La vida de los otros
Adem¨¢s de una gran pel¨ªcula, La vida de los otros, del director alem¨¢n Florian Henckel, es una fuente de reflexiones; no s¨®lo de car¨¢cter cinematogr¨¢fico, sino tambi¨¦n social y cultural en sentido amplio.
La primera reflexi¨®n que la pel¨ªcula sugiere viene dada por su contenido. Afecta a lo que en ella se nos cuenta y nos empuja hacia otras consideraciones. Por ejemplo: ?por qu¨¦ en algunos pa¨ªses la sociedad se interesa por su pasado reciente mientras que en otros, como en Espa?a, ¨¦ste sigue siendo tab¨², cuando no materia de confrontaci¨®n directa? O bien: ?por qu¨¦ en pa¨ªses como Alemania, con una historia tan cruel o m¨¢s que la nuestra, los ciudadanos pueden acceder a los archivos policiales del Estado mientras que en Espa?a siguen siendo territorio prohibido todav¨ªa? ?Alguien puede imaginarse a cualquiera de nosotros solicitando en comisar¨ªa su expediente policial de la ¨¦poca anterior, no ahora, que queda lejos, sino en los primeros a?os de la democracia?
La segunda reflexi¨®n es m¨¢s extensa y alude a los intereses de la sociedad espa?ola de este momento; intereses que se comprueban en las conversaciones privadas de las personas, pero tambi¨¦n en la literatura y en el cine que aqu¨ª se llevan. Ambas comprobaciones nos llevan a la conclusi¨®n de que vivimos en un pa¨ªs sin pasado, pero tambi¨¦n sin presente y sin futuro. O, mejor, con un pasado borrado por un presente sanchopancista que s¨®lo espera del futuro que el bienestar conseguido no se nos vaya de las manos. De ah¨ª las conversaciones que uno escucha en los establecimientos p¨²blicos, la mayor¨ªa de las cuales versan sobre las peque?as cuitas de una gente acomodada e insolidaria, adem¨¢s del f¨²tbol, de los programas de televisi¨®n de moda y de los reg¨ªmenes de adelgazamiento. Cierto que hay gente que habla de otras cuestiones y que las conversaciones no han de versar necesariamente sobre los grandes temas que afectan a la humanidad desde que est¨¢ en el mundo para indicar que ¨¦stos preocupan realmente, pero cualquiera que ponga la oreja por las calles espa?olas se sorprender¨¢ del nivel de las conversaciones habituales de la gente.
Ese nivel se refleja -o al rev¨¦s: se retroalimenta- en la literatura y en el cine que se hacen, cuyos temas van a tono con los intereses mayoritarios de los espectadores. En lugar de ser al contrario: que la literatura y el cine contradigan ¨¦stos, obligando a sus destinatarios a un ejercicio de reflexi¨®n distinto del que hacen habitualmente. Algo que, por falta de costumbre, cada vez interesa menos, como cualquiera puede comprobar en las colas de los cines o en las librer¨ªas de paso (las de las estaciones y los aeropuertos, pero tambi¨¦n las de las grandes superficies, que es donde se venden los libros), escuchando los comentarios de la gente. "Recomi¨¦ndeme una novela, pero que no sea de pensar", o bien: "Yo ya s¨®lo voy al cine a ver pel¨ªculas divertidas", son las frases m¨¢s comunes que uno oye en esos sitios.
Lo peor es que los escritores y los directores de cine, salvo excepciones, piensan igual que ellos. Un vistazo a lo que se publica o un repaso a nuestra cartelera bastar¨¢n para descubrir los temas que mayoritariamente ocupan a nuestros escritores y directores de cine, con las excepciones de rigor de siempre. Y no digamos a la televisi¨®n, un medio que parece dedicado a abotargar al espectador en lugar de a despertarlo de su sue?o. En general, los temas de que se ocupan son los mismos de los que la gente habla, contribuyendo as¨ª a la superficialidad ambiente. Y a¨²n peor: alimentando ¨¦sta con sus aportaciones, pues muchas veces pasan al imaginario p¨²blico, que se nutre en gran medida de los temas que la televisi¨®n y el cine y, en menor grado -pues poca gente lee-, la literatura de moda les ofrece.
Seguramente en otros pa¨ªses el nivel no es muy diferente (me refiero a los de nuestra ¨¢rea geogr¨¢fica), pero en Espa?a llama m¨¢s la atenci¨®n por cuanto hace s¨®lo unos pocos a?os viv¨ªamos en un mundo que nada ten¨ªa que ver con ¨¦ste; un mundo m¨¢s parecido al que La vida de los otros cuenta y del que aqu¨ª ya nadie se acuerda. Como en La repentina riqueza de los pobres de Kombach -otra pel¨ªcula espl¨¦ndida-, la sociedad espa?ola ha olvidado sus or¨ªgenes y parece que la abundancia que ahora disfruta le impide reconocerse en historias y sucesos que existieron realmente. Y que existen. Porque, mientras la mayor¨ªa de los espa?oles hacen reg¨ªmenes de adelgazamiento y comentan el ¨²ltimo programa de televisi¨®n de moda o el esc¨¢ndalo m¨¢s candente de la actualidad social, otros siguen viviendo ajenos a aqu¨¦lla, no s¨®lo en otros pa¨ªses, sino en el nuestro, bien porque todav¨ªa no han podido desentra?ar su propio pasado, lo que les hace vivir de una manera extra?a el presente, bien porque ¨¦ste no ha sido tan generoso con ellos como con la mayor¨ªa de sus compatriotas. Lo cual les convierte en elementos inc¨®modos para ¨¦stos, salvo que callen lo que les pasa y se dediquen a divertirse y a ser felices igual que ellos.
Para finalizar, una tercera y ¨²ltima reflexi¨®n: el desprecio por la vida de los otros no se corresponde, en cambio, con el inter¨¦s creciente que en nuestro pa¨ªs existe por las vidas de los otros, esto es, por los acontecimientos que afectan a las personas que, por la raz¨®n que sea (su condici¨®n de personajes p¨²blicos o su omnipresencia en la televisi¨®n, especialmente), son pasto del inter¨¦s general de la sociedad, preocupada del m¨¢s m¨ªnimo detalle de cuantos afectan a su privacidad. Cualquiera entiende que hablo de ese periodismo rosa (marr¨®n habr¨ªa que llamarlo) y de esa insana voracidad social que han convertido las revistas y las televisiones en aut¨¦nticos estercoleros y que han hecho de la persecuci¨®n del otro un ejercicio de impunidad, cinismo y ensa?amiento que ya quisieran para s¨ª los actores, reales o de ficci¨®n, del Estado que dio vida a La vida de los otros. Que fue Alemania del Este, pero que bien hubiera podido ser ¨¦ste en el que vivimos si nuestros directores de cine se interesaran por esas cosas, aparte de por divertir al p¨²blico.
Julio Llamazares es escritor.
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