Desde Miami, con amor
El mar parece extra?amente silencioso, calmo, como si nunca se despeinara con huracanes de viento, ruido y destrozo. A primera vista, desde la c¨®moda estancia que me acoge y me regala horizontes lejanos, parece un trocito de Mediterr¨¢neo, domesticado, suave, casi po¨¦tico. Pero las dobles ventadas de la estancia, y los armazones que las protegen, me recuerdan su desbordante fuerza, cuando retorna su alma de oc¨¦ano, cuando los jinetes del apocalipsis levantan su furia por encima del dominio humano. Miami debe ser salvajemente bella cuando se desboca, en esos breves tiempos en que la naturaleza nos avisa de que puede ser ind¨®mita. Pero hoy es una ma?ana de primavera suave, con el espejo de agua reflejando las altas construcciones donde habitan gentes de todos los lugares, idiomas, or¨ªgenes, esperanzas que han recorrido largos caminos hasta llegar al para¨ªso. Por supuesto, Miami no es el para¨ªso, pero desde el Hait¨ª que abandon¨® la chica que me atiende, o la Colombia que Blanca no ve desde hace a?os, o la Cuba que dej¨® un amigo, jug¨¢ndose la vida en uno de esos cayucos donde viaja la muerte, Miami es algo parecido al Ed¨¦n. Un Ed¨¦n en la tierra, con sus manzanas del pecado, sus ilegales luchando por un papel, sus enormes desigualdades, sus heridas interiores. Pero Ed¨¦n al fin, cuando uno ha huido del infierno. No es mi primer viaje, y ello me permite intuir sus nuevas pieles, sus sutiles cambios, la multiplicaci¨®n de altas gr¨²as que dan cuenta de su vitalidad inmobiliaria. Puede que sea una de las ciudades que m¨¢s crecen de toda Norteam¨¦rica y, parejo a su crecimiento humano, crece su fuerza pol¨ªtica, su dinamismo cultural, su vida social. Desde luego, es la capital hispana por excelencia, pero ya no es, exclusivamente, la capital cubana de Estados Unidos, desbordada por todos los rincones por colombianos, dominicanos, argentinos, ecuatorianos, y el resto de almas del alma latinoamericana. Es un crisol bello, una densa mezcla, una especie de resumen del mundo latino, donde una ¨²nica lengua consigue dibujar todos los matices. No nos equivoquemos. Es, a la vez, una ciudad muy yanqui, y dicho el t¨¦rmino no en el sentido cl¨¢sico del antiamericanismo, sino justamente en su acepci¨®n m¨¢s noble, una ciudad ordenada, rigurosa, seria. Los latinos que me acompa?an en estos intensos d¨ªas de conversaciones, entrevistas y conferencias, son inequ¨ªvocamente hispanos, pero ya son inequ¨ªvocamente norteamericanos. Luis Lauredo, uno de los latinos m¨¢s influyentes, diputado, embajador, miembro del partido dem¨®crata, fichado moment¨¢neamente por la Administracion de Bush, y ahora destacado asesor del equipo de Hillary Clinton, me regala un almuerzo tranquilo y una conversaci¨®n de lujo. "[Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez] Zapatero no comprende el car¨¢cter institucional de Estados Unidos. Yo soy dem¨®crata y estoy con Hillary, pero cuando insultan a mi presidente en el exterior, me insultan como norteamericano". Ni los dem¨®cratas entienden la pol¨ªtica exterior espa?ola, considerada, hoy por hoy -con viajecitos a Cuba e intercambios militares con Hugo Ch¨¢vez incluidos-, err¨¢tica, err¨®nea y poco amistosa. Desde luego, exteriores de Espa?a no vive sus mejores tiempos. Y si hablo con los cubanos, que sufren al d¨ªa sus inquietudes por la isla, Miguel ?ngel Moratinos no ganar¨ªa, precisamente, la lista de popularidad. Me entrevista el gran ?scar Aza en su programa de televisi¨®n, y Espa?a se percibe como parte del problema, lejos de ser parte de la soluci¨®n. ?Por qu¨¦?, es el interrogante que remata la mayor¨ªa de mis sobremesas, mezclado el tono entre la perplejidad y la indignaci¨®n.
De las muchas e interesantes entrevistas que ocupan mis tiempos en Miami, gozo especialmente de las dos que me hace Andr¨¦s Oppenheimer, cuyo ¨²ltimo libro, Cuentos chinos, acabo de devorar. Andr¨¦s es uno de los grandes referentes de la intelectualidad en toda Latinoam¨¦rica, y sus cifras son de v¨¦rtigo: su programa de televisi¨®n es visto en 17 pa¨ªses, por 57 millones de personas. Le interesa especialmente el fundamentalismo isl¨¢mico en Europa, y, como otros grandes l¨²cidos, no comprende la pasividad del pensamiento progresista europeo ante este fen¨®meno totalitario. Hablamos largamente de ello en la entrevista y reconozco mi compromiso con la palabra clara. Lo pol¨ªticamente correcto, ante este reto, s¨®lo sirve para camuflar desconcierto y / o ignorancia. Esta noche, hora de Miami, estar¨¦ con Jaime Bayle en su programa. Intuyo que le interesaran otros asuntos, aunque me dicen que el tipo es capaz de pasar de la frivolidad m¨¢s divertida a la trascendencia m¨¢s honda, sin desprenderse de la sonrisa. Ser¨¢ una notable experiencia.
Por supuesto, hablamos de Oriente Pr¨®ximo en algunas de las reuniones a tal efecto. Mi conferencia central, en Bal Harbour, es sobre esta cuesti¨®n, y las preguntas sobre Europa, el periodismo y la izquierda, se amontonan en las esquinas de la inquietud, copan las palabras de la gente que me interroga, alimentan la profunda rabia de los jud¨ªos que me acompa?an. Europa, nuevamente, los criminaliza y los abandona. Y la izquierda, esa es la convicci¨®n, sencillamente los traiciona. ?C¨®mo es posible que el progresismo demonice obsesivamente a una democracia sometida a todo tipo de violencia desde hace d¨¦cadas, y la ¨²nica del mundo amenazada con su destrucci¨®n, y no se obsesione con ninguna de las dictaduras totalitarias que componen el rompecabezas de la regi¨®n? Hay una izquierda, les recuerdo, que, blandiendo banderas de solidaridad, resulta ser profundamente insolidaria con la libertad. Se trata de la izquierda reaccionaria.
Y continuamos. ?Qui¨¦n sera candidato dem¨®crata? La m¨¢xima virtud de Hillary es su m¨¢ximo defecto: apasiona tanto como es odiada y ello dificulta su carrera. Obama mantiene opciones, y el resto no parece. Por supuesto, Irak es el gran problema y empieza a percibirse como el gran error. Marcar¨¢ la campa?a y, sin duda, el final de la era de Bush. En Miami no es la cuesti¨®n central, pero est¨¢ presente, como un inc¨®modo invitado, como lo que es: el gran fantasma. Vuelvo la mirada, otra vez, al espejo de agua. Una brisa ligera ha quebrado sus reflejos. Parece m¨¢s oscuro, pero igualmente bello. Desde aqu¨ª, en la distancia de un und¨¦cimo piso, tiene algo de tierno. Pero se intuyen sus furias interiores. Miami es as¨ª, como su mar: bella, acogedora, ordenada y, sin embargo, de vez en cuando salvaje.
www.pilarrahola.com
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