El fatuo manierista Wong Kar-wai
En la cultura china, como en la japonesa, la noci¨®n de originalidad carece de valor. En su primera pel¨ªcula occidental, el chino Wong Kar-wai aparece prisionero de s¨ª mismo. Y de toda la historia del cine. En My blueberry nights, pone en escena a personajes que se comportan como personajes de cine que imitan a otros personajes de cine. Ah¨ª est¨¢n los reflejos pat¨¦ticos de la chica con un mech¨®n ante los ojos, as¨ª como el alcoh¨®lico enamorado que no deja de proclamar a cada copa que bebe para olvidar la ausencia de la amada. En ese sentido, parece casi l¨®gico que todos los bares sean o parezcan un mismo bar y que la banda sonora sea el tema de In the mood for love (2000), revisado por Ry Cooder: Wong Kar-wai se rinde homenaje a s¨ª mismo. Manierismo en el peor sentido de la palabra. Tanta autocomplacencia se revela indigesta.
Pero el problema del cineasta lo es tambi¨¦n del propio festival. Desde hace a?os, desde que la selecci¨®n la efect¨²an realmente los rectores del mismo, se tiende a la fidelidad a una serie de directores considerados autores. Algunos saben que su nueva pel¨ªcula, sea buena, regular o mala, ser¨¢ invitada a la selecci¨®n oficial. Cannes ha hecho famosos a Sokourov, Tarantino, los hermanos Coen, Naomi Kawase, Gus van Sant, Carlos Reygadas y a Wong Kar-wai, entre otros. Es un Olimpo en el que no todos los dioses se comportan siempre como tales. Un cineasta de gran ¨¦xito me dec¨ªa un d¨ªa que "un director tiene que evitar envejecer con sus actores". ?l lo dec¨ªa pensando, sobre todo, en la taquilla, en el hecho de que el p¨²blico que acude a las salas de cine tiene, en su gran mayor¨ªa, menos de 20 a?os, pero el consejo tambi¨¦n vale en un sentido m¨¢s amplio. Ser fiel a un nombre puede llevar a ser infiel a una idea. A una idea de lo que tiene que ser el cine.
La apariencia del arte
El Festival de Cannes es la gran cita anual de la cinefilia, una pasi¨®n o enfermedad que comienza a ser residual y en v¨ªas de extinci¨®n. Sus ritos siguen funcionando porque tras el culto al arte cinematogr¨¢fico est¨¢ la realidad del negocio. "El cine es un arte y una industria", sentenci¨® en su d¨ªa Andr¨¦ Malraux para justificar los esfuerzos que hac¨ªa su ministerio para divulgar en el mundo la nouvelle vague.
Wong Kar-wai s¨®lo mima la apariencia del arte. Hace tres a?os acudi¨® con 2046, una pel¨ªcula inacabada que promet¨ªa ser, una vez terminada, mejor y m¨¢s ambiciosa que la excelente In the mood for love. Ahora, una vez vista My blueberry nights, el espectador con memoria siente la tentaci¨®n de revisar a la baja lo que en su d¨ªa le agrad¨®. Mejor no hacerlo y confiar en que todo se explique a partir del extra?amiento geogr¨¢fico e idiom¨¢tico de un chino obligado a expresarse en ingl¨¦s y perdido entre el metro de Nueva York y los desiertos de Nevada.
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