Monumento a los soldados sovi¨¦ticos
Hay una paradoja en la historia europea posterior a la II Guerra Mundial que pocas veces se pone de manifiesto con suficiente claridad: la derrota del nazismo y el triunfo de la democracia se debi¨®, esencialmente, a que otro r¨¦gimen totalitario, la Uni¨®n Sovi¨¦tica, fue capaz de sobreponerse a una aplastante derrota y revertir el curso de la guerra, a cambio de un precio que ninguna democracia ha pagado ni probablemente pagar¨ªa jam¨¢s: veinte millones de muertos seg¨²n c¨¢lculos realistas.
La ca¨ªda del comunismo ha podido propiciar el triunfo de una falsa interpretaci¨®n sobre la guerra que, por simplificar, defender¨ªa algo as¨ª como que ¨¦sta se empez¨® a ganar el 6 de junio de 1944 en las playas de Normand¨ªa.
Nada m¨¢s falso porque, desde bastante antes de esa fecha, el Ej¨¦rcito Rojo encadenaba victorias sobre el grueso de los ej¨¦rcitos alemanes, que no se encontraban en Francia o en Italia, sino en el frente del Este.
?No merece un agradecimiento el sacrificio de tantos millones de personas? ?Un monumento al soldado sovi¨¦tico es necesariamente equivalente a una glorificaci¨®n del comunismo? ?No es una injusticia hist¨®rica la ausencia de al menos un m¨ªnimo reconocimiento al frontovik, el soldado an¨®nimo empujado al combate de forma implacable y mucho m¨¢s v¨ªctima que verdugo en la guerra contra el nazismo?
Creo que ese tipo de monumentos deber¨ªa respetarse incluso en los pa¨ªses que vivieron contra su voluntad el totalitarismo impuesto por la URSS.
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