Alternativa al mar

El mayor aliciente tur¨ªstico de Valencia estos d¨ªas es la celebraci¨®n de la Copa del Am¨¦rica de vela, cuyo tramo final congregar¨¢ a miles de espectadores entre el 23 de junio y el 7 de julio. Y como la primera l¨ªnea de playa figura ya al completo, o con precios inasequibles para la mayor¨ªa, una buena idea es explorar las posibilidades de los nuevos hoteles creados por las grandes cadenas en el centro de la ciudad.

Tal que este Zenit vecino de la estaci¨®n del Norte y la plaza de toros, resultado de la uni¨®n de dos cl¨¢sicos inmuebles residenciales cuyo mejor gancho frente a los viajeros motorizados es el ofrecimiento de un garaje propio con acceso directo a las habitaciones y una zona de estacionamiento temporal a lo largo de la fachada sin temor a ser multados, adem¨¢s de una generosa dotaci¨®n de instalaciones y servicios para los precios tan ajustados que cotizan en su tablilla (talonarios de cheques y chollos de agencia aparte).

Comedido

Ning¨²n lujo cabe esperar, por tanto, de un sitio as¨ª de comedido y funcional. Pero s¨ª un hotel con buen gusto, est¨¦tica contempor¨¢nea y atenci¨®n eficiente, capaz de sugerirle al hu¨¦sped d¨®nde ir de copas (con ayuda de la revista Valencia City), o c¨®mo seguir de cerca las evoluciones de los f¨®rmula uno del mar desde la terraza del edificio Veles e Vents, proyectado por David Chipperfield en el puerto de Valencia.

De las seis plantas habilitadas para el hospedaje, la del s¨®tano ha sido relegada como sal¨®n de reuniones; la entreplanta, para comedor, y el descansillo, como bar. Una pantalla grande de televisi¨®n vomita noticias en horas diurnas. El desayuno, bien surtido y constantemente renovado, marca diferencia con otros hoteles muy renombrados de la capital del Turia.

Por ello rechina tanto la falta de ¨¢ngel que sufren los dormitorios, constre?idos en un espacio inc¨®modo para moverse, trabajar o realizar las abluciones cotidianas. Si la insonorizaci¨®n exterior es excelente, no puede decirse lo mismo del suelo de tarima flotante: los pasos suenan a claqu¨¦. La cama ofrece una dureza excesiva. Las cortinas a rayas beis y marr¨®n obligan a una penumbra quiz¨¢ indeseada. Y ciegan las vistas alambicadas de los tejados y el bosque de antenas que pueblan el entorno de la estaci¨®n de ferrocarril.

No mejoran la impresi¨®n los cuartos de ba?o, exiguos y en ocasiones desatendidos (olvido del doble juego de toallas en una habitaci¨®n doble), o el mediocre kit cosm¨¦tico (eso s¨ª, recogido en una caja cil¨ªndrica que evita ver los admin¨ªculos espacidos por el lavabo). Un cuatro estrellas ha de ofrecer el confort que hoy todo el mundo tiene en su casa. Aunque sea por 75 euros la noche.