"Nadie se acuerda de ti despu¨¦s del ¨²ltimo informativo"
Jacobo Zabludovsky es un icono de la televisi¨®n mexicana, una vocaci¨®n del periodismo. Dej¨® hace siete a?os Televisa (seg¨²n algunos, porque baj¨® la audiencia, y su informativo se pleg¨® demasiado al Gobierno; seg¨²n ¨¦l, porque pretendieron ningunear a su hijo), pero a sus 79 a?os (que cumple en mayo) sigue haciendo comunicaci¨®n, ahora al frente del principal programa de Radio Red y Radio Centro, en M¨¦xico. Le escuchan, dicen, veinte millones de mexicanos. Hace unos d¨ªas, particip¨® en San Mill¨¢n de la Cogolla (La Rioja) en el congreso El espa?ol en los noticiarios de televisi¨®n de los dos lados del Atl¨¢ntico, organizado por la Fundaci¨®n del Espa?ol Urgente y la Fundaci¨®n San Mill¨¢n.
Pregunta. ?C¨®mo le mordi¨® el periodismo?
Respuesta. Empec¨¦ a los 15 a?os, ayudando a corregir pruebas. Me gust¨® el olor de la tinta; quise ser reportero y locutor de radio. El 3 de enero de 1945 me met¨ª en un estudio. 63 a?os en esta profesi¨®n.
P. Y sigue tan campante.
R. No s¨¦ si campante o no. Me divierte. Y me angustia tambi¨¦n.
P. ?De qu¨¦ viene la alegr¨ªa de trabajar en esto?
R. Es mi oficio; y da alegr¨ªa tratar de adivinar si lo que pasa es noticia o no.
P. Pues ahora hay un conflicto: se dice que la noticia y la opini¨®n se est¨¢n juntando demasiado.
R. Es algo reciente. Es muy dif¨ªcil distinguir lo objetivo de lo subjetivo; aunque s¨®lo des los datos, ya el modo de situar la noticia, en primera o en octava p¨¢gina, ya es subjetivo. En Estados Unidos exigen que verifiques por tres fuentes, ?pero luego pones la noticia donde te da la gana!
P. Le mordi¨® pronto la tele.
R. Cuando la tele lleg¨®, yo ya estaba. Como en el cuento de Augusto Monterroso, el del dinosaurio. Apareci¨® la primera estaci¨®n de televisi¨®n en M¨¦xico, y yo ya estaba trabajando con los due?os. Me pusieron a hacer los noticieros.
P. Ahora la gente dice que la tele tiene la culpa de casi todo...
R. Es el medio m¨¢s importante que ha creado el hombre. La imagen es lo fundamental, y a no ser que hagas trampas es la que dice todo. La narraci¨®n es accesoria. Las Torres Gemelas: cuando se estrell¨® el segundo avi¨®n ya todos los locutores del mundo dec¨ªamos lo mismo. "Oh my god, oh dios m¨ªo". Qu¨¦ m¨¢s ibas a decir. En la radio la cosa es distinta: todo es producto de la voz. Sin la voz no eres nadie.
P. Despu¨¦s de cincuenta a?os, se fue de Televisa. ?C¨®mo se va uno de un sitio despu¨¦s de tanto tiempo?
R. Mi hijo aspiraba a ser el titular del noticiero m¨¢s importante de M¨¦xico, y crey¨® que ten¨ªa m¨¦ritos para ello. No lo nombraron, renunci¨®, y yo me fui con ¨¦l. Me fui, sin rencor; sigo siendo amigo de Emilio Azc¨¢rraga.
P. Dicen que se fue porque baj¨® la audiencia de Televisa, influida por el Gobierno.
R. Ten¨ªamos entonces un Gobierno que dominaba todos los poderes, y dominaba tambi¨¦n la televisi¨®n. Y en funci¨®n de eso actuaba el medio. Pero me fui por lo que le dije.
P. ?Nostalgia de la tele?
R. La radio me la ha quitado. La radio es la tela en blanco de un pintor. Te obliga a contar: a qu¨¦ huelen las cosas, c¨®mo son los terremotos, c¨®mo est¨¢ el incendio. Periodismo puro.
P. En 1985 usted retransmiti¨® en directo el terremoto de M¨¦xico. Con un tel¨¦fono.
R. Experiencia imborrable. El 18 de septiembre de 1985, a las 7.19 de la ma?ana. Ten¨ªa un tel¨¦fono unido al coche; era un gran avance t¨¦cnico. Hab¨ªa desaparecido la se?al de televisi¨®n y sal¨ª de casa, me acerqu¨¦ al centro de la ciudad; se cayeron las antenas. Yo era el director de todos los noticieros de Televisa, y narr¨¦ por radio, a trav¨¦s del tel¨¦fono, todo lo que ve¨ªa. La ciudad destruida. Una cosa espantosa. Yo era el ¨²nico que lo estaba narrando, pero yo no lo sab¨ªa entonces.
P. Era un hombre poderoso, de los m¨¢s poderosos de M¨¦xico.
R. No lo era. Yo ten¨ªa el programa m¨¢s importante de la televisi¨®n. Importante era el medio. No hay nada m¨¢s f¨¢cil que sustituir al conductor de un informativo. Al d¨ªa siguiente la gente dice: "Estaba mejor el anterior". Pero luego se olvida, y al cabo de un mes ya no eres nadie. Vas subiendo escalones, y de pronto te caes.
P. Y es muy fastidioso el escal¨®n de bajada.
R. La vanidad impide que uno vea bien el de bajada. En mi caso, renunci¨¦. Pero, s¨ª, en general la derrota es inaceptable, el olvido, la indiferencia de la gente; c¨®mo sustituyes la elefantiasis del ego.
P. Est¨¢ en Espa?a, hablando del lenguaje en los medios. ?Qu¨¦ tal estamos de errores?
R. Se cometen m¨¢s errores en la televisi¨®n y la radio que en la prensa escrita. Hay menos tiempo de preparaci¨®n. A la larga yo creo que la televisi¨®n servir¨¢ para que hablemos mejor. Y para difundir el espa?ol en m¨¢s sitios. F¨ªjese en EE UU: cincuenta millones hablan espa?ol. Lo tendr¨¢n que escuchar en televisi¨®n, adem¨¢s.
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