La mejor arma de Estados Unidos es el pueblo iran¨ª
Al pensar en las ideas que imperan entre los pol¨ªticos estadounidenses sobre Ir¨¢n, pienso en el relato del gran poeta persa Jalaledin Rumi sobre un grupo de personas que trata de describir un elefante que se exhibe en una sala a oscuras. Uno acaricia el lomo del animal y afirma que se parece a un gran trono. Otro, toc¨¢ndole una oreja, declara que en realidad es un enorme abanico. Un tercero le palpa una pata y concluye que debe de ser una gran columna.
La Rep¨²blica Isl¨¢mica nos acompa?a desde hace casi tres d¨¦cadas, sin embargo, todav¨ªa sigue asombrando y confundiendo a los expertos. En la d¨¦cada de 1990, Mohamed Jatam¨ª hizo que la mayor¨ªa de los analistas occidentales creyera que en Ir¨¢n estaba a punto de producirse un levantamiento. Sin embargo, aunque quiz¨¢ Jatam¨ª se diferenciara de sus antecesores por amparar una versi¨®n edulcorada de la Rep¨²blica Isl¨¢mica, en gran medida, era, y sigue siendo, parte del sistema. Hoy en d¨ªa, Mahmud Ahmadineyad nos ha convencido de que dicho sistema constituye una amenaza inminente y que, por tanto, debe ser derrocado. No obstante, aunque quiz¨¢ Ahmadineyad sea m¨¢s represivo y violento que presidentes anteriores, en esencia, sus tendencias reaccionarias son un s¨ªntoma de la debilidad del r¨¦gimen iran¨ª, no de su fortaleza.
El problema es que los expertos occidentales s¨®lo est¨¢n tocando una parte del elefante, la pol¨ªtica, sin prestar atenci¨®n a la m¨¢s importante: el propio pueblo iran¨ª. Si observamos en perspectiva la historia de Ir¨¢n, centr¨¢ndonos en su pueblo y no en sus gobernantes, tendremos una visi¨®n bastante diferente: la de un orden en crisis. Hay pruebas de esta propuesta por doquier. Un vistazo somero a las publicaciones y blogs de Ir¨¢n demuestra que, aunque algunos iran¨ªes -por muy diversas razones- apoyan las ambiciones nucleares de su r¨¦gimen, la mayor¨ªa est¨¢ mucho m¨¢s interesada en tratar de combatir problemas cotidianos como la corrupci¨®n, una situaci¨®n econ¨®mica dif¨ªcil, la represi¨®n pol¨ªtica y social, y una generalizada ausencia de libertades. Pocos est¨¢n bien informados sobre el programa nuclear y a la mayor¨ªa les averg¨¹enza y perturba la imagen de su pa¨ªs en el mundo. En realidad, la nueva situaci¨®n de aislamiento y marginaci¨®n internacional de Ir¨¢n es profundamente impopular dentro del pa¨ªs, y el hecho de que ¨¦ste, en lugar de mejorar el bienestar de su poblaci¨®n, est¨¦ vaciando sus arcas para fomentar la revoluci¨®n en el exterior, ha hecho que muchos partidarios de Ahmadineyad se vuelvan contra ¨¦l. En los ¨²ltimos tiempos, los conflictos laborales se han disparado, en un m¨ªnimo de 10 ciudades. Furiosos l¨ªderes sindicales han echado la culpa al presidente del deterioro de la econom¨ªa. En Teher¨¢n, en las ¨²ltimas elecciones municipales, s¨®lo dos de los 13 concejales elegidos eran partidarios de Ahmadineyad.
Este descontento ha ido calando en altas jerarqu¨ªas pol¨ªticas iran¨ªes; por ejemplo, entre los diputados que, en diciembre pasado, durante la presentaci¨®n del presupuesto anual por parte del presidente, protestaron ruidosamente por el empeoramiento de la situaci¨®n econ¨®mica. Se ha llegado incluso a debatir seriamente la posibilidad de destituirle. Desde que Ahmadineyad fue elegido, los radicales iran¨ªes se han dividido claramente en dos facciones enfrentadas, lo cual ha suscitado gran inquietud entre los l¨ªderes conservadores, que tratan de reconstruir los puentes entre ambas. Destacados disidentes reformistas como el ayatol¨¢ Montazeri han acusado al Gobierno de utilizar los considerables recursos del pa¨ªs para entrometerse en asuntos ajenos. En ocasiones, hasta el propio Ahmadineyad parece desanimado. Hace poco reconoci¨® que los 28 a?os de r¨¦gimen isl¨¢mico no hab¨ªan logrado eliminar a los elementos dem¨®cratas de la sociedad iran¨ª. Hace casi 30 a?os, en su prof¨¦tico ensayo El poder de los sin poder, V¨¢clav Havel escribi¨® que "un espectro recorre Europa Oriental: el espectro de lo que en Occidente se llama disidencia". Ahora, ese espectro se ha trasladado a Ir¨¢n.
El hecho de que ni Jatam¨ª ni Ahmadineyad hayan logrado fomentar la unidad -ni siquiera dentro de la ¨¦lite gobernante- es un buen indicador de la crisis que acoge el sistema. Durante m¨¢s de dos d¨¦cadas, la principal resistencia que ¨¦ste ha encontrado ha surgido de la sociedad civil iran¨ª. Y es ¨¦sta la que al final ser¨¢ el tal¨®n de Aquiles del r¨¦gimen isl¨¢mico.
Sabiendo esto, nuestro objetivo, m¨¢s que el Gobierno iran¨ª, debe ser el pueblo de Ir¨¢n. Es mucho m¨¢s probable que la apertura y la libertad surjan de un cambio de mentalidad que de r¨¦gimen. Debemos darnos cuenta de que nuestras mejores armas contra laautocracia y el terrorismo no son las militares, ni siquiera las diplom¨¢ticas, sino las ideol¨®gicas y las culturales. La lucha por la democracia en Ir¨¢n no s¨®lo es de ¨ªndole pol¨ªtica; en este sentido, Ir¨¢n es muy parecido a la Europa del Este comunista o a la Sur¨¢frica del apartheid. La historia de c¨®mo se liberaron esos pa¨ªses nos recuerda que los derechos humanos van m¨¢s all¨¢ del ¨¢mbito gubernamental. En lugares en los que el Estado no s¨®lo ha politizado los entornos cultural y social, sino los aspectos m¨¢s privados de la vida de los ciudadanos, la resistencia al sistema represivo tiene una dimensi¨®n existencial: no es ¨²nicamente una lucha por los derechos pol¨ªticos, sino que defiende el derecho de cada uno de los ciudadanos a vivir como quiera.
?Qui¨¦n ser¨¢ en Occidente el palad¨ªn de los derechos existenciales de los iran¨ªes? Ning¨²n gobierno, por democr¨¢tico que sea, puede dedicarse ¨²nicamente, ni siquiera primordialmente, a la defensa de los derechos humanos y las libertades individuales en el exterior, de manera que debemos confiar en que otros actores presionen a favor de la causa de la libertad. Est¨¢ claro que me estoy refiriendo a las organizaciones no gubernamentales. Lo que necesitamos es que las asociaciones de defensa de los derechos humanos, los activistas y los periodistas hagan suya la causa del pueblo iran¨ª. En gran medida, el periodista laico Faraj Sarkuhi, el ex revolucionario y disidente Akbar Ganji, y los reformistas Emadeddin Baghi y Ramin Jahanbegloo deben su libertad a las iniciativas de organizaciones como el PEN Club, Amnist¨ªa Internacional, Human Rights Watch y Reporteros Sin Fronteras. En el caso de una reciente huelga de transportes -escasamente presente en la prensa estadounidense, a pesar de haber sido brutalmente reprimida por el Gobierno iran¨ª-, los sindicatos occidentales han tenido un importante papel en la liberaci¨®n de sus promotores. Las mujeres progresistas que han organizado dos manifestaciones desde el inicio de la presidencia de Ahmadineyad se encuentran en medio de una campa?a de recogida de un mill¨®n de firmas para solicitar igualdad y justicia para las mujeres iran¨ªes. Las organizaciones feministas de EE UU deber¨ªan estar haciendo mucho m¨¢s para apoyarlas en su lucha.
Es evidente que con esto no pretendo decir que los Gobiernos no tengan ning¨²n papel que desempe?ar. Una postura firme y unitaria de la comunidad internacional en lo tocante a los derechos humanos en Ir¨¢n transmitir¨¢ al r¨¦gimen el mensaje de que no puede someter a otros pa¨ªses a su voluntad, alentando al mismo tiempo a elementos moderados e insatisfechos de la ¨¦lite gobernante a expresar su insatisfacci¨®n.
Al adoptar esa postura, los Gobiernos occidentales deben profundizar en una senda situada entre los extremos del apaciguamiento y la beligerancia. Por una parte, los alardes de debilidad de la comunidad internacional -como el hecho de que el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas decidiera recientemente dejar de hacer un seguimiento de las violaciones de esos derechos en Ir¨¢n y Uzbekist¨¢n, a pesar de que en la actualidad est¨¢n aumentando las ejecuciones en el primer pa¨ªs- le indican a Teher¨¢n que a Occidente no le importa la suerte de los activistas iran¨ªes. "La acci¨®n del consejo supone un aval para las ofensivas contra los derechos humanos de Ir¨¢n y Uzbekist¨¢n", explicaba Peggy Hicks, directora de campa?as internacionales de Human Rights Watch. "Demuestra una absoluta indiferencia hacia la lucha que llevan a cabo los defensores de los derechos humanos en esos pa¨ªses".
Al mismo tiempo, la idea de que Ir¨¢n se ver¨¢ obligado a aceptar las normas gracias a un pu?ado de misiles de precisi¨®n es tan peligrosa y caprichosa como la que propugnaba que un Irak invadido servir¨ªa de modelo de democracia tolerante. En realidad, atacar Ir¨¢n en este momento ser¨ªa proporcionar una tabla de salvaci¨®n a los elementos m¨¢s militaristas del r¨¦gimen, que utilizar¨ªan el ataque como excusa para aplastar cualquier disidencia interna.
Entre tanto, las acciones militares perjudicar¨ªan la credibilidad de los dem¨®cratas iran¨ªes. Despu¨¦s de estudiar el ejemplo de Europa Oriental, han aprendido que los objetivos de la revoluci¨®n democr¨¢tica deben ser la suma de los medios empleados, es decir, que una sociedad abierta y democr¨¢tica s¨®lo puede alcanzarse con m¨¦todos abiertos y democr¨¢ticos. Por fortuna, nosotros podemos ayudarles. El arma m¨¢s importante del arsenal estadounidense no es su fuerza militar sino su cultura. La defensa y el fomento de esos valores que durante mucho tiempo se pens¨® que Estados Unidos representaba -las libertades de expresi¨®n, movimiento y conciencia- tendr¨¢n mucho m¨¢s impacto que cualquier misil. Y aunque probablemente esta profunda labor supere las capacidades de los pol¨ªticos estadounidenses, no supera las de los propios Estados Unidos.
Azar Nafisi es directora del Proyecto Di¨¢logo de la Escuela de Estudios Avanzados e Internacionales de la Universidad Johns Hopkins y autora de Leer 'Lolita' en Teher¨¢n, Barcelona, El Aleph, 2003. Traducci¨®n de Jes¨²s Cu¨¦llar Menezo.
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