La esperanza de vida estad¨ªstica
Un ni?o reci¨¦n nacido, que logra entrar en las Islas Canarias desde Sierra Leona a trav¨¦s de cualquiera de los cayucos que vemos, aumenta su esperanza de vida estad¨ªstica en cerca de 40 a?os. Una afirmaci¨®n as¨ª, incluida en el libro del economista Luis de Sebasti¨¢n ?frica, pecado de Europa (editorial Trotta), deber¨ªa secar cualquier pol¨¦mica acerca de las razones de las migraciones y poner en su sitio la existencia de las mafias y de las gentes sin escr¨²pulos que se acercan a este fen¨®meno con el objetivo de lucrarse. Desir¨¦e Mart¨ªn, la autora de la fotograf¨ªa premiada la pasada semana con el premio Ortega y Gasset de periodismo (un grupo de inmigrantes en un cayuco, que alzan sus manos, desesperados, para alcanzar una botella de agua mineral lanzada por la Guardia Civil) contaba una historia de inmigrantes que complementa lo anterior: "Un chico de 16 a?os me cont¨® c¨®mo su madre le hab¨ªa empujado a ¨¦l y a su hermano menor al interior de un cayuco, a la fuerza. Hab¨ªa vendido sus vacas para pagarles el pasaje. El m¨¢s peque?o muri¨® y fue el propio hermano adolescente el encargado de tirarlo por la borda. Lo peor de todo es que no se trata de una historia aislada. Son muchos los ni?os que pierden a sus familiares durante la traves¨ªa. Y no imagino lo que ocurre en sus aldeas cuando regresan repatriados, porque en realidad vuelven fracasados".
Espa?a es una de las fronteras con ?frica, est¨¢ creciendo econ¨®micamente por encima de la media europea y genera puestos de trabajo. Argumentos para entender, en buena parte, el que el pasado a?o recibiese 636.000 inmigrantes m¨¢s. Si ese ritmo contin¨²a, al final del presente ejercicio podemos estar m¨¢s cerca de los cinco millones que de los cuatro, con lo que se superar¨ªa el 10% del total de la poblaci¨®n, porcentaje ya casi superior al de cualquier otro pa¨ªs europeo, con una peculiaridad a?adida: su compulsividad. Hemos pasado de la nada (o de expulsar ciudadanos espa?oles a la emigraci¨®n) a esta nueva realidad en apenas una d¨¦cada. Las pol¨ªticas que aplican los gobiernos, las regularizaciones masivas, quiz¨¢ faciliten esta llegada masiva, pero son factores secundarios.
No existe un efecto llamada, sino un efecto salida. Seg¨²n el Banco Mundial, el PIB de todos los pa¨ªses africanos juntos no supone m¨¢s que el 2% del PIB mundial (un peso relativo apenas un poco mayor que el de la econom¨ªa espa?ola en el conjunto planetario, que es el 1,92% del PIB mundial). El PIB conjunto del ?frica subsahariana era s¨®lo el 1,08% del PIB mundial en el a?o 2004; es decir, si toda ?frica se hundiera en el mar, la econom¨ªa mundial sufrir¨ªa una p¨¦rdida, como m¨¢ximo, de un 2% de su producto total. Es como si hubiera habido unas extensas inundaciones en EE UU, o un terremoto fuerte en Jap¨®n (se calcula que en la depresi¨®n de la econom¨ªa japonesa en los noventa se perdi¨® cerca del 7% del PIB mundial).
La inmigraci¨®n supone el reencuentro de los europeos con los africanos despu¨¦s de la descolonizaci¨®n que protagonizaron los primeros. S¨®lo que en esta ocasi¨®n ese encuentro se produce en territorio europeo. Vienen los emigrantes, como antes se fueron nuestros padres o abuelos, en busca del bienestar y de los "bienes p¨²blicos" que hemos conquistado los ciudadanos del primer mundo: salud, sanidad, educaci¨®n, pensiones, puestos de trabajo... A cambio, por lo general, reciben sueldos bajos (lo que explica, en parte, la reducci¨®n del porcentaje correspondiente a los salarios en la tarta nacional, seg¨²n los datos de la Contabilidad Nacional), pero siempre m¨¢s altos que en sus lugares de origen. La pasada semana se celebr¨® el IV Seminario de Periodismo Solidario, organizado por la Universidad Aut¨®noma de Madrid, titulado ?frica en el siglo XXI, en el que se abordaron estos asuntos. Si hay una zona del planeta que se aleja de la descripci¨®n del concepto de ciudadan¨ªa que elabor¨® Marshall a mitad del siglo pasado -ciudadano es aquel que es ciudadano pol¨ªtico, civil y social- ¨¦sa es ?frica. Aumentar la esperanza de vida tambi¨¦n forma parte de la ciudadan¨ªa. Lo dijo Nelson Mandela.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.