y sus vaqueros desgastados, camino del caf¨¦ Formosa. Tiene 27 a?os y mirada de ni?o. "Eran gente normal, hac¨ªan su oraci¨®n y volv¨ªan a casa", dice frente a un t¨¦ humeante. "Alguien les lav¨® el cerebro y les empuj¨® a hacer esa estupidez". Un hombre impecablemente trajeado se sienta en la mesa de al lado. Dos mesas m¨¢s all¨¢ hay otro. La polic¨ªa secreta ha tomado el barrio.
Mohamed se levantaba todos los d¨ªas al alba, para la primera oraci¨®n en direcci¨®n a La Meca
Omar tambi¨¦n rezaba, pero era m¨¢s abierto,m¨¢s 'cool'. A veces beb¨ªa y con ¨¦l se pod¨ªa hablar de chicas
En el barrio de los suicidas s¨®lo hay un polic¨ªa de uniforme, pero est¨¢ lleno de agentes de paisano
Fueron s¨®lo 30 segundos. Los dos hermanos corrieron por el bulevar y saltaron en pedazos
Casablanca vive d¨ªas intensos. Los consulados est¨¢n protegidos por un per¨ªmetro de seguridad para que nadie pueda acercarse f¨¢cilmente a ellos. Los hoteles donde hay extranjeros, tambi¨¦n. El consulado americano estaba custodiado el mi¨¦rcoles por la tarde por una docena de polic¨ªas y cuatro militares. El portavoz del Gobierno, Nabil Ben Abdella, dijo el mi¨¦rcoles que el pa¨ªs se hallaba en "estado de alarma extrema", y luego lo desminti¨® aduciendo que le hab¨ªan traducido mal. Los terroristas suicidas han sembrado el p¨¢nico. El portavoz asegura que el terrorismo puede volver a golpear en cualquier momento. La semana pasada se cerr¨® con dos atentados y siete muertos. Seis terroristas y un polic¨ªa. Se sospecha que esto es s¨®lo el principio. El principio de una marea que apunta a Ceuta y Melilla, y cuyo siguiente destino podr¨ªa ser Al Andalus.
Mohamed Maha, el mayor de los dos hermanos, de 32 a?os. Un tipo serio, t¨ªmido y muy inteligente. Se relacionaba poco con la gente del barrio. Vest¨ªa con la tradicional kmis y se levantaba todos los d¨ªas al alba para la primera oraci¨®n del d¨ªa, El Fjar. Tal era su religiosidad que hac¨ªa los cinco rezos a la hora exacta en que toca, ni un segundo antes, ni un segundo despu¨¦s. Algo poco habitual, seg¨²n cuenta Mustaf¨¢, amigo de los dos hermanos kamikazes que vive en la misma calle que ellos, a tres portales de distancia. Mustaf¨¢ siempre estar¨¢ agradecido al mayor de los hermanos Maha. Fue ¨¦l quien vino a darle consuelo y consejo espiritual cuando su madre muri¨®, hace apenas un mes. Las dos familias se conoc¨ªan bien. Eso s¨ª, cuando Mustaf¨¢ oy¨® el nombre de sus dos vecinos como autores del atentado, pens¨® que hab¨ªa un error, "no puede ser, se habr¨¢n equivocado".
Mohamed era un tipo tranquilo. De peque?o s¨®lo se pon¨ªa nervioso cuando jugaba al f¨²tbol. Su amigo Mustaf¨¢ recuerda perfectamente aquella pelea en la playa, donde sol¨ªan jugar juntos. Mohamed no era mal centrocampista. Su ¨ªdolo era Ronaldinho. En aquella pelea, Mohamed peg¨®, pero se llev¨® tambi¨¦n una buena pedrada. Era tuerto. Su hermana Khadija le sac¨® un ojo. Por accidente, cuando eran peque?os. Con un palo de hierro.
Su hermana Khadija no quiere hablar. No quiere saber nada del doble atentado que sus hermanos perpetraron en la avenida Moulay Youssef, donde a¨²n se pueden ver seis cristaleras reventadas, en la sede de la empresa Haworth, frente al consulado americano. Khadija, de 27 a?os, viv¨ªa junto a sus dos hermanos. Tiene miedo de que le hagan una foto que arruine sus perspectivas de casarse alg¨²n d¨ªa. Tras los atentados fue arrestada y puesta en libertad. Ya no est¨¢ en el domicilio familiar.
El mayor de los Maha hac¨ªa chapuzas por el barrio como electricista. Ten¨ªa una plancha para hacer impresiones de n¨²meros y letras en camisetas deportivas. Le pagaban un dirham (10 c¨¦ntimos de euro) por cada prenda entregada. El mismo viernes, un d¨ªa antes del atentado, entreg¨® 21 camisetas en una tienda de al lado de su casa. Una tienda con dependientes que bajan la vista ante las preguntas del periodista. Ese viernes, Mustaf¨¢ se cruz¨® con Mohamed, le salud¨®. Ven¨ªa de rezar de la mezquita.
Omar, el peque?o, de 23 a?os, no era tan religioso como su hermano mayor. Los vecinos le describen como un chico guapo. Bastante cachas. Vestido m¨¢s a la occidental, con sus zapatillas deportivas negras. "Con ¨¦l s¨ª se pod¨ªa hablar de chicas", cuenta Mustaf¨¢, una r¨¦plica f¨ªsica del futbolista Ra¨²l, con su sudadera impecable y su pelo engominado para atr¨¢s; un tipo de 27 a?os que trabaja de vez en cuando por las noches como guarda de seguridad, y que se dedica, como el menor de los dos suicidas, al "peque?o comercio". Comprar y vender baratijas, ropa, alpargatas. El peque?o de los Maha sub¨ªa a Ceuta y se tra¨ªa quesos y chocolates para revenderlos.
"Omar tambi¨¦n rezaba, pero era m¨¢s abierto, m¨¢s cool. De vez en cuando beb¨ªa y tomaba kala", asegura Mustaf¨¢. Los dos hermanos dorm¨ªan bajo el mismo techo. Su infravivienda se ve desde la calle. Construyeron un a?adido con madera cuarteada y tejas grises junto a la caseta donde habita su padre, Abed; su madrastra, F¨¢tima, y la hermana peque?a, Khadija. En el n¨²mero 188 de la calle B¨¦ni M'Guild, encima del sal¨®n de belleza y peluquer¨ªa Salma Beaut¨¦, que contrasta con la vivienda de los Maha por su fachada blanca inmaculada y su contorno de pintura en tonos rosa pastel. All¨ª arriba, en el tejado, dorm¨ªan los dos hermanos. En apenas tres metros cuadrados. "No se llevaban muy bien", cuenta Mustaf¨¢.
Fueron treinta segundos. Los dos hermanos empezaron a correr por el bulevar. Mohamed, el mayor, se par¨® frente al consulado, se?al¨® al cielo y deton¨® el cintur¨®n de explosivos que llevaba en la cintura. Omar sigui¨® corriendo unos 150 metros. Al llegar al American Language Center repiti¨® el gesto de su hermano y se inmol¨®. Qued¨® partido por la mitad sobre el asfalto. El hermano peque?o, el d¨ªscolo, se reun¨ªa as¨ª con el hermano mayor, el estricto y religioso, el que le rega?aba por no seguir el recto camino. Los dos hermanos, buscando un para¨ªso en el cielo.
Mi¨¦rcoles, alrededor de la una de la tarde, n¨²mero 188 de la calle B¨¦ni M'Guild. A las angostas escaleras que conducen a la vivienda de los hermanos suicidas apenas llega la luz. Un viejo transistor emite oraciones que rebotan por sus paredes grises. Un par de zapatos marrones y una cortina blanca de encaje que ondea al viento es lo ¨²nico que se ve al llegar a la puerta del domicilio de los dos terroristas. Suenan pasos atropellados por la escalera. Han pasado veinte segundos desde nuestra llegada. Un polic¨ªa vestido de paisano aparece corriendo y nos corta el paso. Con su impecable abrigo, trajeado, comunica -con la respiraci¨®n entrecortada por el carrer¨®n que se acaba de meter- que hace falta una autorizaci¨®n para hacer fotos. La puerta del domicilio de los terroristas se cierra. Se supone que el padre es el ¨²nico que queda en el domicilio. Est¨¢ traumatizado, cuentan en la zona, ya ni se le ve bajar para ir a orar a la mezquita de al lado de casa. La vecina que vive puerta con puerta con ¨¦l se une con cara tensa a la iniciativa del polic¨ªa y nos conmina sin remilgos a que nos vayamos.
En este barrio no se ve a un solo polic¨ªa uniformado, pero est¨¢ lleno de agentes de paisano que controlan todos y cada uno de los movimientos de los que por aqu¨ª aparecen. Est¨¢n intentando comprender qu¨¦ pasa en este barrio, El Fida, un nuevo fen¨®meno para ellos. No es el tradicional vivero de terroristas suicidas que se encuentra en las afueras de la ciudad, la llamada Skuola, un poblado de chabolas. En este mismo barrio se produjo el atentado del d¨ªa 10, que se sald¨® con cinco v¨ªctimas, cuatro terroristas y el polic¨ªa que recibi¨® el abrazo de la muerte de Ayub Raydi. Y de aqu¨ª han resultado ser los hermanos Maha.
Es un barrio pobre y muy vivo, de casas de paredes desconchadas, aceras llenas de desperdicios, peladuras de naranjas, tubos de medicamentos, colillas, charcos de aceite. Un paseo por el mercadillo para el que trabajan muchos de los j¨®venes se convierte en un festival de olores a frutas, orines y gasolina. El sonido de los televisores se funde con el de las oraciones. En los tejados reina una selva de antenas parab¨®licas. No tienen dinero, pero pueden ver a los occidentales en la tele, con su vida de lujo.
Hasta ahora, los j¨®venes de aqu¨ª hablaban con orgullo de su barrio, recordaban que de aqu¨ª hab¨ªan salido hombres pol¨ªticos como Saad Saadi, y el excelente Dolmi, centrocampista rompepiernas de la selecci¨®n marroqu¨ª. Ahora est¨¢n boquiabiertos ante lo que ha ocurrido. "Tenemos miedo de que estallen m¨¢s bombas", reconoce Abdelaziz, un hombre mayor que lleva un andrajoso ch¨¢ndal gris. Nadie se explica lo que ha pasado.
Nadie relaciona en este vecindario a los dos hermanos con Al Qaeda. Se maneja la versi¨®n de que hoy d¨ªa no hace falta estar conectado a la organizaci¨®n para actuar. Una p¨¢gina web te ense?a c¨®mo llevar a cabo tu lucha. C¨®mo construir una bomba casera con apenas 60 dirhams (unos seis euros). Amin, de 22 a?os, otro joven que como tantos en el barrio se dedica al "peque?o comercio", dice que todo obedece a la falta de perspectivas. Que inmolarse es una de esas acciones que, para alguien desesperado, dan sentido a una existencia. "La gente se inmola porque no tiene nada que conseguir en la vida".
La madre de Omar y Mohamed abandon¨® el domicilio familiar cuando ellos eran peque?os. Los hermanos Maha viv¨ªan desde hace tiempo con su madrastra. Cuentan en el barrio que la madre perdi¨® la cabeza y vive en la calle. La sit¨²an en Marraquech. Dicen que, hasta hace poco, algunas veces se dejaba caer por aqu¨ª para preguntar por sus hijos. Hasta hace poco.
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