Luz sobre Palomares
Estamos en 1966. La guerra fr¨ªa est¨¢ en su apogeo. A¨²n est¨¢n calientes los rescoldos de la fracasada operaci¨®n de bah¨ªa Cochinos y la posterior crisis de los misiles; el muro de Berl¨ªn separa las dos Alemanias, y el ej¨¦rcito de Estados Unidos sigue combatiendo en Vietnam. En este ambiente de tensi¨®n m¨¢xima entre las dos superpotencias, a Espa?a le toc¨® en desgracia desempe?ar un papel estelar.
"El cielo estaba ardiendo, una cosa apocal¨ªptica. Algo que no se borrar¨¢ nunca". Pedro S¨¢nchez Gea, maestro de Palomares en el curso 1965-1966, relata su recuerdo de aquella ma?ana. El lunes 17 de enero de 1966 un superbombardero norteamericano de largo alcance B-52 cargado con bombas termonucleares colisionaba en vuelo con un avi¨®n nodriza durante la operaci¨®n de repostaje. Eran las 10.30 de un d¨ªa grabado a fuego en la retina de muchos habitantes de Palomares.
"Las bombas estaban armadas, en contra de lo que se dijo, pero al no introducir los c¨®digos de seguridad no explotaron"
Un reci¨¦n casado tem¨ªa quedar impotente por el plutonio. Se tranquiliz¨® al saber que provocaba c¨¢ncer de pulm¨®n
"Fue como un trueno, no pod¨ªas creerte lo que estabas viendo. La gente corr¨ªa sin rumbo, gritaba", recuerda a su vez Manuel Gonz¨¢lez Navarro, hijo del alcalde.
Han pasado ya 41 a?os, y todav¨ªa hoy, para la mayor¨ªa de los espa?oles, el recuerdo del incidente at¨®mico de Palomares es el de Manuel Fraga, entonces ministro de Informaci¨®n y Turismo, ba?¨¢ndose en una playa de Almer¨ªa para despejar dudas sobre los efectos radiactivos en la zona. Pocos saben que no fue una bomba, sino cuatro ?con una potencia 75 veces superior a las arrojadas sobre Jap¨®n?, las que cayeron sobre Palomares, y menos a¨²n se conoce sobre las penurias que sufrieron los habitantes de esta entonces remota y paup¨¦rrima pedan¨ªa de Cuevas de Almanzora y la vecina aldea de Villaricos.
Ese objetivo ?"dar a conocer ese drama silencioso"? ha sido el que ha animado a los autores del largometraje documental Operaci¨®n Flecha Rota, donde se recogen, entre otros muchos, los testimonios de S¨¢nchez Gea y Gonz¨¢lez Navarro, y que se estrena estos d¨ªas en Almer¨ªa. El equipo ?una docena de profesionales almerienses capitaneados por Jos¨¦ Herrera, guionista y director? ha dedicado m¨¢s de quince a?os a recabar documentaci¨®n, financiaci¨®n y localizaci¨®n de testigos en Espa?a y Estados Unidos sobre el suceso que marc¨® su infancia y la vida de muchos de sus paisanos.
Entre otras aportaciones, Operaci¨®n Flecha Rota reconstruye en tres dimensiones el accidente. "Lo hemos recreado a partir del informe oficial de la US Air Force y de las declaraciones de Larry Messinger, el piloto que tripulaba el B-52, que nos concedi¨® su primera entrevista ante una c¨¢mara. Gracias a eso pudimos hacer una reconstrucci¨®n del accidente con bastante precisi¨®n, porque hasta entonces hab¨ªa muchas inexactitudes y contradicciones", asegura Jos¨¦ Herrera.
El avi¨®n regresaba de una misi¨®n en Turqu¨ªa, en la frontera con la Uni¨®n Sovi¨¦tica, y se dirig¨ªa a su base en Carolina del Norte. Sobrevolaba la costa mediterr¨¢nea de Espa?a a 10.000 metros de altura cuando se acerc¨® al avi¨®n nodriza cargado con 110.000 litros de combustible. Un error propici¨® que el bombardero se elevara demasiado bajo el avi¨®n nodriza y le golpeara en la panza. El B-52 qued¨® gravemente averiado, y de los siete tripulantes, tres murieron. Los supervivientes lograron tirarse en paraca¨ªdas instantes antes de que explotara. Los restos del B-52 y las cuatro bombas de hidr¨®geno ca¨ªan sobre Almer¨ªa.
Pedro S¨¢nchez recuerda que los restos del avi¨®n aterrizaron sobre Palomares. "Tuvimos la suerte de que el tren de aterrizaje del B-52 cayera a unos treinta metros de mi casa y de las aulas". Fueron momentos de incertidumbre y pavor: "Ve¨ªamos eso que parec¨ªa que iba a caer, y como ven¨ªa el viento hacia ac¨¢ pens¨¢bamos que nos iba a aplastar. Sal¨ª de casa. Ten¨ªa un zagal con tres a?os y le busqu¨¦. Si pasa algo, que nos pille juntos", relata S¨¢nchez.
De las cuatro bombas que portaba el B-52 s¨®lo en una se despleg¨® el paraca¨ªdas, por lo que, al llegar al suelo, no lleg¨® a deflagrar, lo que s¨ª ocurri¨® con las dos que impactaron violentamente. En ambas explotaron los detonadores qu¨ªmicos, form¨¢ndose un aerosol que disemin¨® di¨®xido de plutonio alrededor. "En el documental demostramos que las bombas estaban armadas, en contra de lo que siempre se afirm¨®, pero como no se introdujeron los c¨®digos de seguridad, no lleg¨® a explotar su carga mort¨ªfera", dice Herrera.
Pasados los primeros momentos de incertidumbre, la actitud de los testigos fue la de ayudar. "Los vecinos se portaron maravillosamente. Iban de un lado a otro con el ¨¢nimo de auxiliar, de hacer todo lo necesario. Fue un comportamiento ejemplar". Las palabras del maestro de Palomares las refrenda Joe Ram¨ªrez, capit¨¢n de la Air Force, de los primeros en llegar: "No sab¨ªa cu¨¢l iba a ser la reacci¨®n del pueblo al ver a los norteamericanos que hab¨ªan causado ese incidente a gente inocente. Pronto supe que todos trataban de ayudar".
El ej¨¦rcito norteamericano activ¨® inmediatamente un operativo denominado Broken Arrow (flecha Rota), c¨®digo militar que se utiliza cuando hay un incidente nuclear. El principal objetivo era localizar las bombas y descontaminar la zona. La cuarta bomba no aparec¨ªa. Gracias a los testimonios de unos labradores que la vieron caer, comenzaron a buscarla en el mar. La tensi¨®n era m¨¢xima porque, en plena guerra fr¨ªa, la Uni¨®n Sovi¨¦tica tambi¨¦n ten¨ªa mucho inter¨¦s en encontrar la bomba, la carpeta de combate con los c¨®digos de armado, las radios especiales para los protocolos de las alertas y las cajas negras, para hacerse con valiosos secretos militares. Seg¨²n indica en el documental Sebasti¨¢n S¨¢nchez, estudioso del accidente, en el Gobierno espa?ol hab¨ªa tambi¨¦n militares interesados en tomar muestras para incluir a Espa?a entre los pa¨ªses con armamento nuclear.
El ej¨¦rcito norteamericano lleg¨® a desplegar hasta 1.400 soldados en Palomares, a los que ubic¨® en un campo (el campamento Wilson) rebautizado como Villa Jarapa por los lugare?os. La mayor¨ªa eran de origen hispano o afroamericano, como recuerda la ex alcaldesa de Palomares, Antonia Flores: "Yo nunca hab¨ªa visto a nadie de un color distinto, y todas las personas que bajaban de esos autobuses eran negros. Hac¨ªan fuego por la noche, entonces s¨®lo se les ve¨ªa el blanco de los ojos y los dientes. Para m¨ª era p¨¢nico".
Para establecer el alcance de la radiaci¨®n se realizaron miles de mediciones a mano con un contador de radiaciones al que los habitantes de la zona llamaban "la plancha". Los servicios sanitarios norteamericanos realizaron tambi¨¦n exhaustivos an¨¢lisis a m¨¢s de 1.500 civiles y militares para calcular el plutonio inhalado. Adem¨¢s, en m¨¢s de 130 hect¨¢reas se arranc¨® toda la vegetaci¨®n, entre la que hab¨ªa numerosas tomateras, que en gran parte fueron trituradas, quemadas y enterradas en dos fosas. El miedo a la radiaci¨®n provoc¨® p¨¦simas consecuencias econ¨®micas. En los mercados dejaron de venderse los productos de Palomares y Villaricos aunque procedieran de cosechas limpias; se perdieron jornales agr¨ªcolas, y como la cuarta bomba se segu¨ªa buscando en el mar, tambi¨¦n se paraliz¨® la pesca. Quienes pose¨ªan animales se ve¨ªan en la disyuntiva de alimentarlos careciendo de alimentos y de dinero, sacrificarlos o malvenderlos porque, como indica un vaquero en el documental, "cuando tienes que vender obligado, todos van a aprovecharse de ti". Pero fue en Villaricos donde las consecuencias fueron peores. Las dificultades desembocaron en hambruna y en un conato de rebeli¨®n de los pescadores en el campamento Wilson. S¨®lo entonces, el mando norteamericano procedi¨® al reparto de alimentos y a la contrataci¨®n de vecinos en las labores de recogida de los restos de los aviones.
Pasaba el tiempo y la cuarta bomba segu¨ªa sin aparecer. Hasta cinco minisubmarinos se utilizaron en su b¨²squeda. Ochenta d¨ªas despu¨¦s del accidente era encontrada gracias al testimonio del marinero Francisco Sim¨®, conocido para la posteridad como "Paco el de la bomba", porque indic¨® con gran precisi¨®n el lugar en el que la vio caer.
Hasta eso fue aprovechado por el r¨¦gimen. Para Isabel ?lvarez de Toledo, duquesa de Medina Sidonia, que sigui¨® el incidente, a prop¨®sito del cual escribi¨® un art¨ªculo en Pueblo, "hubo una gran desidia, no informaron de nada a nadie, as¨ª que ten¨ªan que taparlo. ?C¨®mo? Pues llamando la atenci¨®n con la bomba perdida en el agua, diciendo que estaban buscando la bombita". En opini¨®n de Julio Carmona, periodista de Televisi¨®n Espa?ola, "somos tan amigos de crear sainetes que empez¨® el del pescador que encuentra la bomba y que explica a las grandes tecnolog¨ªas de la ¨¦poca que ser espa?ol es lo que importa, y con el talento que tenemos, ya sabemos d¨®nde est¨¢ la bomba".
Pese a las penurias, tambi¨¦n hubo episodios de humor negro que se recogen en el documental, como la preocupaci¨®n de un guardia civil reci¨¦n casado que, temeroso de sufrir impotencia por el efecto del plutonio, se march¨® luego m¨¢s tranquilo cuando le dijeron que lo que produce es c¨¢ncer de pulm¨®n.
Adem¨¢s de los testimonios directos de una treintena de personas, una de las principales aportaciones de Operaci¨®n Flecha Rota es el material gr¨¢fico in¨¦dito que Antonio S¨¢nchez Pic¨®n, productor del documental, localiz¨® y adquiri¨® en nombre del Centro Andaluz de Fotograf¨ªa a finales de los noventa en el Archivo Nacional de Estados Unidos. "Encontr¨¦ ocho horas y media de filmaci¨®n en 16 mil¨ªmetros hecha por los norteamericanos en Palomares, que estaban reci¨¦n desclasificadas". Parte de esos fotogramas ilustran estas p¨¢ginas.
El documental refleja el distinto tratamiento del incidente en la prensa nacional y extranjera. "Hemos recabado titulares de peri¨®dicos de Espa?a, Estados Unidos, la URSS, el Reino Unido, Jap¨®n y Francia. El accidente fue manipulado por todos. En Espa?a, la primera noticia lleg¨® por Radio Espa?a Independiente, La Pirenaica", recuerda Herrera, para quien resulta muy significativo que un habitante del Pac¨ªfico supiera antes que alguien de Palomares que las bombas no eran convencionales.
En Espa?a, la censura actu¨® a conciencia, y los titulares se limitaban a decir que "no pasa nada" y "no hay radiactividad", mientras que los peri¨®dicos americanos s¨ª reconoc¨ªan su existencia. En el otro extremo se encontraban los medios de la URSS, que calificaban el hecho de "crimen contra la humanidad" y daban a entender que morir¨ªa much¨ªsima gente. Pero al margen de la censura, Herrera lamenta sobre todo el tratamiento que la prensa espa?ola dio a los habitantes de Palomares. "Los mostraron como si fueran unos p¨ªcaros y unos ladrones que quer¨ªan indemnizaciones excesivas. Lograron trocar el papel de v¨ªctimas en el de unos indolentes aprovechados. Alg¨²n medio lleg¨® incluso a afirmar que no se hab¨ªan duchado en su vida hasta que les obligaron a hacerlo para eliminar restos suspendidos con el polvo". En este sentido, el documental supone "sobre todo, un acto de justicia con los vecinos".
'Operaci¨®n Flecha Rota' se estrena el pr¨®ximo viernes en el Museo Arqueol¨®gico de Almer¨ªa. www.pitacoproducciones.com.
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