En el Raval
Lo mejor de todo en la razzia electoral de Jordi Hereu por el Raval de Barcelona de ayer por la tarde sucedi¨® en la calle, cuando el candidato estaba dentro de una tienda. Un estirado sesent¨®n, o setent¨®n, muy pulcro ¨¦l, que pasaba por all¨ª porque la calle de Nou de la Rambla es su mundo y cada tarde toma posesi¨®n de ¨¦l, se acerca al grupo de periodistas que acompa?a al candidato socialista. Se coloca frente a una c¨¢mara de televisi¨®n, como quien no quiere la cosa, aunque en realidad la desee hasta languidecer. Entonces proclama, en voz muy alta, grandilocuente, despechado: "?Los artistas en la calle, y la mierda en la televisi¨®n!".
El se?or¨ªo y la pluma con que pisa el entorno de la Rambla y el tono de la declamaci¨®n sugieren que quiz¨¢ se trate de un artista del Barcelona de Noche, el C¨¢diz, la Bodega Bohemia o de alg¨²n otro desaparecido local de los que dieron fama al barrio chino. En cambio, no queda nada claro si la mierda es la comitiva electoral de Hereu en particular, la pol¨ªtica en general o, simplemente, todo lo que sale por televisi¨®n. La ambig¨¹edad, acompa?ada de mucha intenci¨®n, mucha chispa, impide sacar conclusiones. Y ?para qu¨¦ preguntar al artista?
La posibilidad de que les identifiquen con una mierda, o con cosas peores, es uno de los riesgos que corren los pol¨ªticos cuando salen a la calle. M¨¢s todav¨ªa si, como es el caso de Hereu, tienen ya un presupuesto bajo su directa responsabilidad. Por muchas precauciones que se tomen, nunca se sabe por d¨®nde puede saltar la sorpresa desagradable. Mientras el candidato est¨¢ derrochando simpat¨ªa dentro de la Bodega Torres, en la esquina de Nou de la Rambla con la calle de Gu¨¤rdia, afuera aparece el artista de cabaret. Un poco despu¨¦s, mientras est¨¢ dentro de la farmacia escuchando, embelesado, c¨®mo el dependiente le cuenta que el Raval sigue siendo "un buen barrio", desde la puerta de un bar situado en la otra acera sale un cliente gritando, y repitiendo, con ¨¢nimo abiertamente provocador: "?Hay m¨¢s putas aqu¨ª ahora que antes!".
Pero Hereu tiene un buen trato en la proximidad, es afable, inspira cordialidad y su partido est¨¢ decidido a aprovechar estas virtudes. En la calle, adem¨¢s, hay de todo, y para un alcalde siempre habr¨¢ encuentros positivos. Se le acerca una pareja ya entrada en a?os y el hombre le cuenta que se apellida Boer, como ¨¦l, y que le va a votar. "?Hombre!, ?Mira que es curioso! Ya me he encontrado varios Boer en lo que va de campa?a".
Y as¨ª sucesivamente. Una vecina le pide que pongan m¨¢s vigilancia delante de la narcosala del Portal de Santa Madrona. La buena mujer, que va con su hijo de siete u ocho a?os, se justifica: "La hemos aceptado, pero nuestros hijos tienen que ver cada cosa...". A la salida de una de las tiendas se le acerca un hombre y le pide, nada menos, que se acabe con la prostituci¨®n en la calle de Sant Ramon. El candidato-alcalde sale de apuros como puede. "En eso estamos, en eso estamos". Hasta que se cruza con una ciudadana que sabe salir del paso tan bien como un pol¨ªtico de los duchos de verdad: "Si cumple, le voto". Ser¨¢ en las otras. Digo yo.
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