Maldita manguera
"?Un minuto, chicos; falta un minuto!". La se?al de alerta la dio Steve Nielsen, director deportivo de Renault, sentado en uno de los taburetes que se esconden en la caseta del muro. En el garaje, una treintena de mec¨¢nicos vestidos de astronautas guardaban silencio. Unos, sentados en las ruedas enfundadas en sus calentadores. Otros, desde el muro, para ver la arrancada. "Atenci¨®n al punto de frenado. ?Vamos!", areng¨® Nielsen. Giancarlo Fisichella y Heikki Kovalainen, sus dos pilotos, no respondieron. Y el estruendo. Un terremoto. El indicativo de la puesta en marcha de los propulsores. Joan Villadelprat cruz¨® el carril de boxes y entr¨® en una peque?a cabina que Renault pone a disposici¨®n de sus invitados para que puedan seguir la carrera. La televisi¨®n mostr¨® una imagen del polaco Robert Kubica mientras circulaba en la vuelta de formaci¨®n. "?ste s¨ª es bueno", dijo Villadelprat. Con la parrilla ya formada, Jarno Trulli sac¨® los brazos del cockpit y los zarande¨®. "Creo que Trulli ha calado el coche. Vaya fallo...", coment¨®. Los b¨®lidos arrancaron a la segunda. "?Uooooooooooooooouh!", espet¨® el ex ingeniero de Renault al ver que, al llegar al final de la recta principal, Fernando Alonso se march¨® a la tierra. Un par de vueltas despu¨¦s y, tras despedirse entre abrazos, desapareci¨®.
Tras diez vueltas, todo tranquilo. Los mec¨¢nicos, con los ojos pegados a las pantallas repartidas por el taller. De repente, un bramido: "?Neum¨¢tico en medio de la recta!", grit¨® Nielsen. Del Toro Rosso de Scott Speed. "Bandera amarilla", tranquiliz¨® el ingeniero. Cuando el coche de seguridad abandon¨® la pista, Kovalainen sinti¨® la presi¨®n de Adam Carter, su ingeniero de pista: "Estamos en marcha. Heikki, tienes mejor ritmo que Coulthard, ?venga!".
La comunicaci¨®n entre los pilotos, el taller y el muro es constante durante la carrera. Los ingenieros piden a los corredores que eval¨²en peri¨®dicamente lo que les transmite el monoplaza. En un momento dado (vuelta 18?), y disimulando, los mec¨¢nicos se levantaron. Acto seguido, la orden. "?Pit-stop para Heikki; ahora, chicos!". De un brinco, todos salieron del taller y se colocaron en posici¨®n. "Neum¨¢ticos, gasolina, dos puntos el aler¨®n delantero derecho y un punto el izquierdo", decret¨® Carter, que fue anunciando la inminente llegada del piloto: "Treinta segundos para Heikki... Quince segundos". Cuando el finland¨¦s clav¨® los frenos y su posici¨®n, bastaron diez segundos para completar la maniobra de repostaje. Algo fue mal. La manguera de combustible no carg¨® el veh¨ªculo con los litros justos. Qued¨® corta. El equipo no cay¨® en ello hasta despu¨¦s de la segunda parada. Cuando ataron cabos, Pat Symonds, jefe de ingenieros, cruz¨® el carril y, junto a los tres encargados de rellenar el tanque de combustible, improvis¨® un comit¨¦ de crisis. El encuentro apenas se alarg¨® medio minuto. Acto seguido, la voz de Nielsen: "Pararemos de nuevo". Kovalainen, en la vuelta 42?. Fisichella, en la 58?. Desde entonces y hasta el final, la tensi¨®n no decreci¨®. "Come on, Giancarlo; push it hard!", "?vamos, empuja fuerte!", animaban al italiano, en lucha con el sorprendente Takuma Sato por un punto. Al final, el japon¨¦s cruz¨® delante, lo que evidenci¨® los problemas que tiene su Renault, incapaz de adelantar a un obsoleto Super Aguri -la escuder¨ªa nipona logr¨® el primer punto en su trayectoria en la f¨®rmula 1- en cinco vueltas cuando pr¨¢cticamente rodaba a su rebufo. Kovalainen acab¨® s¨¦ptimo, dos posiciones por delante de su compa?ero. Segundos despu¨¦s de que el comisario ondeara la bandera de cuadros y diera como vencedor a Felipe Massa, una voz trat¨® de animar al personal del garaje de Renault. "Est¨¢ bien, chicos; buen trabajo. L¨¢stima del fallo de la maldita manguera".
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