Temor azulgrana
Aunque la mayor¨ªa de los pron¨®sticos mantienen al Barcelona como favorito al t¨ªtulo, ni que sea por su condici¨®n de campe¨®n y l¨ªder, el Madrid ha logrado un dominio esc¨¦nico del campeonato, sobre todo a nivel psicol¨®gico. A falta de seis jornadas, la sensaci¨®n es que el Bar-?a juega para no perder la Liga y el equipo de Capello compite para ganarla, una situaci¨®n tan liberadora para el club blanco como comprometedora para el azulgrana.
As¨ª las cosas, el Bar?a es hoy v¨ªctima del miedo a fallar, preso del temor a la derrota, esclavo de la necesidad de evitar el rid¨ªculo. Le puede una carga negativa y aparece a menudo abrumado, excesivamente tensionado y responsabilizado, de manera que le falla el pulso y, consecuentemente, la punter¨ªa.
Hay razones objetivas para dudar del Bar?a. La hinchada est¨¢ escarmentada desde Par¨ªs porque las malas noticias se han encadenado. No s¨®lo no se ha renovado el ¨¢lbum de cromos que se compr¨® en tiempos de Rosell, sino que el protagonismo reservado a Henry lo ha ocupado Saviola. Las finales perdidas son m¨¢s que las ganadas. Y Rijkaard no consigue corregir los problemas estructurales, que pasan por la falta de una alineaci¨®n estable y la ausencia de un medio centro, por no redundar en asuntos mucho m¨¢s opinables.
El Bar?a ha perdido equilibrio; han menguado los pases interiores y los cambios de orientaci¨®n; no se ponen centros porque el juego de banda es deficitario y no se cuentan remates a media distancia, y la poca rigurosidad defensiva avala la concesi¨®n de ocasiones. Algunos de sus atributos han disminuido y se acent¨²an las carencias. Es menos vers¨¢til y m¨¢s previsible.
Aunque el calendario invita al optimismo, la estad¨ªstica es disuasoria. Los n¨²meros se?alan que s¨®lo ha ganado tres puntos en sus ¨²ltimas cinco salidas y su promedio goleador ha pasado de 2,11 a 0,5 tantos despu¨¦s de que en sus ¨²ltimas cuatro confrontaciones ¨²nicamente haya marcado dos y de mala manera. La sensaci¨®n de desplome se acent¨²a si se tiene en cuenta la falta de ¨¦pica del equipo, poco dado al remonte, a excepci¨®n de situaciones extremas como la que se dio en la Copa de Europa.
El Bar?a ha pasado en una temporada de sentirse el mejor club del mundo a no tener autoestima, de tener al mejor futbolista a discutir sobre la posibilidad de traspaso y de mofarse del Madrid a temerle m¨¢s que al Sevilla, segundo clasificado con un punto menos.
A juzgar por el tono de los debates, el barcelonismo se enfrenta a un ajuste de cuentas sin reparar en que ha ganado una de cada dos Ligas desde 1990. Hay quien le tiene ganas a Laporta, otros que reniegan de Txiki y coinciden varios en que conviene ventilar el vestuario. Nada nuevo, por otra parte, si se recuerdan los tiempos de Robson y Van Gaal, de N¨²?ez y Gaspart, de Ronaldo y Rivaldo.
Falto de militancia activa, v¨ªctima de su capacidad autodestructiva, el Bar?a est¨¢ convencido de que la Liga s¨®lo la pueden perder sus jugadores. El equipo no es ajeno a la corriente desmoralizadora de una parte de la hinchada y su juego tampoco, de manera que juega contra el Sevilla, contra el Madrid y, sobre todo, contra s¨ª mismo, m¨¢s rival que ning¨²n otro. Una cosa es jugar mal y otra renegar hasta provocar la abdicaci¨®n.
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