Sarkozy promete enterrar Mayo del 68
El fil¨®sofo Glucksmann pide el voto para el l¨ªder conservador ante 30.000 personas en Par¨ªs
M¨¢s de 35.000 personas -la mitad tuvo que seguir el mitin desde el exterior del pabell¨®n donde se hab¨ªan instalado pantallas gigantes- se congregaron en Par¨ªs para escuchar a Nicolas Sarkozy, a quien todas las encuestas sit¨²an como favorito para convertirse el domingo en presidente de la Rep¨²blica. Envuelto en una escenograf¨ªa espectacular, el candidato de la derecha despleg¨® su mejor oratoria ante un p¨²blico entregado, que ya le considera vencedor.
Su discurso, uno de los mejores construidos de esta campa?a (hay que admitir el extraordinario dominio de la ret¨®rica que tiene Henry Guaino, su principal escritor), recogi¨® los asuntos que ha repetido desde que en enero arranc¨® su sprint hacia el El¨ªseo con aquel famoso: "He cambiado".
"Os necesito, necesito lo que represent¨¢is, en lo que cre¨¦is", dijo a los seguidores de Bayrou
El de ayer fue reaccionario y al tiempo exento de las extravagancias de la extrema derecha. Pivotaba sobre la herencia de la revoluci¨®n social derivada del mayo parisiense de 1968, que para Sarkozy est¨¢ en el origen de todos los males.
Para conjurarlo (en el estilo de las grandes conversiones que practica el ex ministro del Interior), coloc¨® en primera fila al fil¨®sofo Daniel Glucksmann, hijo del 68, al que invit¨® a hablar. Glucksmann, visiblemente emocionado, asegur¨® que Francia lleva 25 a?os paralizada, y que "no puede perder otros cinco a?os" para que el pa¨ªs tenga "un futuro".
Sarkozy ha conseguido en esta campa?a decir una cosa y la contraria al mismo tiempo sin que sus seguidores pongan ninguna de las dos en duda. Ayer, record¨® un incidente previo a la rebeli¨®n de los suburbios de 2005 y que luego tuvo un papel determinante en el estallido de las algaradas. Record¨® cuando acudi¨® a una barriada en la que una bala perdida hab¨ªa acabado con la vida de un ni?o durante un enfrentamiento entre mafias rivales. Record¨® con orgullo que fue all¨ª donde llam¨® racaille (basura) a los j¨®venes de los suburbios y prometi¨® que limpiar¨ªa las calles a manguerazos. "Alguien ten¨ªa que decir basta", dijo. Y pas¨® al siguiente p¨¢rrafo sin explicar c¨®mo dos semanas despu¨¦s sus palabras fueron la gasolina de una rebeli¨®n que dej¨® decenas de miles de coches calcinados y la imagen de Francia claramente deteriorada.
Prometi¨® introducir "la moral" en la pol¨ªtica. "S¨ª, la moral, dijo, una palabra que no me da miedo. La moral, algo que despu¨¦s de mayo de 1968 no se pod¨ªa hablar (...). Los herederos de Mayo del 68 hab¨ªan impuesto la idea de que todo vale, que no hay ninguna diferencia entre el bien y el mal, entre lo cierto y lo falso, entre lo bello y lo feo; hab¨ªan intentado hacer creer que el alumno vale tanto como el maestro (...), que la v¨ªctima cuenta menos que el delincuente (...), que no pod¨ªa existir ninguna jerarqu¨ªa de valores (...), que se hab¨ªa acabado la autoridad, la cortes¨ªa, el respeto; que no hab¨ªa nada grande, nada sagrado, nada admirable; ninguna regla, ninguna norma, que nada estaba prohibido".
Y el heredero de este nefasto equ¨ªvoco de la historia es la izquierda, y m¨¢s concretamente los socialistas "que le han tomado gusto al poder, a los privilegios (...), que cultivan los arrepentimientos [en relaci¨®n con el pasado colonial de Francia] que denigran la identidad nacional, que atizan el odio de la familia, de la sociedad, de la naci¨®n, de la Rep¨²blica".
Y lanz¨® un cable a los electores centristas, los 6,8 millones que en la primera vuelta votaron por Fran?ois Bayrou. "Quiero dirigirme a los electores de centro, cuyos valores son tan cercanos a los nuestros. Quiero decirles que su sensibilidad tiene un hueco en la mayor¨ªa presidencial que quiero construir y en torno a la cual quiero unir a los franceses", dijo. "Os necesito, necesito lo que represent¨¢is, en lo que cre¨¦is y no os pido que renunci¨¦is a nada", a?adi¨®.
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