El dolor de leer a Coetzee
Por los libros del surafricano J. M. Coetzee (Ciudad del Cabo, 1940) hay que pagar dos veces: una, al adquirirlos; otra, al leerlos. El precio m¨¢s elevado es el segundo: el desasosiego, el malestar, el dolor incluso. Adentrarse en sus novelas, en sus ensayos (como Contra la censura, recientemente editado por Debate) o en sus obras m¨¢s inclasificables (como Elizabeth Costello) supone sumergirse en un territorio tenebroso, el de los rincones m¨¢s oscuros del alma humana, all¨¢ de donde es muy dif¨ªcil escapar, o de donde, lisa y llanamente, no hay salida. Al mismo tiempo, es poco menos que imposible hallar en el panorama literario actual una voz m¨¢s aut¨¦ntica que la de este surafricano, actualmente residente en Australia, del que cabr¨ªa decir que, m¨¢s que recibir prestigio con el Nobel de 2003, ha prestigiado al Nobel. Cuesta perdonar al comit¨¦ por el retraso en conced¨¦rselo.
VIDA Y ?POCA DE MICHAEL K.
J. M. Coetzee
Debolsillo. Barcelona, 2007
190 p¨¢ginas. 7,95 euros
HOMBRE LENTO
J. M. Coetzee
Debolsillo. Barcelona, 2007
260 p¨¢ginas. 8,50 euros
Entre Vida y ¨¦poca de Michael K. y Hombre lento, que ahora edita Debolsillo, median 22 a?os y un oc¨¦ano. La primera de estas novelas es de su ¨¦poca surafricana, y la guerra civil es el paisaje que enmarca una historia de dolor, desamparo, crueldad y desesperaci¨®n, con un protagonista tan al borde del abismo que la cuesti¨®n no es si se precipitar¨¢ en ¨¦l, sino cu¨¢ndo ocurrir¨¢ y qu¨¦ podr¨¢ salvar de su dignidad.
La principal diferencia en cuanto a Hombre lento es que, aunque a Coetzee parezca interesarle m¨¢s lo que hay dentro que fuera de sus personajes, la tragedia de Michael K. tiene mucho que ver con su raza y su absoluta falta de recursos, mientras que Paul Rayment tiene una cuenta saneada en el banco. En este caso, la tragedia llega de la mano de un absurdo accidente que le cuesta una pierna y que le enfrenta abruptamente a la edad (ronda los sesenta), la dependencia y la soledad. Y la soledad elegida es un don, pero forzada es una maldici¨®n. Y no es f¨¢cil comprarla, ni siquiera con dinero. Finalmente, Elizabeth Costello (un personaje con el que Coetzee se burla del realismo y se permite piruetas diversas) irrumpe en su vida y le hace reflexionar. ?Para rescatarle? No exactamente. Eso dejar¨ªa un buen sabor de boca al lector, y Coetzee nunca lo permitir¨ªa. ?l quiere hacer da?o, aunque su objetivo sea, tal vez, la redenci¨®n a trav¨¦s del conocimiento de uno mismo.
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