Fabra como s¨ªntoma
El caso que mejor refleja el desinter¨¦s de una parte de la clase pol¨ªtica por la corrupci¨®n apabullante en el ¨¢mbito provincial y local es el de Carlos Fabra, presidente de la Diputaci¨®n de Castell¨®n y l¨ªder del PP en la provincia. Fabra est¨¢ imputado desde hace m¨¢s de tres a?os por presuntos delitos de tr¨¢fico de influencias y cohecho y denunciado por la Agencia Tributaria por supuesto delito fiscal. Sin prejuzgar su inocencia o culpabilidad, solamente los indicios de posible enriquecimiento il¨ªcito -su patrimonio se multiplic¨® por cuatro entre 1999 y 2004, Hacienda le apunta un supuesto fraude de 149.000 euros s¨®lo en 1999 y tiene ingresos sin justificar por unos 600.000 euros- bastar¨ªan de hecho para que quedara apartado de la pol¨ªtica. Fabra y el PP han aprovechado la circunstancia de que todav¨ªa no se haya abierto el juicio oral para justificar su presentaci¨®n como n¨²mero tres en la candidatura del PP por Castell¨®n.
Que el PP permita que un candidato con la situaci¨®n judicial de Fabra se presente en sus listas indica una permisividad escandalosa. Revela que el PP no percibe el riesgo de la corrupci¨®n urban¨ªstica ni la urgencia de recuperar la credibilidad de los pol¨ªticos locales con nombres limpios que transmitan honradez a los votantes. Es cierto que la percepci¨®n de comisiones y las recalificaciones salvajes no son patrimonio de un solo partido; pero no todos muestran el mismo grado de alarma ante la presencia de imputados en sus filas. La corrupci¨®n urban¨ªstica deber¨ªa ser el debate de fondo de las candidaturas pol¨ªticas en las elecciones municipales y auton¨®micas del pr¨®ximo d¨ªa 27. Porque est¨¢n en cuesti¨®n la nefasta financiaci¨®n de los ayuntamientos y la credibilidad de los pol¨ªticos locales y auton¨®micos, arruinada a conciencia por los numerosos casos de imputaciones delictivas. Sin embargo, los partidos no enfocan con contundencia el problema, reh¨²yen cualquier responsabilidad propia y se limitan a magnificar los casos que aparecen en el adversario. El primer paso para reducir esta lacra es que cada partido limpie sus propios establos; el segundo, que se concierte una pol¨ªtica com¨²n contra las pr¨¢cticas corruptas. Es el debate que ser¨ªa de esperar en la campa?a y que sin embargo brilla por su ausencia.
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