Saltos y brincos de un pensador
"No pretendo escribir un curr¨ªculum vitae sin tacha, predestinado a ser de una sola pieza, como si una esencia de m¨ª organizara desde lo alto de un nombre propio los saltos y brincos de mi humilde aventura", confiesa Andr¨¦ Glucksmann al final de Una rabieta infantil, que en su primer trecho reconstruye su enfado de ni?o jud¨ªo que, tras el final de la Segunda Guerra Mundial, se resiste a participar en los fastos de la victoria pagando el precio del olvido. Ah¨ª, cuenta, empez¨® todo. Pero el lector no encontrar¨¢ en el libro una puntual referencia a cada uno de los pasos que ha dado este pensador, que public¨® en 1968, el mismo a?o en que particip¨® en la revuelta estudiantil parisiense en las filas del mao¨ªsmo, su primer libro. La celebridad le lleg¨® m¨¢s tarde, cuando a mediados de los setenta se hablaba de los "nuevos fil¨®sofos franceses", con un ensayo en el que trazaba los paralelismos entre el nazismo y el comunismo, y otro en el que arremet¨ªa contra los grandes maestros de la izquierda. Formado en esa tradici¨®n que considera que el fil¨®sofo debe pronunciarse sobre las cosas del mundo, Glucksmann ha ido de fregado en fregado. Se comprometi¨® con los disidentes de la Europa comunista y celebr¨® la ca¨ªda del muro. No tardo en pronunciarse sobre los desmanes de Milosevic y, despu¨¦s, ha sido una de las voces m¨¢s comprometidas con la causa chechena frente a la brutalidad rusa. Sus ¨²ltimos brincos le han granjeado muchas cr¨ªticas. Apoy¨® la guerra de Irak y, hace bien poco, ha respaldado con firmeza a Nicolas Sarkozy.
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