Wilde hace trampas, que lo he visto
LA BUENA noticia es que El abanico de Lady Windermere, de Wilde, en versi¨®n catalana de Joan Sellent y dirigida por Josep Maria Mestres, va a ser un exitazo en el Nacional: se aplauden y se aplaudir¨¢n el trabajo de buena parte de sus int¨¦rpretes y el empaque de escenograf¨ªa y vestuario, un lujazo de Pep Duran y Nina Pawlowski. La mala noticia es que si me dicen que es un Benavente en horas bajas me lo creo. Bueno, es lo que pasa cuando hace mucho tiempo que no se revisa una funci¨®n. ?Cu¨¢ndo fue la ¨²ltima vez que la vi? ?Hace veinte a?os? ?Veinticinco? Por ah¨ª. No se puede fiar uno del recuerdo. La ten¨ªa archivada en el cajoncito de "casi obra maestra" y, l¨¢stima grande, hace aguas por todos lados. El abanico es la primera comedia de Wilde, y se nota, vaya si se nota. Se nota la torpeza compositiva y se nota el c¨¢lculo, las ganas de conquistar el West End azuzando a la alta burgues¨ªa pero salvando los muebles. (Subtexto: "Soy un chico tremendo, pero aqu¨ª no ha pasado nada"). La receta consiste en cocinar un trillad¨ªsimo melodrama redentorista, repleto de giros inveros¨ªmiles, y esmaltarlo con frases ingeniosas. Demasiado melodrama y demasiadas frases ingeniosas: acaba resultando bastante molesta la sensaci¨®n de que la mayor parte del tiempo los personajes no est¨¢n hablando entre ellos sino "para el p¨²blico", pasando informaci¨®n o pasando aforismos. O haciendo apartes, como la pobre Lady Windermere: no es que hable sola porque se le ha ido la olla, sino porque Wilde no le ha encontrado interlocutor v¨¢lido. La verdad es que en lo tocante a soluciones dram¨¢ticas no se rompi¨® mucho los cascos. Final del acto segundo: el autor necesita que la se?ora Erlynne, el personaje bomb¨®n, se entere (y nosotros con ella) del destinatario de una carta de Lady W. ?Soluci¨®n r¨¢pida? Se lo dice tan panchamente el criado de los Windermere, que acaba de ver a la se?ora Erlynne por primera vez en su vida. Tambi¨¦n resulta muy pr¨¢ctica, poco m¨¢s tarde, la opci¨®n inversa: el criado invisible. Lady W llega, a las tant¨ªsimas de la noche, a casa de Lord Darlington. Se supone que el criado invisible le ha abierto la puerta, y al cabo de un rato ha hecho lo mismo con la se?ora Erlynne. Y como es invisible, cuando aparece Darlington no hace falta que le diga que tiene a dos damas escondiditas en el sal¨®n, porque le fastidiar¨ªa a Wilde el golpe de efecto que cierra el tercer acto. Ah, picaruelo. Hasta tiene su encanto tanto morro.
Sobre El abanico de Lady Windermere, de Josep Maria Mestres, en el Nacional de Catalunya
En cuanto a los "perfiles psicol¨®gicos" tampoco se complica mucho la vida. Lord Windermere (David Selvas) tiene un secreto pero es m¨¢s bueno que el pan. Darlington (Abel Folk) parece c¨ªnico, pero es porque sufre, como el doctor House. Los amigos de Lord Windermere y Lord Darlington (luego les detallo) est¨¢n en la obra para decir ocurrencias, especialmente agrupadas en la reuni¨®n del segundo acto, donde parece que quieran batir un r¨¦cord Guiness de observaciones "brillantes y parad¨®jicas". La duquesa de Berwick (Teresa Lozano haciendo de Teresa Lozano) comparece para ilustrar la novedosa idea de que las grandes damas pueden ser unas cotorras hip¨®critas y/o mal¨¦volas, concepto multiplicado hasta la tumefacci¨®n en la "escena del baile", que ocupa casi todo el acto segundo. Se supone que dicho acto juega, anticip¨¢ndose casi un siglo, la misma carta de la presentaci¨®n en sociedad de Eliza Doolittle, pero en versi¨®n zorrupia: llegar¨¢ la se?ora Erlynne y alborotar¨¢ much¨ªsimo el gallinero. Bueno, pues no. A Mestres, de entrada, se le va la escena de las manos, aunque ese acto no lo levanta ni Brook. Hay mucho entrar y salir y mucha ch¨¢chara vacua, y un mozo que viene de Australia para que le hagan un par de chistes sobre canguros, pero las damas hacen m¨¢s bulto que otra cosa: Wilde no puede mantener tantos aros en el aire. Es una pena, porque ah¨ª se malgastan varias actrices de a¨²pa: Carme Fortuny, Rosa Cadafalch. ?Y la fant¨¢stica Matilda Espluga, casi de extra con frase! Eso s¨ª, veremos un gran n¨²mero de magia: la se?ora Erlynne pasa de cortesana fatal a coraz¨®n a¨²reo en un tiempo cel¨¦rico.Tambi¨¦n tiene un secreto -el secreto- y tambi¨¦n, como se ve, es m¨¢s buena que el pan porque lo exige el gui¨®n. Poca tela dram¨¢tica puede cortar la estupenda Silvia Bel (Lady W), aunque su personaje d¨¦ t¨ªtulo a la obra, frente a una rival tan de melodrama franc¨¦s. Le toca aguantar el tipo, sufrir en silencio y largar sus apartes con la m¨¢xima naturalidad posible mientras Carme El¨ªas se convierte en la reina de la fiesta. No sin merecimientos, desde luego: su champ¨¢n tiene la temperatura y las burbujas precisas. Llega el esperado cara a cara, las dos actrices echan toda la carne en el asador, pero las bazas parecen repartidas por un tah¨²r, y eso est¨¢ un poco feo. Bueno, me olvido del argumento. Para mi gusto, la funci¨®n no engancha hasta el tercer acto, pese a las incongruencias referidas. Me salvaron la noche El¨ªas y Bel, y la efervescencia actoral de Victor Pi (Lord Augustus Lorton), Artur Tr¨ªas (Mr. Dumby) y Carles Mart¨ªnez (Mr. Cecil Graham), y el cambio de registro de Abel Folk, impecable Darlington, que pasa de la ligereza, gestual y de fraseo, del primer acto, al abatimiento casi chejoviano del tercero. En cuanto a Mestres, es f¨¢cil decirlo a toro pasado, pero creo que "le iba" mucho m¨¢s La importancia de ser honesto, ese artificio maravilloso, pura burbuja, sin moralinas ni trampas de principiante. Pienso ahora que el mejor Wilde de Mestres fue Boston Marriage, de Mamet. A veces lo mejor de Wilde est¨¢ en la destilaci¨®n de sus sucesores. Coward, Rattigan. O el perfume de Arcadia, de Stoppard, que tambi¨¦n ha llegado al Nacional catal¨¢n, y que ver¨¦ la semana pr¨®xima: un texto, esta vez s¨ª, extraordinario. Y dificil¨ªsimo. Estreno en Espa?a, que yo sepa: ya era hora. Como va a estar en cartel hasta mediados de junio, me permitir¨¢n que antes les hable de El rey que rabi¨®, en la Zarzuela, dirigida por Luis Olmos, y del exitazo de Rebeld¨ªas posibles, de Javier Yag¨¹e y Luis Garc¨ªa Araus, aut¨¦ntico teatro popular y cr¨ªtico, que sigue (y seguir¨¢) en Cuarta Pared.
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