Alessandro Baricco. La literatura viaja en coche
A nadie debe extra?ar que Alessandro Baricco sea un fiel devoto de Borges. Colecciona an¨¦cdotas de las veces en las que, en su caso, la realidad ha superado a la ficci¨®n. Historias en las que las derivas de la imaginaci¨®n se hacen carne, cuentos que tienen vocaci¨®n de pura realidad. Como, por ejemplo, ¨¦sta: cuando quiso elegir un nombre en el que desarrollar parte de su novela Seda, ese excepcional relato plagado de gestos, sensualidades y sugerencias ex¨®ticas que le ha hecho famoso en todo el mundo, se le ocurri¨® recurrir al azar jug¨¢ndoselo en un mapa de Francia. A lo largo de esa superficie a escala, Baricco se?al¨® a voleo con el dedo dos lugares que despu¨¦s uni¨® en un solo vocablo: Lavilledieu. Ah¨ª qued¨® la cosa, hasta que a?os despu¨¦s, cuando el libro de este escritor turin¨¦s, de 48 a?os, se hab¨ªa convertido tambi¨¦n en un fen¨®meno de ventas continuado en Francia, Baricco recibi¨® una carta con un contenido alucinante. En ella, el alcalde del mismo Lavilledieu, pueblo que exist¨ªa en realidad, le invitaba a recibir un homenaje e inaugurar la biblioteca del municipio. El escritor qued¨® tan impactado que, por supuesto, acept¨® con gusto, entre intrigado y perplejo. Cuando viaj¨® a ese lugar perdido del sur de Francia, sus habitantes le contaron la actividad que hab¨ªa enriquecido al pueblo a finales del siglo XIX: la cr¨ªa de gusanos de seda.
Lo cuenta ahora Baricco en una nota que a?ade a su nueva novela, Esta historia (Anagrama), en la que este autor sui g¨¦neris y de curiosidad innata por cualquier forma de narraci¨®n y comunicaci¨®n da rienda suelta a una de sus m¨¢s locas pasiones: el automovilismo. Cada vez que debe tomar una decisi¨®n crucial se pone al volante de alguno de sus b¨®lidos y tira millas, despacio, hasta que soluciona sus dilemas y clarifica el color de sus sue?os o conjura los nubarrones de sus pesadillas.
Es el m¨¦todo infalible, el que no le falla a este autor raro y arriesgado, que ha sido cr¨ªtico de m¨²sica y que ha alumbrado en este campo uno de los ensayos m¨¢s provocadores de los ¨²ltimos tiempos, El alma de Hegel y las vacas de Wisconsin, publicado por Siruela en Espa?a. Tambi¨¦n se ha dedicado a fondo a la ense?anza: ha sido profesor y alentador de la escuela Holden de creaci¨®n literaria, que todav¨ªa mantiene abierta. Como autor no queda nunca contento con un g¨¦nero. Ha tratado de explicar la globalizaci¨®n y a la vez alentado la antiglobalizaci¨®n en ensayos como Next, pero sobre todo ha aportado una m¨¢s que curiosa y variada labor narrativa en libros como City u Oc¨¦ano mar, y experimentos a medio camino entre el teatro y la novela ?Novecento? o proyectos arriesgados que se hacen con chuler¨ªa o no se hacen, como fue el caso de su aventura con la Il¨ªada, de Homero.
La cosa de trabajar a fondo de manera muy libre sobre esta terrible e inmortal historia surgi¨® por las ganas que le entraron de leerla entera en p¨²blico. Pero las versiones que conoc¨ªa no parec¨ªan propicias para los dioses que deben dictar sentencia entre los p¨²blicos de la posmodernidad, as¨ª que decidi¨® emprender una adaptaci¨®n a su aire del gran cl¨¢sico para tratar de hacerla m¨¢s digerible y pr¨®xima sobre un escenario a comienzos del siglo XXI. El ¨¦xito fue sonado: la ley¨® en algunos teatros, se retransmiti¨® por radio con resultados insospechados. La gente aparcaba y no sal¨ªa de los coches hasta que Baricco termin¨® de narrar todas esas peripecias que alternan el car¨¢cter ¨¦pico con las debilidades humanas de aqueos y troyanos. Incluso se repiti¨® la experiencia en algunos lugares con sus correspondientes traducciones, como ocurri¨® en la plaza del Rei de Barcelona, donde esta sorprendente Il¨ªada adaptada fue le¨ªda el pasado verano por Jordi Buixaderas, Marta Marco y Llu¨¬s Soler al aire libre. En noviembre repetir¨¢ la experiencia con Moby Dick, de Herman Melville, en el Auditorio de M¨²sica de Roma, aunque la obra que m¨¢s le gusta de ese autor es Bartleby, el escribiente, "que me conmueve por su belleza formal, tan perfecta como una buena canci¨®n", dice.
Los restos de su toma de Troya lucen perfectamente ahora en los carteles que tiene colgados en su amplia oficina de la productora y editorial Fandango, en Roma, donde Baricco trabaja a menudo desde que se mud¨® de Tur¨ªn a la capital italiana. All¨ª se esconde al final de una mesa ampl¨ªsima adornada con plantas, papeles, partituras y mu?ecos, en la que se aprecia una antigua m¨¢quina de escribir Olivetti boca arriba, como vencida por las ondas que despliegan los motores del potente ordenador que utiliza ahora.
Libros y cientos de discos le acompa?an tambi¨¦n en el alumbramiento de su ¨²ltimo gran sue?o: la primera pel¨ªcula que ha dirigido. Se titula Twenty one, "un n¨²mero cualquiera que curiosamente tiene que ver con el peso del alma", asegura. Cuenta con el actor brit¨¢nico John Hurt ?"una leyenda", seg¨²n el escritor, al que el p¨²blico espa?ol recuerda por apariciones en cl¨¢sicos como Alien o en series inmortales como Yo, Claudio, donde hac¨ªa de Cal¨ªgula? y con la espa?ola Leonor Watling en el reparto. De nuevo la m¨²sica envuelve las obsesiones de este autor en una obra que estrenar¨¢ el pr¨®ximo oto?o y que por ahora ha dejado a Baricco, seg¨²n ¨¦l mismo confiesa, "agotado y sin ganas de hacer nada por una temporada".
Le encuentro exhausto por la pel¨ªcula. Para empezar: ?de qu¨¦ va?
Ahhh. Es casi secreto. Bueno, m¨¢s que eso, resulta dif¨ªcil de contar.
Se titula 'Twenty one', ?eso por qu¨¦? ?Por el siglo?
No, es un n¨²mero casual. Casualmente es lo que pesa el alma, 21 gramos.
?Para qu¨¦ se ha metido ahora en el cine?
Bueno, era una historia que deb¨ªa ser contada en cine, quiz¨¢ en teatro, pero lo ideal era el cine. Hace tiempo que trabajo con Fandango, que entre otras cosas son productores de cine y me dieron la posibilidad de hacer una pel¨ªcula. Lo habl¨¦ con Domenico Procacci, que es el due?o de Fandango, y le gust¨®. Nos decidimos y no fue f¨¢cil encontrar el dinero porque es una pel¨ªcula rara, impredecible, que nadie quer¨ªa arriesgarse a hacer porque como inversi¨®n es poco segura. Pero al final conseguimos fondos de socios italianos, ingleses y japoneses.
As¨ª que una pel¨ªcula rara...
No es simple. El punto de partida es una lecci¨®n sobre la Novena de Beethoven que da un profesor que ha sido personaje de una novela m¨ªa, City, y que se llama Mondrian Killroy. Aquello se convierte en una reflexi¨®n suya sobre su vida y sobre la vejez. ?sta es una pel¨ªcula sobre la vejez.
Con John Hurt, todo un actor fetiche, el Cal¨ªgula de 'Yo, Claudio', el fant¨¢stico 'Hombre elefante'.
Una estrella, una leyenda para m¨ª.
?Ha sido mucho l¨ªo? ?Ha quedado contento?
Es otra cosa, pero yo ya ten¨ªa experiencia en el teatro como director. No llegaba sin preparar. Digamos que la parte t¨¦cnica del cine era completamente nueva para m¨ª.
La cosa cambia entre escribir un libro y hacer una pel¨ªcula: los libros se escriben con la cabeza y las manos; el cine, con la mirada, con los ojos.
Eso es lo que cree la gente, pero, por ejemplo, Sergio Leone dec¨ªa que cuando una pel¨ªcula termina, lo que se recuerda es una frase. Y que lo diga ¨¦l, que era un genio de la mirada, tiene gracia. Pero es que ten¨ªa mucha raz¨®n. El cine, principalmente, es mirada, pero gana mucho cuando vistes esa mirada con buenos di¨¢logos, buenos personajes.
Tambi¨¦n la m¨²sica ayuda a recordar una pel¨ªcula.
En esta m¨ªa s¨®lo hay m¨²sica de Beethoven.
?sa es otra de sus obsesiones, la m¨²sica. Usted ha sido cr¨ªtico y ha llegado a provocar mucho en ese campo con un ensayo como 'El alma de Hegel y las vacas de Wisconsin', donde arremet¨ªa contra algunos compositores contempor¨¢neos. ?Le retiraron el saludo?
Bueno, iba contra una cierta m¨²sica. Aqu¨ª, en Italia, a algunos popes no les hizo gracia. Pero tambi¨¦n he conocido a muchos m¨²sicos j¨®venes que cuando apareci¨® el libro comenzaban y que han crecido con ¨¦l como cabecera. El mundo de la m¨²sica ha cambiado desde entonces.
Desde luego, muchos han vuelto a retomar el camino de la emoci¨®n y han abandonado esa forma radical de abordar la m¨²sica como algo exclusivamente intelectual. ?Usted qu¨¦ cree?
En los ¨²ltimos 10 a?os ha cambiado el panorama, seguramente no por la aparici¨®n de mi libro, pero muchas de las personas que han contribuido a este cambio fueron inspiradas tambi¨¦n por ¨¦l. Y eso, por supuesto, me hace sentirme muy feliz, claro. Era hora de que todo eso acabara. Vale ya. Aquello era un r¨¦gimen casi pol¨ªtico.
Y Beethoven...
Es el fundador de la m¨²sica cl¨¢sica, seguramente.
Como sostiene usted en 'Next', una marca.
Cierto, una marca que con su grandeza legitima todo un mundo, bien entendido esto. Como Shakespeare para el teatro, Plat¨®n para la filosof¨ªa, Miguel ?ngel para el arte. Su grandeza funda la grandeza de todo un sistema art¨ªstico. La m¨²sica cl¨¢sica sin Beethoven probablemente no existir¨ªa. Es lo que marca la diferencia frente a una m¨²sica de consumo, refinada, bien hecha, incluso concebida para gente rica, para alguien que representa una aristocracia, no de dinero o de sangre, sino de esp¨ªritu, y sobre todo inteligente. Todo eso nace con Beethoven, y sin ¨¦l no se habr¨ªa producido. Es el inventor de la m¨²sica cl¨¢sica, y as¨ª naci¨® una idea que dura 200 a?os. Aunque ¨²ltimamente ha entrado en crisis, en los ¨²ltimos 10 a?os, m¨¢s o menos.
?Por qu¨¦?
Probablemente su funci¨®n ha terminado, en cuanto a m¨²sica cl¨¢sica.
?Y qu¨¦ se puede hacer para revitalizarla?
Nada. Todo muere.
Pues estamos buenos.
Muri¨® la tragedia griega, ?por qu¨¦ no va a morir la m¨²sica cl¨¢sica?
Eso de que todo muere, tampoco es as¨ª. Mire la Iglesia.
Ja, ja, ja... Es cierto, es cierto. ?Todo muere menos la Iglesia!
?C¨®mo se las arreglar¨¢n?
Ya, s¨ª. Pero aparte de ella, todo acaba. Adem¨¢s no es necesario mantener todo vivo a cualquier precio. Eso es una perversi¨®n novecentista, tardorrom¨¢ntica. Las cosas tienen principio y fin.
La vida.
S¨ª, y adem¨¢s eso es justo, es bello. Si no, todav¨ªa escribir¨ªamos poemas hom¨¦ricos como ¨²nica forma de narraci¨®n.
En su caso, eso funciona. Es lo que hizo con su versi¨®n de la 'Il¨ªada'.
S¨ª, pero, en fin... Aquello es el deseo de leer a Homero en tres noches, en p¨²blico, durante 14 horas. Es una adaptaci¨®n teatral, como reconvertir los Buddenbrook al teatro, o el Quijote. Una adaptaci¨®n.
Pero si se lee la 'Il¨ªada' de Baricco, es casi un 'thriller'.
Cierto, es una historia bell¨ªsima, pero que tiene tambi¨¦n su paso lento, que nos impide reconocer cosas que en Grecia eran important¨ªsimas, pero que para nosotros no lo son y entorpecen el ritmo. As¨ª que yo, para la adaptaci¨®n, tuve que acelerarlo, sigue siendo lento con respecto a un relato de acci¨®n, pero lo aceler¨¦ porque es algo maravilloso originalmente que la gente no tiene tiempo y paciencia hoy para seguirlo.
La lentitud en la 'Il¨ªada', ?la imprimen los dioses?
No, no todo. El paso lento est¨¢ determinado un poco por ellos, cuya presencia entre los griegos era determinante. Pero para nuestra visi¨®n contempor¨¢nea no aportan, es como agacharse a recoger un fruto que no te apetece comer.
?Un fruto de alimento espiritual?
S¨ª, que nosotros no necesitamos ya. La alteza espiritual de esa historia est¨¢ en los gestos de los hombres, en la actitud de Aquiles, de H¨¦ctor.
La grandeza de nuestra ¨¦poca consiste en que los hombres pueden igualar el poder de Dios.
S¨ª, el problema es que la Il¨ªada se hab¨ªa escrito muchos siglos antes del humanismo. Estaba ligada completamente al mito y a la adhesi¨®n de lo divino. El humanismo nos ha cambiado para siempre, radicalmente, lo que nos permite ver a los personajes de entonces de otra forma. Aquiles tiene su propio valor para nosotros, independiente de su relaci¨®n con los dioses.
?l es un semidi¨®s.
Un hombre con un valor espiritual.
Los dioses cl¨¢sicos son plenamente humanos y se ajustan mejor a nosotros y a los creadores art¨ªsticos de los ¨²ltimos dos siglos. No hay m¨¢s que ver a esos dioses wagnerianos que dudan, como el Wotam de 'El anillo del Nibelungo'. ?A lo mejor son los que nos merecemos y los que m¨¢s necesitamos?
No s¨¦. En Occidente hemos vivido un momento de religiosidad que acercaba al hombre a los dioses. Fue en los a?os sesenta, gracias al Concilio Vaticano II, que supuso un cambio profundo en la Iglesia cat¨®lica. Hoy parece que la imagen de Dios responde a una nostalgia de algunos por una figura distante, severa, lejana. Muchos tienen necesidad de eso, y la Iglesia apuesta por ello, con lo que el camino del concilio se ha roto, algo que empez¨® Juan Pablo II.
Esa imagen de Dios a muchos les ha venido bien para invocarlo a la hora de ir a la guerra. Ha sido un paso atr¨¢s terrible, peligroso, medieval. ?No habr¨¢ sido que la amenaza del humanismo ha asustado tanto al poder que ¨¦ste se ha visto obligado a reforzar en todos los ¨¢mbitos el nombre de Dios? ?Le asusta esto?
No, no me da miedo. Yo soy laico. Creo que el camino del Concilio Vaticano II fue de gran ayuda para toda la sociedad, incluida la que se declara laica. Por eso me da pena que se haya roto.
Ya, pero con esas rupturas resulta que estamos todos rodeados por una sombra demasiado negra.
Sobre todo en el interior de la Iglesia, esa fuerza contraria al concilio que poco a poco fue ganando terreno. Probablemente, esa corriente es la que mejor representa a los creyentes hoy en el mundo. Puede que no en Italia, pero si tenemos en cuenta pa¨ªses m¨¢s pobres, en Latinoam¨¦rica, en Europa del Este... es representativa de la mayor¨ªa.
Hay otras cosas que le fascinan a usted como escritor: por ejemplo, el siglo XX. El nombre nada casual de su pianista Novecento. El recorrido que ha hecho en su ¨²ltima novela, 'Esta historia', en un homenaje a los coches, que le vuelven loco, como un s¨ªmbolo clar¨ªsimo de nuestra ¨¦poca. ?Podemos observar ya con tino el pasado siglo?
Empezamos a entender muchas cosas de ¨¦l. Para los m¨¢s j¨®venes hoy, en el futuro, el siglo XX ser¨¢ horrible. Aparecer¨¢ con su apariencia real, espantosa. Pero iluminado, de vez en cuando, de una inteligencia formidable, que no disimula la realidad. Uno de los mensajes claros de ese siglo es el que dejaron los artistas m¨¢s grandes, la inteligencia m¨¢s refinada. Pero los grupos m¨¢s geniales, humildes, solidarios no bastan para parar un desastre. Naturalmente, ha sido un siglo de inmenso sufrimiento colectivo, de dolor; naturalmente, ha producido gran poes¨ªa, pensamiento y belleza. Todo un patrimonio en eso maravilloso, pero que en 300 o 400 a?os se ver¨¢ como un horror.
Por eso son m¨¢s necesarios que nunca gestos generosos. Usted ha decidido donar el 5% de los derechos de autor de esta nueva novela a una asociaci¨®n de ni?os enfermos de Tur¨ªn, Casa Oz. ?Qu¨¦ hacen all¨ª...
Se ocupan de ni?os gravemente enfermos. Naci¨® poco despu¨¦s de publicar yo el libro.
Ahora vive en Roma, pero con Tur¨ªn conserva muchos lazos: esa asociaci¨®n, su escuela de letras Holden. ?La escritura no es una cuesti¨®n autodidacta? ?C¨®mo se aprende en una escuela?
Escribir es como correr. Hay que tener talento, f¨ªsico adecuado y determinaci¨®n, pero si quieres ganar medallas en una olimpiada, necesitas un entrenador. Para un escritor que quiere vivir de eso, como profesional, lo mismo. Nosotros escogemos 25 estudiantes al a?o. Entre ellos, uno o dos, acaban escribiendo libros. Otros se dedican al cine, a la televisi¨®n, al periodismo, a la publicidad. Nosotros ense?amos a narrar, pero no decidimos qui¨¦n se convierte o no en escritor, es cosa de cada cual. Para los que tienen mucho talento y se dedican de lleno a la creaci¨®n literaria despu¨¦s, la escuela les sirve para huir de su soledad, les ayuda a confiar en sus capacidades. Escribir es un oficio, como hacer pan; entra?a fatiga, pasi¨®n, cuidado, no tiene que ver con la inspiraci¨®n, es artesan¨ªa.
Pero salir de la soledad no conviene a la escritura, resulta fundamental saber estar solo.
Es important¨ªsima, necesaria, pero hay que saber defenderse de ella. Si no sabes tratar con ella, debes renunciar a vivirla. Escribir libros sin soledad? No, mejor dicho, escribir buenos libros sin haber estado solo es imposible.
Y su pasi¨®n por los coches, ?de d¨®nde viene? Es curioso, para empezar, que cada idioma le ha puesto su g¨¦nero. En italiano, un personaje de su libro lo justifica, la 'macchina' es femenino; en franc¨¦s, la 'voiture', tambi¨¦n. En espa?ol lo hemos hecho masculino.
Ya, el coche. Qu¨¦ misterio, ?no?
S¨ª, el g¨¦nero del coche.
Fue todo un debate en la ¨¦poca. En Italia fue D'Anunzzio quien decidi¨® que la macchina era mujer.
?Y todo el mundo est¨¢ de acuerdo? Porque aqu¨ª tratan el coche como algo muy masculino. Hace un a?o vine, cog¨ª un taxi en el aeropuerto y a los cinco minutos tuvimos que rogarle al conductor que se calmara, que entre los tres que hab¨ªamos montado sum¨¢bamos seis hijos. As¨ª que parece que tienen una relaci¨®n de bravura con sus coches por aqu¨ª desconcertante. Por ejemplo, usted, ?qu¨¦ coche tiene?
Tengo muchos coches.
Es toda una pasi¨®n.
S¨ª, s¨ª. Me gusta tener coches, pero tambi¨¦n cuidarlos, conducirlos, hasta estar en un atasco. Cuando conduzco, pienso, medito con lucidez. Cuando escribo, agarro el coche y conduzco s¨®lo para pensar. Casi todas las decisiones importantes de mi vida, casarme, cambiar de ciudad, las he tomado conduciendo. Luego las comunico de la siguiente forma. Paro en una gasolinera, llamo por tel¨¦fono a mis amigos y a mi familia y se lo cuento. As¨ª que cuando les telefoneo y les digo que estoy en una gasolinera se echan a temblar porque saben que algo grave pasa.
No me diga.
Como se lo cuento, es as¨ª. De verdad, ?eh?
?La ¨²ltima decisi¨®n importante?
Venir a vivir a Roma hace cuatro a?os. Viaj¨¢bamos por la autopista mi mujer y yo, me gir¨¦ y le dije: "Vamos a vivir a Roma". Y ella dijo: "S¨ª". Paramos y llamamos a todo el mundo.
?En qu¨¦ coche fue?
En un Audi familiar.
?Es una frustraci¨®n no haber sido piloto?
No, no. No, porque la velocidad no me atrae. Me llama la atenci¨®n como idea. Pero para que se figure, a m¨ª me encanta conducir muy despacio con un coche muy potente. Uno de 200 caballos por la ciudad.
?De noche o de d¨ªa?
Cualquier momento es bueno.
As¨ª que este ¨²ltimo libro lo ha escrito usted durante a?os y a?os.
Veinte a?os, yo qu¨¦ s¨¦...
O sea, que esos ensayos suyos tan provocadores, desde 'Next' hasta 'El alma de Hegel...', los piensa en la carretera.
En gran parte.
Para 'Next' cuadra bien. Una autopista puede ser un buen s¨ªmbolo de la globalizaci¨®n.
Bueno, es como andar a caballo, no deja de ser una escena decimon¨®nica tambi¨¦n. ?Cu¨¢ntas cosas importantes nos han contado en una carroza, en una diligencia? Los caballos eran como el coche hoy.
Usted compara precisamente la globalizaci¨®n con la conquista del Oeste. Y lo que era entonces el ferrocarril, con Internet.
Eso, la cosa de expandirse. Y si no tenemos fe en ello, no ocurrir¨¢. Si nos lo creemos, ir¨¢ hacia delante. Tambi¨¦n carg¨¢ndose a los indios.
Hoy, ?qui¨¦nes son los indios?
Uf, est¨¢n por todas partes. Son los m¨¢s d¨¦biles. La historia, peri¨®dicamente, por decisi¨®n de los m¨¢s poderosos, sufre una sacudida y caen los m¨¢s d¨¦biles. Antes, la guerra cumpl¨ªa esta funci¨®n.
?Para una selecci¨®n de la especie?
Exactamente. La parte fuerte del mundo se deshac¨ªa de la parte d¨¦bil. La globalizaci¨®n probablemente necesitar¨¢ algo similar, y la pr¨®xima gran cat¨¢strofe ser¨¢ el cambio clim¨¢tico, donde, de nuevo, s¨®lo los m¨¢s fuertes resistir¨¢n. Probablemente ocurrir¨¢ esto.
?Qu¨¦ lee para llegar a estas conclusiones?
Muchos libros de historia, ensayo, y trato de leer novelas, las primeras 20, 50 p¨¢ginas...
?Le aburren?
Es que quien escribe libros, novelas, debe encontrar algo m¨¢s interesante de lo que ¨¦l es capaz de hacer. Un escritor no tiene por qu¨¦ soportar un libro que est¨¢ por debajo del nivel de lo que ¨¦l puede hacer.
Eso es ser exigente.
No s¨¦ por qu¨¦ es. Buscas lo que no eres capaz de inventar.
?Qui¨¦n le da a Baricco lo que no tiene?
Pues una escritora como Alice Monroe, que escribe relatos, algo que yo no s¨¦ hacer. Es buen¨ªsima.
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