Por la comarca de Tierras de Berlanga al encuentro de un caim¨¢n, una ermita y los ¡®picassos¡¯ de Caltojar
El lagarto de Fray Tom¨¢s en Berlanga de Duero, la ex¨®tica ermita moz¨¢rabe de San Baudelio y el arte urbano de Caltojar son tres de las muchas sorpresas que asaltan a quien recorre este hist¨®rico y solitario territorio del suroeste soriano
Hay muchos motivos para ir a Berlanga de Duero: el ¨²ltimo, que acaba de ser admitido en el club de los pueblos m¨¢s bonitos de Espa?a. Y hay tambi¨¦n muchos caminos, pero dos especialmente evocadores. El primero, por orden de antig¨¹edad, es el que sigui¨® Almanzor tras ser derrotado y malherido en Calata?azor, en 1002. El segundo, el que cabalg¨® el Cid con 12 de los suyos ¡ª¡±polvo, sudor y hierro¡±¡ª cuando el rey lo ech¨® de Castilla en 1081. El Victorioso por Al¨¢ cruz¨® por ¨²ltima vez el Duero en Andaluz, a ocho kil¨®metros al noreste de Berlanga. El Campeador lo hizo al pie de la tremenda fortaleza califal de Gormaz, a 13 kil¨®metros a poniente. El ¨²ltimo camino de Almanzor y el del destierro del Cid se encuentran en la puerta de Aguilera, en Berlanga de Duero. Si ambos paladines hubieran vivido y llegado al mismo tiempo, hubiese ardido Troya. O tal vez no, porque desdichas y caminos hacen amigos.
Nada de lo que se ve en Berlanga, ni la puerta misma, exist¨ªa en sus tiempos. El castillo, que es lo primero que se ve y que hay que visitar, data de los siglos XV y XVI y la muralla largu¨ªsima que rodea el cerro sobre el que se alza, del XII. Antes hab¨ªa una fortaleza musulmana, pero a saber c¨®mo era. Lo mejor es la vista casi a¨¦rea del pueblo desde la torre del Homenaje, aunque tampoco desmerece la que hay desde el mirador que se asoma como un trampol¨ªn al barranco del Escalote, afluente del Duero que sirve de foso al castillo. Al pie del cerro, los marqueses de Berlanga tuvieron un palacio con espl¨¦ndidos jardines renacentistas. Tras la francesada apenas qued¨® nada de ¨¦l: una fachada hueca y la torre donde hoy est¨¢n la entrada al castillo y la oficina de turismo.
Segunda parada: la colegiata de Santa Mar¨ªa del Mercado. O, mejor dicho, para ver el lagarto de Fray Tom¨¢s, que es lo que todo el mundo se queda mirando largo rato junto a la puerta de entrada, en el interior del templo. Este ilustre vecino de Berlanga un caim¨¢n de cuatro metros de Panam¨¢, donde el fraile fue obispo de 1531 a 1545. Y se lo trajo vivo y coleando, y as¨ª anduvo el cocodrilo varios d¨ªas por el pueblo, hasta que su sangre fr¨ªa, acostumbrada al agua templada del r¨ªo Chagres, se congel¨® con el primer escarchazo. Fray Tom¨¢s tambi¨¦n se trajo de Am¨¦rica la fabulosa historia de c¨®mo viaj¨® a Lima en 1535 por encargo del rey para mediar entre Pizarro y Almagro y se extravi¨® durante la traves¨ªa, descubriendo las islas Gal¨¢pagos. Todas estas historias ¡ªy tambi¨¦n la leyenda de c¨®mo el ardacho se zampaba a los muertos del cementerio y a las doncellas vivas¡ª, mejor que en la colegiata, se saborean a gusto paseando bajo los soportales de la plaza Mayor y comiendo los dulces lagartos que all¨ª mismo elabora la confiter¨ªa El Torero.
Una estatua de Fray Tom¨¢s con un caim¨¢n y un gal¨¢pago sobre una peana semiesf¨¦rica preside la plaza que est¨¢ delante del palacio. Al lado, en el antiguo matadero, hay un centro de interpretaci¨®n donde se explica la mayor maravilla de la comarca: la ermita de San Baudelio, construida a finales del siglo XI sobre un alcor a nueve kil¨®metros de Berlanga y por sus frescos conocida como ¡°la Capilla Sixtina del arte moz¨¢rabe¡±. Aqu¨ª, de forma virtual, se ven mejor las pinturas que en la propia ermita, por la sencilla raz¨®n de que estas fueron arrancadas y vendidas a varios museos estadounidenses. Justo se cumplen cien a?os de aquel disparate. En el centro se cuenta con detalle el expolio: c¨®mo el anticuario jud¨ªo Le¨®n Levi pag¨® por ellas 65.000 pesetas a unos vecinos de la cercana aldea de Casillas de Berlanga y c¨®mo nadie en Espa?a pudo evitar que acabaran en otro pa¨ªs. Y quien pudo, no quiso. Solo por una de las 23 pinturas, el Museo de Bellas Artes de Boston dio 75.000 d¨®lares, medio mill¨®n de pesetas de las de 1925. Hab¨ªa un halconero, un guerrero moro, un dromedario, un ibis, un elefante¡ ¡°Fue solo un sue?o, hijo m¨ªo¡±, se quejaba po¨¦ticamente Gerardo Diego: ¡°Que no, que estaban all¨ª, / yo los vi, / los elefantes. / Ya no est¨¢n y estaban antes. / (Y se los llev¨® un jud¨ªo, / perfil de maraved¨ª)¡±.
Lo siguiente es ir a ver lo poco o lo mucho que se salv¨® del expolio. A 10 minutos escasos en coche, sobre una colina pelada ¡ªcomo toda esta comarca¡ª, se encuentra la ermita de San Baudelio, que por fuera parece un tinado, un cobertizo cuadradote y simpl¨®n. Porque eso era cuando Levi meti¨® su nariz de raposo en ella: ¡°Una caba?a / con ovejas trashumantes¡±, como dijo Diego. Pero una vez dentro, el visitante alucina al descubrir una palmera, una robusta columna central que sostiene todo con ocho arcos como ocho ramas. Y debajo de la palmera, la mezquitilla, un bosquete de 20 columnas y 30 arcos de herradura que hay que atravesar para asomarse a la cueva excavada en la roca donde habit¨® el primitivo eremita que fund¨® el lugar. Y por doquier, las improntas de las pinturas arrancadas, especialmente llamativas las profanas y, m¨¢s que ninguna, la de aquel elefante blanco con un castillo a cuestas que parece salido de un cuento oriental. Son tan ex¨®ticas, tan mestizas, tan antiguas y tan modernas¡: v¨ªvidas instant¨¢neas de una tierra de frontera, de nadie y de todos, de moros y cristianos, de Almanzor y del Cid. ¡°?Y qu¨¦ hace, aqu¨ª, una palmera, a orillas del Escalote, en este clima riguroso?¡±, se preguntaba el premio Cervantes Jos¨¦ Jim¨¦nez Lozano en su Gu¨ªa espiritual de Castilla.
?Y qu¨¦ hacen aqu¨ª Las se?oritas de Avignon?, se pregunta el viajero. Bueno, las se?oritas y otros 60 picassos que hay pintados en los muros de Caltojar, el siguiente pueblo al que se llega conduciendo por la carretera SO-152, a los cinco minutos de salir de San Baudelio. En el t¨ªmpano de la portada de la iglesia rom¨¢nica de Caltojar, elevando su diestra y blandiendo con la otra mano la lanza, el arc¨¢ngel San Miguel parece estar diciendo: ¡°?Vade retro, arte moderno!¡±. En 1981, Caltojar ten¨ªa 207 habitantes, muchos de ellos ni?os que, para celebrar el centenario del nacimiento de Picasso, pintaron los murales que a¨²n se ven. En 2014, los mismos chavales, ya cuarentones, los restauraron y, el a?o pasado, el Guernica, que estaba hecho polvo, lo han vuelto a pintar a la salida del pueblo, bien grandote, como el original. Hoy Caltojar tiene solo 30 habitantes y casi ning¨²n ni?o, pero posee la mejor colecci¨®n de picassos del mundo, la m¨¢s entra?able.
Tras callejear por Caltojar, toca conducir de nuevo: ahora, por la carreterilla de cinco kil¨®metros que lleva a la pedan¨ªa de Bordecorex. Por el camino, se ven las atalayas isl¨¢micas de La Veruela (a mano izquierda) y de Ojaraca (a mano derecha), ambas del siglo X, igual que las pudo ver Almanzor en 1002, de no haber ido agonizando en una litera cubierta por un baldaquino, oculto tras las cortinas de las miradas contritas de sus soldados. Paseando por Bordecorex no se ve un alma, no se oye un coche en media hora ¡ªeso se tarda en recorrer el menguado caser¨ªo y en fotografiarlo desde arriba, enfocando el precioso ¨¢bside de la iglesia rom¨¢nica de San Miguel¡ª. Es un silencio sepulcral. Nada cuesta imaginarse que fue esta ma?ana, y no otra de hace 1022 a?os, cuando Almanzor expir¨® en Bordecorex. Hasta Medinaceli, donde fue enterrado con el polvo recogido de sus ropas despu¨¦s de cada batalla, fue llevado a hombros por sus generales.
Otro lugar para morirse, de lo bonito y sugeridor, es Rello. Para admirarlo, hay que volver a Caltojar, seguir por la carretera SO-152 hasta La Riba de Escalote y bajar por la SO-132 hasta ver indicada una senda peatonal que, tras caminar cinco minutos cuesta arriba, lleva al mirador de Rello. Desde el mirador de las Angustias, que as¨ª se conoce tambi¨¦n por la ermita que hay al lado, el pueblo aparece colgado sobre una hoz acantilada del Escalote, con sus casas y su muralla medieval al borde del cortado calizo, su torre albarrana del Agua ¡ªque serv¨ªa para cogerla del r¨ªo con seguridad, en caso de sitio¡ª y su cielo lleno de buitres leonados.
Si se pasea por el pueblo, mucha atenci¨®n al rollo de justicia, porque es una bombarda del siglo XVI y la ¨²nica picota met¨¢lica de Espa?a. Y si a¨²n no se ha comido, nada mejor que un p¨ªcnic panor¨¢mico en las mesas que rodean la ermita o en la fuente-lavadero que hay poco m¨¢s abajo. Eso, o volver a Berlanga de Duero y probar la cocina castellana actualizada ¡ªcon mucha seta, carne de caza y trufa negra¡ªde Casa Vallecas o la m¨¢s sencilla y econ¨®mica de Senderos del Cid, de los mejores restaurantes de la comarca. Para dormir, no hay duda: el hotel Villa de Berlanga est¨¢ en el sitio ideal, con vistas al castillo y, por el otro lado, a la colegiata. A 30 metros justos, duerme el lagarto de Fray Tom¨¢s.
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