Un deber desconocido
Conoc¨ª a Antonio Gamoneda a mediados de los a?os ochenta. Entonces, un grupo de amigos hab¨ªamos puesto en marcha un peque?o proyecto editorial y quer¨ªamos reeditar Descripci¨®n de la mentira, uno de sus t¨ªtulos m¨ªticos. En ese tiempo, Antonio Gamoneda, a pesar de su temprana dedicaci¨®n a la poes¨ªa, s¨®lo hab¨ªa publicado tres libros: Sublevaci¨®n inm¨®vil (1960), Blues Castellanos (1965) y Descripci¨®n de la mentira (1977). Los tres eran pr¨¢cticamente inencontrables y pasaban de mano en mano en fotocopias que hac¨ªan sus lectores. A¨²n recuerdo la impresi¨®n que me caus¨® la lectura de Descripci¨®n de la mentira, tanto por la belleza y la fuerza de sus palabras e im¨¢genes como por su tono de encendida ira ante la injusticia. Aquel libro me revel¨® algo que luego el tiempo, y los nuevos libros de Gamoneda, no han hecho sino ratificar: que su obra es una de las m¨¢s hondas, perturbadoras y hermosas de la poes¨ªa escrita en nuestra lengua durante la segunda mitad del siglo que acaba de terminar.
Pues bien, con esa contenida emoci¨®n acudimos aquella tarde a su casa en Le¨®n, situada junto a la catedral, para convencerle de que nos permitiera reeditar aquel libro admirable. Gamoneda era entonces gerente de la Fundaci¨®n Sierra-Pambley, surgida bajo la inspiraci¨®n de la Instituci¨®n Libre de Ense?anza, consagrada a la educaci¨®n de campesinos y obreros. Recuerdo que nos reunimos en un peque?o patio empedrado, al amparo de un esbelto lauro, que nos cubr¨ªa con sus hojas de aceite mientras el cielo de la tarde se llenaba del vuelo y de los chillidos de los vencejos, y que no paramos de hablar hasta que se hizo de noche. Antonio Gamoneda era entonces un poeta pr¨¢cticamente desconocido en el mundillo literario espa?ol, lo que, dicho sea de paso, no parec¨ªa importarle gran cosa.
No es dif¨ªcil saber por qu¨¦ acudimos a la poes¨ªa. En gran parte por ser elevados, y porque hay algo en nosotros que exige el acto redentor. La poes¨ªa de Antonio Gamoneda nos ofrec¨ªa las palabras que lo hac¨ªan posible, pero estaba lejos de ser complaciente. Es m¨¢s, surg¨ªa como un desaf¨ªo al lector. Un desaf¨ªo que le forzaba a realizar un descenso hacia s¨ª mismo que era a la vez un descenso hacia su entorno, un descenso a trav¨¦s de la oscuridad de la memoria y los excesos de la historia hacia un mundo en que los hombres pudieran, a trav¨¦s del dolor y el miedo, abrirse a alguna forma de visi¨®n.
Esa visita fue la primera de otras muchas, pues a partir de entonces cualquier motivo nos parec¨ªa bueno para visitarle a ¨¦l, a su mujer, Angelines, y a sus tres hijas. Entonces a¨²n viv¨ªa su madre, que estaba muy enferma y no se levantaba de la cama, en la que llevaba postrada varios a?os en un estado cercano a la inconsciencia del sue?o. Ellos la cuidaban con una obstinaci¨®n dulce que no conoc¨ªa momento de desfallecimiento. Sin una queja, como si fuera uno de esos animales blancos que tanto aparecen en su poes¨ªa.
Aquel patio y aquella casa podr¨ªan haber constituido el escenario de uno de los poemas de su libro Blues Castellanos: "Yo caigo sobre una silla / y mi cabeza roza la muerte". Y sin embargo, la hospitalidad, la buena conversaci¨®n hac¨ªan de ¨¦l el lugar de la amistad y la vida. ?sa era la hermosa paradoja, y la poes¨ªa de Gamoneda est¨¢ llena de paradojas as¨ª.
Eran visitas felices, que en ocasiones terminaban en excursiones a lugares de la provincia de Le¨®n. Recuerdo una visita a las m¨¦dulas, las antiguas minas de oro romanas explotadas por ej¨¦rcitos de esclavos. Un lugar, extra?amente querido por ¨¦l, que combinaba, como lo hace su poes¨ªa, la presencia de la belleza y la del sufrimiento y la muerte.
"No hay otra obra po¨¦tica entre nosotros tan transida de fr¨ªo ni tan consciente del miedo", ha escrito Carlos Piera de la obra de Gamoneda. Y es verdad, pero no lo es menos que pocas obras han sido tan sensibles como la suya al espect¨¢culo y al desamparo de la belleza. La poes¨ªa de Gamoneda es inconcebible sin esa capacidad para acercarse a lo m¨¢s postergado no s¨®lo desde la perspectiva del horror, sino de la belleza. "He atravesado las cortinas blancas: / ya s¨®lo hay luz dentro de los ojos", es el estremecedor final de El libro del fr¨ªo. Un final que tiene el poder de helarnos y deslumbrarnos a la vez. Pero hablar de luz es hablar de conocimiento y de vida, y la poes¨ªa es hacerse responsable de la luz. Para Antonio Gamo
-neda la relaci¨®n del poeta con el mundo no es de usufructo sino de asombro y responsabilidad, por eso en un poema de Blues Castellanos define el amor como un "deber desconocido". Sus poemas tienen algo de plegaria, de oraci¨®n contenida. Nacen del desvelo y del miedo. "La claridad del miedo" nos dice Gamoneda, haciendo del miedo una forma de conocimiento. De ah¨ª la dimensi¨®n m¨ªtica de su poes¨ªa, en cuanto evoca los conflictos esenciales del coraz¨®n humano, el conflicto entre los vivos y los muertos, entre lo privado y lo p¨²blico, entre el presente y el paso del tiempo; y en cuanto el hombre es visto en ella como "naturaleza ca¨ªda", sufriendo el peso de una culpa de la que a¨²n no siendo enteramente responsable tiene que hacerse cargo, como los protagonistas de las tragedias de S¨®focles. Y, en el orden del lenguaje, el esfuerzo por suspender las convenciones de la l¨®gica para dar cuenta de esa presi¨®n de lo desconocido.
A?os despu¨¦s, en otra de las visitas a su casa encontr¨¦ a Antonio Gamoneda fuera de s¨ª. Estaba a punto de publicar el que iba a ser su libro m¨¢s hermoso, El libro del fr¨ªo, y su editor Jacobo Siruela acaba de llamarle pidi¨¦ndole las pruebas. Pero ¨¦l no se decid¨ªa a mand¨¢rselas. A¨²n ve¨ªa problemas en alguno de sus poemas, y temblaba ante la posibilidad de poder entregar un libro que no fuera lo suficientemente intenso y sincero, pues para ¨¦l la poes¨ªa era la forma m¨¢xima de su compromiso con el mundo y con los dem¨¢s. Me record¨® uno de los relatos de infancia de su libro L¨¢pidas. En ¨¦l un ni?o lleva en sus brazos un cordero negro. El cordero no arrebatado por la luz, sino gr¨¢vido, descendiendo. Imagen del dolor, de lo oscuro y, por supuesto, de la poes¨ªa. Porque para Gamoneda el poeta no es solamente un testigo, sino alguien que debe asumir todo el dolor del mundo. "La desgracia de los otros entr¨® en mi carne", afirma la cita de cita de Simone Weil que abre su libro Blues Castellanos.
Pero ese instante, el del ni?o avanzando con su cordero negro por la pradera, semejante al del poeta llevando su libro, es sobre todo el de la tristeza. La tristeza restituye el silencio, hace que las palabras se aquieten, que fluyan sus s¨ªlabas como lent¨ªsimas gotas. "Una canci¨®n que se instala en la lentitud", escribe Antonio Gamoneda. Que en otro lugar anota: "Y aun eres pobre dulcemente en m¨ª", vinculando la pasi¨®n amorosa a la lentitud dolorosa de la plegaria y de las caricias.
Hace ahora un a?o, Antonio Gamoneda reuni¨® su obra completa en un solo volumen, y eligi¨® para ¨¦l un t¨ªtulo sorprendente, para ser suyo: Esta luz. "S¨®lo he querido hablar de la luz", parece querer decirnos. Y, como prueba, sus ¨²ltimos poemas est¨¢n dedicados a una ni?a. El poeta del dolor, del fr¨ªo, asiste enamorado al nacimiento y los primeros pasos en el mundo de su nieta Cecilia. "Eres como una flor ante el abismo. Eres / la ¨²ltima flor", exclama. Y llevado de su peque?a mano pasea entre las cosas pose¨ªdo por una confianza nueva. "Estaba ciego en la lucidez pero t¨² has hecho girar la locura. / Todo es visi¨®n, todo est¨¢ libre de sentido". A la luz cegadora del pensamiento opone ahora la fuerza dulce de la visi¨®n. Me recuerda aquellos versos de W. H. Auden: "El amor y la verdad deben ir de la mano, pero cuando esto no es posible es el amor el que debe prevalecer".
La poes¨ªa es finalmente esa apuesta por el amor, aun a costa de la verdad. "No est¨¢s en ning¨²n lugar y hablas con palabras cuyo significado desconoces. / As¨ª es tambi¨¦n mi pensamiento". ?sas son las palabras de la poes¨ªa, palabras cuyo significado desconocemos pero que tienen el poder de hacernos percibir, m¨¢s all¨¢ del sufrimiento, la belleza del mundo.
Gustavo Mart¨ªn Garzo es escritor.
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