Mentiras, mentirijillas y venenos
?C¨®mo vivir¨¢n tranquilos dentro de su podrida cabeza, c¨®mo se mirar¨¢n en el espejo sin darse asco?
No soy una persona partidaria de la verdad caiga quien caiga. Es m¨¢s, esos talibanes de la sinceridad que se regodean en decirte, ¡°chica, has echado barriga, ?no?¡±, me parecen esencialmente imb¨¦ciles, adem¨¢s de narcisos (lo que buscan es destacar a tus costillas), carentes del m¨¢s m¨ªnimo autoan¨¢lisis y, por a?adidura, mala gente. Lo del autoan¨¢lisis es porque hasta el individuo m¨¢s fan¨¢tico de la pseudoautenticidad lleva una existencia enhebrada de enga?os. Porque ya sabemos que la memoria es un cuento, una reelaboraci¨®n nada fiable, de modo que podr¨ªa decirse que en toda vida hay unas cuantas mentiras fundacionales. Y luego hay otras mentirijillas positivas, como las que dices para animar a alguien o para no hacer da?o. M¨¢s los adornos inocentes de la realidad que algunos formidables narradores llevan a cabo. Hablo de contar la vida de una manera m¨¢s grande que la vida misma, como hac¨ªa Lucho Sep¨²lveda, un extraordinario escritor que tambi¨¦n inventaba el mundo cuando hablaba. Esas mentiras son deliciosas.
Pero luego est¨¢n las falsedades malas, las trolas venenosas y miserables que son utilizadas como un arma, para destruir, estafar y utilizar a individuos o a grupos sociales. Son mentiras manipuladoras y extremadamente peligrosas que han llegado a causar muchas muertes. Es m¨¢s, estas farsas indignas incluso originan guerras, como sucedi¨® en 1898 con la explosi¨®n del Maine, en la que fallecieron 268 tripulantes. El Maine era un barco de la Armada de Estados Unidos y se encontraba en el puerto de La Habana; como por entonces Cuba estaba luchando por su independencia, el incidente fue utilizado por Estados Unidos para declarar la guerra contra Espa?a dos meses despu¨¦s. Argumentaron que nuestro pa¨ªs hab¨ªa puesto una mina, aunque desde el principio hubo informes que atribuyeron la cat¨¢strofe a una combusti¨®n accidental de los gases del carb¨®n bituminoso que usaba el nav¨ªo; pero la prensa, en especial New York Journal, propiedad del magnate Randolph Hearst, cre¨® una catarata de falsedades al grito de ¡°Remember the Maine! To Hell with Spain!¡± (?Recordad el Maine! ?Al infierno Espa?a!) que volvieron literalmente loco de furia al personal y que fueron decisivos para que estallara la contienda. De hecho, se considera que esa campa?a fue el comienzo del periodismo sensacionalista. Desde entonces hasta las actuales fake news, multiplicadas hasta la n¨¢usea y el aturdimiento por las redes, no hemos m¨¢s que descender las escaleras hacia ese infierno al que nos quer¨ªan enviar. Ya estamos todos all¨ª.
Y son esos mentirosos con alevos¨ªa los que me deses?peran y desconciertan. Los miro, diciendo falsedades que ellos mismos saben que son falsas y solt¨¢ndolas con total desfachatez y desparpajo, y no concibo que exista gente as¨ª. ?C¨®mo vivir¨¢n tranquilos dentro de su podrida cabeza, c¨®mo se mirar¨¢n en el espejo sin darse asco? Son para m¨ª unos alien¨ªgenas. Puede que al final, a fuerza de repetir las trolas, acaben por creerlas. O al menos en parte, porque me parece que en estos individuos hay un n¨²cleo manipulador que siempre es consciente de lo que hace y que nunca deja de maquinar. Tomemos por ejemplo a Monster Trump, ese presidente criminal convicto que, ante la sentencia condenatoria, clama una y otra vez que es totalmente inocente, que no ha hecho nada malo y que solo ha puesto como gasto legal un gasto legal. Y todo porque dio dinero a su abogado para que sobornara y silenciara a una actriz porno; supongo que si el intermediario hubiera sido su doctor, este tramposo trumposo lo hubiera considerado un gasto m¨¦dico. O tomemos al indescriptible Musk apoyando y entrevistando en X a la l¨ªder alemana de la ultraderecha, Alice Weidel, que, en el transcurso de la charla, dice que ella y los suyos no tienen nada que ver con Hitler porque fue un ¡°socialista comunista¡±. Sin duda los totalitarismos son al final iguales, ya sean marxistas o fascistas, pero ella no habla de eso ni reniega de los valores, tan solo intenta a?adir m¨¢s confusi¨®n a este confuso y atribulado mundo. El otro d¨ªa una amiga me envi¨® un precioso v¨ªdeo de Facebook del exterior de la Estaci¨®n Espacial, con la Tierra fulgurando al fondo, redonda y azulada. Pues bien, al menos la mitad de los comentarios eran de terraplanistas diciendo que todo era un montaje. Vivimos en la apoteosis de la manipulaci¨®n y el disparate. Nos merecemos la extinci¨®n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.