Fantasmas con derecho a voto
El censo se dispara en Fanzara (Castell¨®n) con falsos habitantes de casas abandonadas y en ruinas
La casa del n¨²mero 31 de la calle de San Antonio en Fanzara (Castell¨®n) est¨¢ abandonada: la fachada, desconchada, carece de buz¨®n; la puerta est¨¢ abierta y rota. Dentro no hay agua, ni luz, pero s¨ª telara?as, polvo, suciedad, sillas ra¨ªdas entre restos de escombros y un somier apoyado sobre una cocina vieja.
Nadie vive en esa casa. Sin embargo, seg¨²n el censo electoral del pueblo, cuatro ciudadanos rumanos se han empadronado recientemente en esta direcci¨®n y han hecho de esa cochambre su hogar.
La Oficina del Censo Electoral admiti¨®, en las elecciones pasadas, "numerosos casos de empadronamientos sospechosos". En las pr¨®ximas suceder¨¢ lo mismo. El Instituto Nacional de Estad¨ªstica (INE), de hecho, ya investiga a 189 municipios que parecen haberse hinchado con motivo de las elecciones de mayo. Por lo general, son casos en los que un pu?ado de votos resulta determinante.
"Todo esto es para mantener en el sill¨®n a Fabra", dice Antonio Latorre, un vecino del pueblo
En el pueblo hay 95 empadronamientos 'sospechosos', es decir, sin vinculaci¨®n con la localidad
Fanzara, en el interior de la provincia, gobernada por el PP, que gan¨® por 38 votos al PSOE, es una de estas localidades con el censo inflado. Ha duplicado pr¨¢cticamente el n¨²mero de votantes desde septiembre: de 269 a 432.
La casa de la calle de San Antonio no es la ¨²nica habitada por fantasmas con derecho a voto. El mayor n¨²mero de altas recientes en el padr¨®n municipal se produjo a partir de enero. Y recoge situaciones parad¨®jicas: por ejemplo, en el censo figura que 14 personas viven en el hotel rural del pueblo, pero la empresa explotadora del establecimiento asegura que no sabe nada de ninguna de ellas. El hotel, adem¨¢s, est¨¢ cerrado.
Una casa de dos plantas, en el centro, en la plaza de la Iglesia, aparece como residencia habitual de otros cuatro ciudadanos rumanos. Los vecinos no los conocen y aseguran que la vivienda se encuentra vac¨ªa desde hace a?os.
Al final de la calle de la Pur¨ªsima hay una casa en obras. ?stas a¨²n se encuentran muy retrasadas; pero, seg¨²n el padr¨®n, all¨ª residen actualmente seis personas.
Otros cinco ciudadanos figuran censados en el n¨²mero 6 de la calle de la Virgen del Pilar. La casa, de tres alturas, tiene la buhardilla sin puertas ni cristales, la fachada muestra unas persianas de canutillo ca¨ªdas, y los cables de la luz, visibles desde la calle, est¨¢n cortados.
Carmen Tellols es una de las cinco personas que, en teor¨ªa, habitan en esta casa, seg¨²n el padr¨®n. Su nombre aparece, sin embargo, en la gu¨ªa telef¨®nica de Vila-real, situada a 26 kil¨®metros. Cuando se le pregunta por la aparente contradicci¨®n responde: "No tengo ninguna vinculaci¨®n con el pueblo, pero he ido mucho porque tengo una amiga que s¨ª que la tiene". A?ade que prefiere votar en Fanzara porque su intenci¨®n es trasladar all¨ª su residencia en el futuro. "No tengo casa todav¨ªa, pero quiero ir a vivir all¨ª". Y concluye: "Nadie me ha incitado para que me empadrone".
Carmen deber¨ªa saber qui¨¦nes son los cuatro vecinos con los que seg¨²n el padr¨®n comparte domicilio. Pero admite que s¨®lo conoce a Dorotea Chiva, quien tambi¨¦n reside en Vila-real. ?sta reconoce que tampoco tiene nada que ver con el pueblo. "Pero un familiar m¨ªo, s¨ª", explica.
El alcalde, Jos¨¦ Centelles, del PP, calla. Tampoco responde al INE, que le ha requerido para que certifique que cada uno de los nuevos empadronados vive donde dice vivir.
El pueblo es peque?o. La mayor¨ªa de las viviendas son casitas de dos plantas. Los edificios de pisos se limitan a dos. En la gu¨ªa telef¨®nica s¨®lo ocupa una columna. La calle m¨¢s larga apenas llega al n¨²mero 40.
Su historia reciente es simple: los montes de encinas, pinos y naranjos permanec¨ªan intocados mientras cerca de la costa florec¨ªan millonarios proyectos de urbanizaciones residenciales y campos de golf. Algunos de sus vecinos ve¨ªan esta tranquilidad con gusto. Otros, no tanto, deseando que un golpe especulativo revalorizase los terrenos a fin de vender sus tierras. Un proyecto urban¨ªstico cambi¨® las cosas.
Al principio se habl¨® de un pol¨ªgono industrial, que pod¨ªa ser beneficioso para el pueblo: traer¨ªa puestos de trabajo y evitar¨ªa la fuga de los j¨®venes. Pero el proyecto result¨®, a la postre, la reserva de un terreno para albergar en ¨¦l un vertedero de residuos t¨®xicos y peligrosos. La mayor¨ªa de los vecinos entendi¨® que sus montes se iban a convertir en un basurero.
Hubo campa?as, manifestaciones, protestas, balcones salpicados de pancartas... Y tras varios meses, la Generalitat Valenciana, del PP, daba marcha atr¨¢s. Despu¨¦s de que los populares del pueblo se alinearan a favor del vertedero y los socialistas en contra, las previsiones aventuran el desplome del PP. De ah¨ª que, para evitar este desplome, seg¨²n el PSOE, engorde el censo.
Antonio Latorre, nacido en Fanzara, sin adscripci¨®n pol¨ªtica, da otra raz¨®n complementaria: "Sabemos que todo esto es para mantener en el sill¨®n a Fabra". Se refiere al presidente de la Diputaci¨®n de Castell¨®n, Carlos Fabra, imputado por presuntos delitos de tr¨¢fico de influencias, cohecho y fraude fiscal. Para revalidar su puesto necesita no perder votos en los partidos judiciales en los que, en las ¨²ltimas elecciones de 2003, se dio un resultado ajustado. Entonces, el PP obtuvo el diputado asignado a este partido judicial por poco m¨¢s de 400 votos de diferencia. Cien votos pueden ser cruciales.
De ah¨ª que el concejal socialista en Fanzara, Roberto Salisa, haya elaborado una escrupulosa criba de las 135 altas del censo en busca de "sospechosos, esto es, de los que no tienen ninguna vinculaci¨®n con el pueblo". Hay 95.
Uno de ellos es Rafael Batalla, que explica que tiene "una casita en el campo". Sin embargo, el domicilio en el que est¨¢ empadronado se ubica en el centro. "Ya, pero tengo una casita en el campo", repite. Y termina la conversaci¨®n.
El enfrentamiento pol¨ªtico se huele, y hay d¨ªas en que se puede o¨ªr. El lunes, una mujer reprendi¨® al pescadero por autorizar el empadronamiento de varias personas en su casa. La conversaci¨®n subi¨® de tono y de participantes, aunque no lleg¨® a las manos.
Con todo, el rechazo vecinal a la pr¨¢ctica de los empadronamientos masivos no se debe tanto al resultado pol¨ªtico de las elecciones, que tambi¨¦n, como al hecho de que personas ajenas al municipio, a sus problemas, a su futuro, vayan a ser quienes determinen qui¨¦n les gobierne en los pr¨®ximos cuatro a?os.
Como en muchos pueblos, en Fanzara hay un bar. El propietario es el alcalde. A primera hora de la tarde est¨¢ lleno. Hombres y mujeres, en mesas separadas, juegan a las cartas y al domin¨®. Dada la pol¨¦mica, miran con recelo a todo aquel que no conocen. "No tengo nada que decir", comenta Centelles. Los hombres callan y miran a otro lado. Las mujeres parecen tener ganas de hablar. Pero ninguna defiende los nuevos empadronamientos. S¨®lo la madre del alcalde, que, educadamente, asegura que duerme "con la conciencia tranquila".
"Otros a?os fueron ellos los que pusieron gente. Y ahora, como ¨¦stos han puesto unos pocos...", a?ade en su despedida.
Lo peor es que m¨¢s de uno en Fanzara piensa que las elecciones no acabar¨¢n el 27 de mayo.
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