?Guerra contra el narcotr¨¢fico?
Como resultado de su experiencia en Vietnam, Colin Powell elabor¨® en v¨ªsperas de la Guerra del Golfo la doctrina que lleva su nombre. Tres tesis en particular se volvieron celebres y adquirieron car¨¢cter de dogma durante un decenio en el seno de las Fuerzas Armadas norteamericanas. A prop¨®sito de una posible intervenci¨®n militar en otro pa¨ªs, Powell argumentaba que, en primer lugar, EE UU necesitaba poseer un claro rasero para definir el ¨¦xito; en segundo t¨¦rmino, deb¨ªa involucrarse s¨®lo si contaba con una fuerza militar aplastante; y en tercer lugar, antes de entrar, era preciso saber c¨®mo salir.
La Doctrina Powell se aplic¨® en aquella guerra, y, por lo menos para su pa¨ªs, las cosas salieron bien. El ¨¦xito consisti¨® en sacar a Irak de Kuwait; Washington entr¨® con medio mill¨®n de efectivos, y en cuanto se logr¨® el objetivo deseado se marcharon, sin abusar de su victoria y buscar la ca¨ªda de Sadam o la captura de Bagdad. En 2003, Donald Rumsfeld archiv¨® la Doctrina Powell; hasta la fecha, no se sabe en qu¨¦ consistir¨ªa un ya imposible triunfo estadounidense y los 150.000 soldados nunca bastaron; y hoy Washington no encuentra c¨®mo extraerse de la debacle.
Este precedente reviste alguna pertinencia para la guerra contra el narcotr¨¢fico declarada por el presidente Calder¨®n, de M¨¦xico, al tomar posesi¨®n de su cargo. En el a?o 2006 tuvieron lugar en M¨¦xico un poco m¨¢s de dos mil ejecuciones; el pa¨ªs, y muchos observadores extranjeros, tuvieron la impresi¨®n -probablemente acertada- de que el ex presidente Vicente Fox hab¨ªa perdido las riendas de la seguridad y el orden, por estas razones, y por otras de ¨ªndole pol¨ªtico, Calder¨®n resolvi¨® hacer de la lucha contra el narco y la inseguridad la piedra de toque de su Administraci¨®n. Sac¨® a las Fuerzas Armadas de sus cuarteles, lanz¨® un gran n¨²mero de operativos conjuntos de ej¨¦rcito, marina y polic¨ªa federal, y le declar¨® la guerra al crimen organizado.
Al 3 de mayo de este a?o, se hab¨ªan producido 758 ejecuciones en M¨¦xico, un ritmo muy superior al de 2006. Se dice, con raz¨®n, que los muertos de Fox fueron por pasividad, complicidad o incompetencia; mientras que los de Calder¨®n constituyen el precio a pagar por una guerra pospuesta durante demasiado tiempo. Un problema estriba, sin embargo, en que los altos funcionarios encargados de la guerra bajo Calder¨®n son... los mismos que asumieron responsabilidades casi id¨¦nticas bajo Fox: el procurador general de la Rep¨²blica, el secretario de Seguridad P¨²blica, el secretario de la Defensa.
Otro problema reside en una paradoja: el recurso a la ret¨®rica de la guerra es ¨²til y eficaz, pero tambi¨¦n entra?a el respeto a las reglas de la guerra. Desafortunadamente, la aplicaci¨®n en M¨¦xico de la Doctrina Powell brilla por su ausencia. ?Cu¨¢ndo se ganar¨¢ la guerra contra el narco y la violencia? ?Cu¨¢l es el rasero del ¨¦xito? ?Existe una fuerza aplastante? ?Cu¨¢l es la estrategia de salida? Cuando se retire la tropa de las zonas "ocupadas" como Michoac¨¢n, Nuevo Le¨®n, Sinaloa, Guerrero, Tamaulipas y Tijuana, y vuelvan las polic¨ªas estatales y municipales ?qui¨¦n volver¨¢ realmente? ?la ley y el orden, o el narco?
El dilema de los anteriores presidentes mexicanos -Ernesto Zedillo y Vicente Fox- y que hoy confronta Calder¨®n con la participaci¨®n de las Fuerzas Armadas en la lucha contra el narcotr¨¢fico, no es privativo de M¨¦xico. Muchos pa¨ªses del continente se han visto obligados a lidiar con la carencia de opciones para combatir a los carteles; los ha desgarrado el car¨¢cter contradictorio de la injerencia militar en lo que es a final de cuentas un asunto civil. En algunos casos el dilema es antiguo: Per¨² y Colombia se debaten desde hace a?os sobre el balance id¨®neo de ej¨¦rcito, polic¨ªa nacional y ayuda extranjera para derrotar o contener al crimen organizado. El ejemplo m¨¢s reciente es el brasile?o.
Brasil se encuentra en una situaci¨®n an¨¢loga a la mexicana en esta terrible materia. Habiendo sido un pa¨ªs de consumo relativamente bajo, de producci¨®n limitada o circunscrita a ciertos estupefacientes, y a diferencia de M¨¦xico, de tr¨¢fico reducido, hoy es un gran productor, un punto intermedio en rutas a Europa, y sobre todo, un creciente mercado de consumo. Al igual que M¨¦xico, sus polic¨ªas han resultado ser impotentes y/o c¨®mplices del narco. Las favelas y las c¨¢rceles de S?o Paulo, de R¨ªo de Janeiro y de otras grandes ciudades, o est¨¢n en manos de narcos, o en las de polic¨ªas locales: m¨¢s o menos lo mismo. Hace unas semanas, el gobernador del Estado de R¨ªo, Sergio Cabral Filho, le solicit¨® al presidente Lula la intervenci¨®n del ej¨¦rcito. Pero Lula se resiste: esto ha llevado al Gobierno brasile?o a estudiar alternativas, una de ellas dolorosa para un pa¨ªs verdaderamente federalista y que tambi¨¦n se ha propuesto para M¨¦xico: la creaci¨®n -existente en ciernes- de una polic¨ªa nacional, de preferencia ¨²nica, preventiva e investigativa, con efectivos suficientes para transformarse en una fuerza eficaz, al estilo de la Polic¨ªa Nacional de Carabineros en Chile.
Suelen esgrimirse varios argumentos contra la intervenci¨®n militar. El primero es cl¨¢sico: se sabe cu¨¢ndo sale la tropa de los cuarteles, pero no cu¨¢ndo regresa. En Brasil, donde las Fuerzas Armadas han pasado tanto por periodos de institucionalidad como de involucramiento directo en la vida pol¨ªtica (la m¨¢s reciente entre 1964 y 1985), no se trata de un asunto menor.
Otro argumento, quiz¨¢ superficial pero no descartable, es el econ¨®mico: resulta m¨¢s caro mantener a la tropa fuera de los cuarteles, que adentro. Asimismo, como el uso del ej¨¦rcito no puede representar una soluci¨®n definitiva, pero a la vez puede producir el espejismo de la inmediatez, se convierte en un pretexto para postergar una soluci¨®n permanente, a saber una polic¨ªa nacional eficaz y bien dotada. En M¨¦xico se inici¨® la creaci¨®n de una tal polic¨ªa en 1998; no ha progresado -hoy apenas cuenta con ocho mil efectivos-.
Por ¨²ltimo, en Brasil, se subraya la l¨®gica falta de preparaci¨®n del ej¨¦rcito para una labor policiaca. Los militares brasile?os -y hasta donde se sabe, los mexicanos tambi¨¦n- reconocen que no son aptos para el trabajo de patrullaje, retenes, investigaciones, interrogatorios, detenciones. Por ello, consideran que el riesgo de errores, de excesos, y sobre todo de enajenaci¨®n de la poblaci¨®n civil ante las casi seguras violaciones a los derechos humanos, puede transformar la buena imagen que en general posee el ej¨¦rcito. Al grado que, en Brasil, las autoridades aceptan en privado que una de las razones por las cuales se envi¨® un contingente militar de mantenimiento de la paz a Hait¨ª fue para que adquiriera la experiencia y sensibilidad necesarias para actuar en zonas urbanas hostiles.
La guerra contra el crimen organizado ?es realmente una guerra? En caso de serlo ?se puede ganar? De ser factible la victoria ?el costo es pagable? Nadie alberga respuestas definitivas a estas interrogantes. Pero las sociedades -y los gobiernos que las conducen- deben discutirlas, para no ir a la guerra, justamente, sin fusil.
Jorge Casta?eda fue secretario de Relaciones Exteriores de M¨¦xico desde 2000 a 2003 y es profesor de Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Nueva York.
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