Sostenibilidad tecnocr¨¢tica
Cuando parece que un t¨¦rmino como sostenibilidad ha sido aceptado; m¨¢s a¨²n, cuando ha sido asumida la gravedad de un problema planetario como el cambio clim¨¢tico, que afecta a todos los habitantes de la tierra, conviene revisar las soluciones que se pretenden aportar para conseguir un mundo y unas ciudades menos insostenibles. De hecho, la ambig¨¹edad viene de partida en un concepto que pone ¨¦nfasis en la durabilidad; que plantea c¨®mo seguir desarroll¨¢ndonos en unas sociedades opulentas sin poner en peligro los recursos del planeta, c¨®mo frenar los estragos del progreso sin renunciar a ¨¦l, y no c¨®mo transformar un sistema productivo que lleva, irremediablemente, a la destrucci¨®n de la tierra. Por ello, cuando se plantean propuestas sostenibles son, a menudo, discutibles y, a veces, disparatadas o falsas.
La sostenibilidad m¨¢s que un cambio tecnol¨®gico implica un cambio social y pol¨ªtico
El reciente encuentro de urbanistas, arquitectos, ingenieros y activistas de todos los continentes promovido por el Holcim Forum for Sustainable Construction en Shanghai (China), que se ha celebrado del 18 al 21 de abril, dedicado a la transformaci¨®n sostenible de las ciudades, ha permitido comprobar, de nuevo, la gran diversidad de propuestas que se engloban en la idea de ciudad sostenible. Partiendo ya de algo tan parad¨®jico como que se debatiera en una ciudad tan insostenible como la metr¨®polis de Shanghai, un ejemplo puro de la "ciudad gen¨¦rica" sobre la que ha escrito con tanta lucidez Rem Koolhaas: desbordante, sin atributos ni calidad, basada en la multiplicaci¨®n de los rascacielos, hecha a base de la destrucci¨®n del tejido hist¨®rico, el consumo continuo de los campos de cultivo y el desplazamiento forzoso de grandes masas de habitantes.
Se podr¨ªa establecer que las conferencias y comunicaciones se centraban en tres tipos de concepciones de urbanismo sostenible: aquellas que insist¨ªan en los aspectos m¨¢s sociales y humanos, recuperando el sentido com¨²n y los valores comunitarios, recurriendo a la participaci¨®n y a la democracia local y, por tanto, en estrecha relaci¨®n con la pol¨ªtica y las estrategias del poder; aquellas que planteaban un cambio cient¨ªfico de m¨¦todos, de procesos de proyecto, de usos de materiales y recursos, de sistemas de c¨¢lculo de los impactos y los resultados, y de herramientas de comunicaci¨®n; y aquellas m¨¢s tecnol¨®gicas, que sin abandonar en absoluto la mentalidad racionalista y productivista lo ven como una nueva fase de desarrollo del sistema de mercado en la que se introducen nuevos productos pretendidamente sostenibles.
No hace falta decir que esta ¨²ltima es, posiblemente, la versi¨®n m¨¢s discutible; la que entiende la sostenibilidad s¨®lo desde una mentalidad tecnocr¨¢tica y olvida las vertiente social y la cient¨ªfico-metodol¨®gica. El objetivo de la sostenibilidad s¨®lo puede afrontarse desde el cambio de dos paradigmas: el social, no hay sostenibilidad posible sin justicia y, por tanto, el abismo entre ricos y pobres aumenta la insostenibilidad; y el metodol¨®gico y cient¨ªfico, ya que no hay sostenibilidad sin un cambio de paradigma hacia el pensamiento complejo y sist¨¦mico, que supere con car¨¢cter multidisciplinar las especializaciones y los compartimentos estancos, y que rechace la idea de una sosteniblidad tecnocr¨¢tica basada en los kits a?adidos.
Esta concepci¨®n tecnocr¨¢tica plantea como soluci¨®n a?adir nuevos ap¨®sitos, pr¨®tesis y aditamientos tecnol¨®gicos e inform¨¢ticos a unas construcciones que malgastan recursos, consumen territorio, arrasan campos o se aprovechan de paisajes naturales y reservas ecol¨®gicas para uso de un turismo de ¨¦lite. No es ecol¨®gico explotar reservas naturales, por mucho que la nueva arquitectura sea ligera y bioclim¨¢tica, proyectada por los ingenieros de Ove Arup, como se propone en la isla de Chongming en Shanghai; o eliminar las huertas supervivientes cerca de las grandes ciudades con proyectos de firmas reconocidas, por mucho que se rememoren las trazas agrarias y se coloquen despu¨¦s vegetaci¨®n y frutales en las azoteas.
Tampoco es aceptable proponer la casa unifamiliar ecol¨®gica como alternativa. Por muy bioclim¨¢tica que pudiera llegar a ser, la tipolog¨ªa de la casa suburbana, en el campo, en el suburbio o, lo que es a¨²n peor, en el barrio cerrado para ricos, es totalmente insostenible, ya que mantiene la pareja infernal entre autom¨®vil y casa unifamiliar, continuando la l¨®gica del suburbio como ocupaci¨®n territorial, que es la que ocasiona este despilfarro de energ¨ªas f¨®siles y esta b¨²squeda desesperada de alternativas como la bioenerg¨ªa que va a monopolizar e hipotecar amplias zonas agrarias de M¨¦xico, Brasil, Argentina e India.
De acuerdo con esta concepci¨®n tecnocr¨¢tica, el crecimiento urbano es legitimado bajo el signo del plus ecol¨®gico; los nuevos procesos de urbanizaci¨®n se justifican ideol¨®gicamente con la excusa de la sostenibilidad, intentando que sus estrategias pasen inadvertidas.
Como dec¨ªamos al principio, el mismo objetivo de la sostenibilidad es ambiguo de partida: ?Se trata de hacer lo m¨¢s durable posible un mundo basado en el despilfarro, el consumo y la injusticia o de lo que se trata es de luchar por un cambio que s¨®lo se puede producir si las fuerzas destructivas del mercado son fuertemente contrapesadas por las fuerzas sociales y por las medidas de regulaci¨®n y control establecidas desde el sector p¨²blico de cada pa¨ªs y desde los organismos internacionales? La sostenibilidad aut¨¦ntica, si puede existir, m¨¢s que un cambio tecnol¨®gico implica un cambio social y pol¨ªtico.
Josep Maria Montaner es catedr¨¢tico de la Escuela de Arquitectura de Barcelona (UPC).
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