Salto a la gloria
Si en la genealog¨ªa asturiana hay un "despu¨¦s de Dios, la casa Quir¨®s", en la industria cinematogr¨¢fica deber¨ªa haber un "despu¨¦s de Dios, el festival de Cannes, y despu¨¦s, nada, y despu¨¦s de nada, el resto". As¨ª, sin m¨¢s. Cannes, por muy diversas razones, se convirti¨® en la mejor rampa de lanzamiento de las pel¨ªculas del a?o. La multitudinaria presencia de los medios de comunicaci¨®n y la importancia de sus transacciones comerciales aseguraron dos de los factores esenciales de la industria: el reconocimiento de lo art¨ªstico y la necesidad imprescindible del mercado. Arte, industria y prensa internacionales con el a?adido del glamour. Al fin y al cabo, las estrellas y las estrellitas del cine son inconcebibles sin los otros componentes. A ello hay que a?adir un clima privilegiado, un enclave de lujo, numerosos hoteles multiestrellados, restaurantes con todos los tenedores imaginables y damas inalcanzables. Cannes lo abarca todo: desde las exigencias de los cin¨¦filos hasta la demanda de la prensa del coraz¨®n. ?se es su poder¨ªo.
Naturalmente, el festival se puede narrar desde todas las perspectivas. Para unos ser¨¢ el certamen que consagr¨® a buena parte del olimpo cinematogr¨¢fico, y su palmar¨¦s, una historia del cine de los ¨²ltimos 60 a?os. Para otros ser¨¢n 15 d¨ªas de locura festiva y carnaza para amantes de los mitos. Se pueden ver seis o siete pel¨ªculas diarias ?si el cuerpo lo aguanta?, o sentarse en la terraza del hotel Carlton y ver pasar entre guardaespaldas a lo m¨¢s florido del mundo del espect¨¢culo. Tambi¨¦n se puede trabajar fren¨¦ticamente con una c¨¢mara de fotos en la mano y toda la picaresca posible.
"?Eh, Kirk!", le gritaba un paparazzo al padre de los Douglas. Cuando Kirk se daba la vuelta, el fot¨®grafo le arrojaba una revista a la que previsiblemente le vender¨ªa despu¨¦s la foto. Douglas la cog¨ªa entre sus manos como pod¨ªa. D¨ªas m¨¢s tarde, el semanario la publicaba: "Kirk Douglas lee nuestra revista", informaba el pie de foto.
Para quien ha asistido al certamen unos cuantos a?os como enviado de EL PA?S, la primera fecha de sus recuerdos es la de 1976, un a?o en el que se presentaron filmes tan transgresores como El imperio de los sentidos, de Nagisa Oshima, y Taxi driver, de Martin Scorsese. Fue un a?o en el que la prensa internacional, o una buena parte de ella, se qued¨® perpleja con la historia de sexo, amor y muerte que present¨® el japon¨¦s en la Quincena de los Realizadores. Sorprendentemente, el tremendo filme de Scorsese, con Jodie Foster luciendo su pubertad por La Croisette en compa?¨ªa de un juvenil De Niro, consigui¨® el m¨¢ximo galard¨®n. Cannes no estaba dispuesta a dejarse superar por las nuevas tendencias cinematogr¨¢ficas, y, desde luego, la mejor forma de demostrar su contemporaneidad era entronizar lo m¨¢s radical, un estilo que ya hab¨ªa manifestado en 1969 al acoger en su secci¨®n oficial Easy Rider, de Dennis Hopper, otra de las pel¨ªculas que rompieron los esquemas de la industria. Espa?a present¨® dos filmes a concurso: Cr¨ªa cuervos, de Carlos Saura, que obtuvo el Premio Especial del Jurado, y Pascual Duarte, de Ricardo Franco, con el que Jos¨¦ Luis G¨®mez conseguir¨ªa el premio de interpretaci¨®n masculina. Los informadores, por su parte, tambi¨¦n tuvieron su sobredosis de sobresaltos al contemplar estupefactos c¨®mo el presidente del jurado, el gran Tennesse Williams, convocaba a los medios en mitad del certamen para manifestar su repulsa por la secuencia del filme de Ricardo Franco en la que se asestaban varias pu?aladas a una mula, un hecho ins¨®lito por cuanto los miembros del jurado ten¨ªan prohibido expresamente comentar sus opiniones antes de que se comunicara el palmar¨¦s. Mario Vargas Llosa, miembro tambi¨¦n del jurado, tuvo que batallar de lo lindo para conseguir el reconocimiento de la interpretaci¨®n de Jos¨¦ Luis G¨®mez. Williams no soportaba la crueldad con los animales, aunque tampoco le importaba premiar a un taxista psic¨®pata.
La terraza del Carlton era m¨¢s relajada y divertida. Una vista extraordinaria del mar; un trasiego constante de productores, realizadores, exhibidores, distribuidores, paparazzi y estrellas que, en ocasiones, alcanzaba cimas inolvidables, como cuando Linda Lovelace (Garganta profunda), a petici¨®n de la clientela, hizo un strip-tease encima de una de sus inestables mesas. La estrella del porno hab¨ªa rodado, despu¨¦s de su espectacular ¨¦xito lar¨ªngeo, Super climax, de Claudio Bernabei y Joe D'Amato, y Midnight Blue 2, de Al Goldstein. M¨¢s tarde, a los 53 a?os de edad, morir¨ªa arruinada, con el h¨ªgado destrozado, renegando de su pasado y con la conciencia de que hab¨ªa sido explotada por todos los que usufructuaron su ¨¦xito popular. No todo es Hollywood.
La gente famosa entraba o sal¨ªa del Carlton, tuviera o no pel¨ªcula a concurso, porque siempre se rentabilizaba la visita. En una mesa discreta pod¨ªa estar Serge Silberman, un veterano productor mucho m¨¢s importante de lo que su aspecto denotaba. En otra, Fassbinder con su s¨¦quito provocador. Los gin-tonics del atardecer permit¨ªan conocer y conversar con gentes como Marco Ferreri ?amable y divertido, fascinado por Bilbao, de Bigas Luna? o fumarse alg¨²n puro de los que generosamente repart¨ªa Sainz de Vicu?a antes de la paranoia antitabaquista vigente. Berlanga convocaba a su alrededor a buena parte de la cr¨ªtica espa?ola para comentar las incidencias del festival y, sobre todo, el espl¨¦ndido aspecto de algunas de las damas que deambulaban sin cesar. Por aquellas tertulias pod¨ªan pasar una jovenc¨ªsima Victoria Abril o una belleza como ?ngela Molina, o tambi¨¦n divisar entre guardaespaldas a David Bowie o al gran Cassius Clay, en promoci¨®n de su Yo, el mejor, el filme de Tom Gries.
En cualquier bocacalle de La Croisette se pod¨ªa tropezar con un Dennis Hopper dando tumbos (cimentar la leyenda siempre exige dedicaci¨®n), llegado para arropar el lanzamiento de Tracks, de Henry Jaglom, con una radiante Taryn Power, o ser invitado a una cena restringida en compa?¨ªa de Charlotte Rampling y su pesado marido, Jean-Michel Jarre, o a un almuerzo con Louis Malle y Susan Sarandon por su filme Atlantic City (ventajas, sin duda, del diario que se representaba); tambi¨¦n se pod¨ªa compartir restaurante marinero con Nino Manfredi y Ettore Scola, dando buena cuenta de una bullabesa. Por cierto, que el cartel de la estupenda pel¨ªcula que defend¨ªan, Brutti sporchi e cattivi (Feos, sucios y malos), pod¨ªa parecer un homenaje a buena parte de la cr¨ªtica espa?ola acreditada en aquel Cannes de 1976, un grupo divertido con varios cojos, asm¨¢ticos e incluso un par de dalt¨®nicos entre sus componentes. Sesiones hubo en las que, tras unos minutos de angustia, los asistentes romp¨ªan en aplausos para celebrar el que Alfonso S¨¢nchez hubiera superado su interminable golpe de tos.
Entrada la noche era el turno de las fiestas. Las productoras que quer¨ªan deslumbrar y pod¨ªan hacerlo organizaban fiestas que nunca finalizaban antes del alba. Discotecas, yates enormes o villas privadas acog¨ªan a los invitados seleccionados previamente en funci¨®n de intereses econ¨®micos o propagand¨ªsticos. Eran momentos propicios para las leyendas y los delirios: siempre hab¨ªa alguien que sorprendentemente dec¨ªa haber enhebrado conversaci¨®n de t¨² a t¨² con Jane Fonda, Roman Polanski o Mick Jagger. Incluso los hab¨ªa que juraban haber recibido felicitaciones entusiastas de gentes como los citados u otros similares por su cortometraje, a?adiendo, para dar verosimilitud a lo narrado, que un primo suyo les hab¨ªa hecho llegar una copia. Si se era piadoso, se mostraba cierto inter¨¦s; si no, se le mandaba a paseo.
El a?o 1979 fue especial. Anclado en medio de la bah¨ªa estaba un imponente yate en el que se alojaba la troupe de Francis Ford Coppola. El realizador presentaba su impresionante Apocalypse now. Las dos ruedas de prensa oficiales que se tuvieron que montar para acoger a todos los medios que deseaban informar fueron, probablemente, dos espect¨¢culos dif¨ªcilmente repetibles. La enorme sala del Palacio del Festival se llen¨® con medios escritos, en una de ellas, y con televisiones y radios, en la segunda. Contemplar a quien ya hab¨ªa realizado la primera parte de El padrino contestar a 300 o 400 periodistas y a otras tantas c¨¢maras y micr¨®fonos era tan impresionante como sus secuencias de helic¨®pteros, napalm y Richard Wagner. Todo era grandioso, casi excesivo.
Fue el mismo a?o en el que en una sala de barrio, dentro del mercado del filme, Franc Roddam presentaba Quadrophenia, acompa?ado, eso s¨ª, por la banda que hab¨ªa grabado el disco: los Who, con Pete Thowsend a la cabeza. Normalmente, las pel¨ªculas que se exhib¨ªan en los cines marginales s¨®lo congregaban a los comerciantes y, espor¨¢dicamente, a cin¨¦filos recalcitrantes. Pero los Who eran otra cosa. La estrecha calle del local estaba abarrotada de fans desde mucho antes de que llegaran los tres imponentes Bentley precedidos por 15 o 20 motoristas municipales vestidos con sus mejores galas y sus mejores Ray-ban. Llegaban cuatro rockeros, algunos de los cuales ten¨ªan serias dificultades para mantenerse erguidos, pero la escenograf¨ªa era similar a la llegada de la reina Isabel. En la acera les esperaba un individuo de aspecto m¨¢s que discreto: Bill Wyman, ex Rolling Stone, al que abrazaron los Who mientras les ense?aba una gran bolsa de marihuana, sin duda un detalle para la posterior fiesta en una villa privada alquilada para la ocasi¨®n. Los 15 o 20 motorizados municipales miraban para otro sitio mientras los cientos de fans chillaban sin parar. Una vez dentro, Roddam nos cont¨® una extraordinaria y triste epopeya de mods. D¨ªas m¨¢s tarde, los Who dieron un estupendo concierto en la cercana Frejus. Hubo varios heridos por la violencia de los que se quedaron sin entradas o pretend¨ªan colarse. La Riviera francesa era una monta?a rusa con subidas y bajadas espectaculares.
El drama de Cannes es que durante 15 d¨ªas ofrece tantas alternativas y tentaciones que resulta inevitable elegir constantemente. Guillermo Cabrera Infante titul¨® uno de sus libros Cine o sardinas, opci¨®n que les ofrec¨ªa la madre para gastar el poco dinero del que dispon¨ªan. En Cannes, es cine o muchas cosas m¨¢s: restaurantes de lujo como L'Age d'Or, con sus crudit¨¦s prodigiosas; fiestas; excursiones a pueblos tan seductores como Saint-Paul de Vence, con su Fundaci¨®n Maeght y la extraordinaria La Colombe d'Or, en donde el visitante pod¨ªa encontrar en su terraza a Simone Signoret o a Jorge Sempr¨²n; o Grasse, con sus incre¨ªbles campos de flores, por los que paseaba uno de sus residentes m¨¢s afamados, Dick Bogarde, antes de que Patrick S¨¹skind lo catapultara a la popularidad de los best-sellers con El perfume.
Los m¨¢s poderosos pod¨ªan optar tambi¨¦n entre el casino, con las legendarias e inagotables historias de jeques, multimillonarios y lud¨®patas, o el cercano Montecarlo, con su cinematogr¨¢fica princesa, tan guapa como atenta a los negocios de la 20th Century Fox, fallecida en 1982. Por no hablar de Antibes ?refugio final de Graham Greene?, de Juan les Pins o Saint-Tropez.
Los ¨²ltimos 60 a?os del certamen recogen casi todo lo mejor del cine mundial. La ciudad y sus alrededores simbolizan desde hace m¨¢s de un siglo el lujo absoluto.
?Gracias al festival, ?Bilbao? se vendi¨®?. Por Bigas Luna
Para m¨ª, el festival ha sido una pieza important¨ªsima en mi carrera. Cuando terminamos Bilbao, que era una pel¨ªcula en la que todos hab¨ªamos puesto mucha ilusi¨®n, energ¨ªa y riesgo econ¨®mico, recuerdo que Pep¨®n Corominas y yo tuvimos que aceptar una cl¨¢usula en la que todo lo que pasara del presupuesto aceptado por los financieros lo ten¨ªamos que pagar los dos. Decidimos con nuestro distribuidor Toni Sol¨¦ hacer una proyecci¨®n para uno de los exhibidores m¨¢s importantes del pa¨ªs. Al acabar el pase, dijo: ??Qui¨¦n ha hecho esta mierda??. Yo, que estaba en la sala, me levant¨¦ y le dije que la pel¨ªcula era m¨ªa. Sorprendido, se disculp¨® porque no imaginaba que el director pod¨ªa estar all¨ª. Pensamos que la pel¨ªcula no se iba a estrenar nunca.A los pocos d¨ªas me llam¨® Pep¨®n y me dijo que hab¨ªan llamado de Fotofilm Madrid porque un director hab¨ªa ido a ver unas pruebas y en la sala de proyecci¨®n una chica estaba comprobando a marcha r¨¢pida una copia de Bilbao. Al ver las im¨¢genes le hab¨ªa interesado mucho, y nos ped¨ªan permiso para pas¨¢rsela entera. Cuando pregunt¨¦ el nombre del director, para mi sorpresa era Marco Ferreri, el director italiano, que me interesaba much¨ªsimo. Vio la pel¨ªcula y sali¨® entusiasmado. Nos llam¨® para decirnos que la quer¨ªa recomendar en Cannes para la Quincena de Realizadores. Mandamos una copia a Par¨ªs para que la viera Jean-Pierre Delaux, director de la Quincena, al que tambi¨¦n le entusiasm¨® y la programaron. Marco Ferreri nos hizo una propuesta de compra para Francia e Italia. A partir de aqu¨ª, todo fueron ¨¦xitos. Los pases de la Quincena, de dos se convirtieron en cuatro por la cantidad de gente que quer¨ªa verla y no ten¨ªa sitio en la sala. Numerosos directores de renombre europeos fueron a verla; recuerdo especialmente a Berlanga y Fassbinder, que al acabar me abraz¨® con entusiasmo. El d¨ªa que se estren¨® en Barcelona fui a la sesi¨®n de las cuatro de la tarde para ver si hab¨ªa gente, y la cola ?daba la vuelta a la manzana!Gracias al festival de Cannes, una pel¨ªcula que yo llegu¨¦ a pensar que no se estrenar¨ªa, se vendi¨® a todos los pa¨ªses. Fue la pel¨ªcula que me dio a conocer en Europa. Marco Ferreri hizo de padrino, y la present¨® conmigo en Italia y Francia. Tengo un recuerdo estupendo de estas presentaciones con ¨¦l. Fuimos a comer en un restaurante de Mil¨¢n en el que le conoc¨ªan, y pidi¨® un cordero entero, del que nos comimos entre los dos la mitad. Hicimos la siesta estirados en unos bancos de un reservado en el mismo local y cenamos en el mismo restaurante con una gente con la que hab¨ªamos quedado. Comimos el resto del cordero. ?Una grand bouffe a lo Ferreri?, maravillosa.
?Disfrut¨¦ con el premio?. Por Carmen Maura
Si vas al festival de Cannes, m¨¢s vale que seas un poco importante, porque, si no, no te van a invitar a nada y nadie te va a preguntar cosas, y te vas a sentir como un desperdicio de la naturaleza. Te conviene salir de casa con la moral muy alta. De por s¨ª, los festivales no son mis fiestas preferidas, y Cannes es un festival tr¨¨s important con gente tr¨¨s important y premios superconsiderados. Eso, de primeras, a m¨ª me limita el disfrute.Pero en mi ¨²ltimo Cannes disfrut¨¦ un mont¨®n practicando mi franc¨¦s a tope y mi seudoingl¨¦s, y me re¨ª cantidad, sobre todo con la aventura del premio a todas las actrices.Domingo, once de la ma?ana: ?Que os han dado el premio a todas, que hay que ir?. ?Me da tiempo a lavarme la cabeza? ?Y qu¨¦ me pongo? ?Tengo medias? ?Las habr¨¢n localizado a todas? ?Qu¨¦ divertido! Para ?las hijas tontas del padre prior? (as¨ª nos llamaba Blanca Portillo a Lola Due?as, Yohana Cobo, ella y yo) fue una aut¨¦ntica sorpresaza. Ni se nos pasaba por la cabeza que tendr¨ªamos que volver por Volver. Llegada, make-up, habitaciones, trajes, Lola, Blanca, Yohana? Sent¨ª mucho cari?o al verlas tan emocionadas, nerviosas y felices? Y eso s¨ª, las tres muy graciosas, cada una a su estilo. Recibir el premio, all¨ª con los franceses, las cinco espa?olas, una gozada? Sent¨ª como si represent¨¢ramos a todas nuestras actrices.Nos dieron la Palma (por cierto, una monada de palmita supermanejable), y a partir de ah¨ª no paramos de re¨ªrnos hasta que a las tantas acabamos con todo el champa?a las cuatro en mi habitaci¨®n. (Si no hablo de Pen¨¦lope y Pedro no es por nada, es porque ellos estaban en otro rollo, y siempre rodeados de flashes y guardaespaldas). Nosotras tuvimos uno (guardaespaldas) mon¨ªsimo que, como no pod¨ªa perder de vista mis car¨ªsimos brillantes prestados, nos protegi¨® toda la noche.Menci¨®n especial para Patrice Leconte (maravilloso dire franc¨¦s), que fue especialmente cari?oso con nosotras. Y gracias desde aqu¨ª a las chicas que hicieron que mi Cannes 2006 fuera especialmente divertido, una pieza important¨ªsima en mi carrera.
El mejor de todos. Por Alex de la Iglesia
El mejor Cannes fue el primero. Luego ya volv¨ª para trabajar y no ten¨ªa gracia. Recuerdo que ten¨ªa una cita important¨ªsima con un productor important¨ªsimo, algo que iba a cambiar radicalmente mi carrera. Me llev¨® Flavio en su coche. Flavio pasaba Justino, el asesino de la tercera edad en Cannes, y quer¨ªa estar presente en el pase de los distribuidores.La emoci¨®n era tal, que nos emborrachamos sin bajar del veh¨ªculo. No s¨¦ c¨®mo llegamos, nos pasamos Cannes y tuvimos que volver un par de veces. Cuando por fin acertamos con la proyecci¨®n, el agotamiento se apoder¨® de m¨ª. Me dorm¨ª. Lo peor no fue hacer ese desprecio a mi gran amigo, productor de la pel¨ªcula; lo peor eran mis ronquidos, que no dejaban a nadie escuchar los di¨¢logos. Flavio me golpeaba la cara con un peri¨®dico, luego me daba patadas, pellizcos, pero nada.Despu¨¦s del pase decidimos que ser¨ªa magn¨ªfico ir a celebrarlo. Nos encontramos con otros amigos de la profesi¨®n que al parecer prefer¨ªan el bar a la secci¨®n oficial. De pronto advert¨ª, horrorizado, que era ya de noche. Sal¨ª del bar dando tumbos, intentando encontrar el lugar de la cita con el productor, que, desgraciadamente, hab¨ªa olvidado.La angustia me hizo correr m¨¢s de la cuenta, provocando en mis ingles unas rozaduras sangrantes. El dolor era inhumano. Flavio me gritaba que fuera m¨¢s r¨¢pido, mientras se re¨ªa a carcajadas, pero era in¨²til.No llegu¨¦ a la cita. Tras un rato refresc¨¢ndome en la playa, la situaci¨®n mejor¨® considerablemente. Sin embargo, el disgusto fue may¨²sculo. Pensamos que lo mejor era olvidarlo todo en una de las muchas fiestas que Cannes ofrec¨ªa a los esforzados cineastas. No nos dejaron entrar en ninguna, pero tampoco nos import¨® mucho. Recuerdo perdernos de nuevo intentando llegar al hotel de ninguna estrella donde dorm¨ªamos.All¨ª volvieron a hacer acto de presencia los desafortunados ronquidos. Creo que volvimos a Madrid al d¨ªa siguiente, derrotados, pero felices.
De Cannes a Cantalojas. Por Ic¨ªar Bolla¨ªn
Con la lata todav¨ªa ?caliente? del laboratorio salimos con Flores de otro mundo hacia Cannes. Est¨¢bamos seleccionados en la Semana de la Cr¨ªtica, que ese a?o dirig¨ªa un grupo de mujeres con mucho m¨¢s entusiasmo que medios (ellas mismas preparaban los canap¨¦s de la fiesta de inauguraci¨®n y clausura) y ten¨ªan la oficina literalmente a la espalda o culo del Palais del Festival. No hab¨ªa alfombra roja ni sonaba m¨²sica alguna al entrar en las proyecciones, a las que no asist¨ªa ning¨²n invitado de glamour, pero no pod¨ªamos ser m¨¢s felices. Con mi segunda pel¨ªcula est¨¢bamos, para nuestro propio asombro, en el Festival de Cannes. Nos hicimos mil fotos delante de nuestro cartel, que ten¨ªa una palmera plantada justo delante, en la Croisset; nos desmayamos en un ascensor del hotel en el que bajaban Susan Sarandon y Sean Penn; nos colamos en las fiestas de los dem¨¢s, incluida la de Almod¨®var, que concursaba con Todo sobre mi madre, e hicimos entrevistas con los periodistas m¨¢s freaky para los medios m¨¢s peregrinos. Adem¨¢s de en el festival, las pel¨ªculas de la Semana se proyectaban en cines del ?extrarradio? de Cannes, en horario diurno para el p¨²blico local, con el que se establec¨ªa un coloquio tras la proyecci¨®n. De una espectadora francesa me llev¨¦ una carta y fotos para la familia de su marido, oriundo de Cantalojas, el pueblo donde rodamos la pel¨ªcula.Y all¨ª precisamente nos fuimos despu¨¦s del festival; del espectacular ?Can? al no menos espectacular Can? talojas, donde nos esperaba todo el pueblo para el estreno ?mundial?. En el front¨®n, bajo las estrellas, 2.000 personas de todas las edades contemplaron la pel¨ªcula sin dejar de hablar, re¨ªr e incluso llorar cuando aparec¨ªa alg¨²n abuelo que hab¨ªa muerto despu¨¦s del rodaje. Fue la proyecci¨®n m¨¢s interactiva que haya tenido nunca la pel¨ªcula, y lo que sigui¨®, la borrachera m¨¢s multitudinaria que yo haya presenciado?Al d¨ªa siguiente, con tremendo resac¨®n, supimos que hab¨ªamos ganado el Premio de la Cr¨ªtica; para el pueblo, la mism¨ªsima Palma de Oro. Se quedaron celebr¨¢ndolo otra vez mientras nosotros volv¨ªamos a Cannes a recoger un metacrilato largo y retorcido, otorgado por todos los periodistas acreditados en el Festival. Gracias al cual y a nuestra presencia en la familiar y acogedora Semana se nos abrieron las puertas para el estreno en Francia y otros pa¨ªses europeos.
Cultura y negocios cogidos de la mano. Por Diego Gal¨¢n
Es el festival m¨¢s importante del mundo, pero no el m¨¢s antiguo. Comenz¨® su andadura como r¨¦plica airada al festival de Venecia, que los fascistas de Mussolini ven¨ªan promoviendo con ¨¦xito desde 1932. Los franceses encontraron en Cannes un lugar placentero para organizar un festival de ideales democr¨¢ticos, y abrieron triunfalmente sus puertas el 1 de septiembre de 1939. Con tan mala fortuna que s¨®lo pudo celebrarse el acto de inauguraci¨®n. Esa misma noche, Hitler invadi¨® Polonia. Louis Lumi¨¨re no pudo presidir el jurado, y las estrellas invitadas tuvieron que marcharse por donde hab¨ªan venido: Gary Cooper, Mae West, Tyrone Power, Douglas Fairbanks, Charles Boyer? As¨ª es como el festival de cine de Cannes naci¨® marcado por la marcha de la historia, y a partir de entonces, de alg¨²n modo, ha ido aceptando a?o tras a?o la misi¨®n de dar cuenta de ella?, aunque a veces de forma involuntaria. Hubo que esperar al final de la guerra para reanudar las actividades, o en realidad para comenzarlas. En 1946 ya no se trataba de competir con el festival de Venecia, sino hasta de hermanarse con ¨¦l, y tambi¨¦n de aunarse con todos los pa¨ªses posibles. Cannes tuvo clara desde el principio su vocaci¨®n internacionalista?, sin olvidar el debido protagonismo del cine franc¨¦s. C?est la vie, mon vieux. El jurado de aquel primer festival de 1946, compuesto por 18 personas de diversos confines, tuvo que juzgar m¨¢s de 40 pel¨ªculas en 15 d¨ªas, logrando milagrosamente que casi todos los pa¨ªses participantes recibieran alg¨²n premio. Pas¨® de todo en aquel primer festival; el ministro de turno se equivoc¨® y solt¨® un discurso inaugurando el ?primer festival de agricultura?. Encadenados, de Hitchcock, se proyect¨® con los rollos cambiados. Y los due?os de los cines se declararon en huelga, temerosos de que el festival fuera a perjudicar sus negocios. No todo fue un camino de rosas. Pero los comerciantes de Cannes no tardar¨ªan en cambiar de opini¨®n. Y desde hace tiempo saben que en el festival tienen la mejor fuente de ingresos del a?o, que los rollos de las pel¨ªculas ya no se cambian, y que los pol¨ªticos no echan discursos, porque saben que la gente va a otra cosa. El festival funciona como una maquinaria perfecta. El camino hasta convertirse en el encuentro cinematogr¨¢fico m¨¢s atrayente del mundo ha tenido tropiezos. Pero tras construir un palacio propio; obtener en sus inicios el respaldo intelectual de Sartre, Picasso y Cocteau, y atraer la potencia industrial del cine de Hollywood, Cannes ha encontrado f¨®rmulas para enlazar el talento con el negocio?, y con las starlettes en la playa, lo que atrajo de inmediato el inter¨¦s de los paparazzi, incorporados ya para siempre a la gran fiesta del cine. Dicen que fue en Cannes donde Kirk Douglas, Gregory Peck, Olivia de Havilland y Melina Mercouri encontraron a sus parejas estables, y donde Grace Kelly comenz¨® a convertirse en princesa de M¨®naco, y donde Rita Hayworth se enamor¨® de Aly Khan? ?Qu¨¦ m¨¢s glamour se puede pedir?Cuanto m¨¢s grande se ha ido haciendo, m¨¢s sonoras han sido las noticias que ha ido propiciando el festival. Edward G. Robinson protest¨®, siendo miembro del jurado, contra la pel¨ªcula Bienvenido Mr. Marshall porque pens¨® que Berlanga se mofaba de su pa¨ªs. A?os despu¨¦s, para no disgustar a los norteamericanos, dicen que el festival rehus¨® Al final de la escapada, de Godard, pel¨ªcula emblem¨¢tica de la nouvelle vague, a la que tan reiteradamente Cannes cerr¨® sus puertas. Tambi¨¦n fueron rechazadas Ocho y medio, de Fellini; Los p¨¢jaros, de Hitchcock, y, a?os despu¨¦s, Mujeres al borde de un ataque de nervios, de Almod¨®var. Nadie es perfecto. La Palma de Oro a Viridiana, de Bu?uel, organiz¨® un gran foll¨®n de protestas por parte del Gobierno de Franco. Tambi¨¦n protest¨® una delegaci¨®n sovi¨¦tica por una pel¨ªcula que a ellos no les gustaba; al a?o siguiente, esa misma delegaci¨®n fue detenida al descubr¨ªrsele en las maletas 120 kilos de caviar. Marcel Pagnol hizo famoso su grito ??el cine ha muerto!, ?viva la televisi¨®n!?, y qued¨® para la posteridad c¨®mo j¨®venes airados impidieron la celebraci¨®n del festival en pleno Mayo del 68: Truffaut, Godard, Lelouch, Berri, Polanski, Malle, entre muchos otros, pararon la proyecci¨®n de Peppermint frapp¨¦, de Carlos Saura, quien, junto a Geraldine Chaplin, ayudaba igualmente a que se echaran las cortinas de un festival en ese momento insensible a la realidad de la calle? Frente a cada problema, el festival ha ido encontrando acomodo oportuno. Tras el esc¨¢ndalo de 1968 se cre¨® la Quincena de Realizadores, donde los j¨®venes descontentos podr¨ªan expresarse. Y hoy d¨ªa, ante el reto de las nuevas tecnolog¨ªas, Cannes est¨¢ siendo pionero en adoptarlas? De modo que, pasito a pasito, crisis tras crisis, este festival se ha convertido en la cita obligada de todas las gentes del cine. ?Quien no va a Cannes es que est¨¢ muerto?, se dice. Por sus pantallas han pasado algunas de las mejores pel¨ªculas: de Antonioni, Bu?uel, Welles, Truffaut, Bertolucci, Kusturica, Coppola, Scorsese, Techin¨¦, Soderberg, Saura, Coen, Lynch, Visconti, Fellini, Wenders, Tarantino? Y cada a?o acuden m¨¢s productores, compradores, estrellas, cr¨ªticos y mucha gente de adorno. Ning¨²n otro festival lo ha sabido combinar mejor. Sin embargo, tambi¨¦n poquito a poco, esa misma grandeza puede estar siendo su tal¨®n de Aquiles. Qui¨¦n lo sabe. Queda tanto a¨²n por venir?
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