Un uniforme escolar para el siglo XXI

Suena lejano el tiempo en el que las monjas ordenaban a las alumnas ponerse de rodillas para comprobar la largura de las faldas y eso que la mini sigue arrasando y las adolescentes se las ingenian para terminar ense?ando m¨¢s pierna. Viven el uniforme como un incordio que resulta c¨®modo a los padres. El diario EL PA?S ha propuesto a las marcas Baruc Coraz¨®n, La Casita de Wendy y Divina Providencia que dibujen un uniforme acorde a los tiempos. Todos los bocetos coinciden en algo: el adi¨®s a la austeridad y la mojigater¨ªa y la seriedad de los colores. Hay incluso concesiones a las nuevas tecnolog¨ªas: memory stick, tel¨¦fonos integrados o GPS.

El uniforme es casi siempre un distintivo de elitistas centros privados o concertados -en su mayor¨ªa religiosos-, pero su origen fue contrario. Surgi¨® en centros educativos de ¨®rdenes religiosas que quer¨ªan fomentar la humildad de los ni?os sin hacer distinciones entre ellos por la variedad y calidad de sus ropas, caracter¨ªsticas de la capacidad econ¨®mica de su entorno. Y, obviamente, el bolsillo familiar lo agradec¨ªa.

La idea de democratizaci¨®n con el uniforme se ha retomado en algunos institutos p¨²blicos, amparados por sus reglamentos internos. Es el caso del Barrio Loranca, en Fuenlabrada (Madrid), que, por la heterogeneidad econ¨®mica entre sus alumnos, se aprob¨® una ¨²nica indumentaria: pantal¨®n vaquero sin marca, sudadera con el nombre del centro y un ch¨¢ndal para gimnasia por 90 euros. El gasto medio en el uniforme -con ch¨¢ndal, ropa interior, etc¨¦tera-, de 347 euros, seg¨²n la asociaci¨®n de consumidores CEACCU.

La pol¨ªtica de atuendo com¨²n en el colegio p¨²blico madrile?o Mar¨ªa Moliner -polo blanco, jersey azul y pantal¨®n o falda gris-, busca lo contrario, competir con los centros concertados del barrio -que atraen a gran parte del alumnado del barrio- donde su uso es obligatorio. Los padres del centro est¨¢n convencidos de que muchas veces prima la imagen a la hora de elegir escuela.