La palabra perdida
La ¨²nica ventaja de la noche electoral del pasado domingo es que ning¨²n partido tiene derecho a cantar victoria. A lo sumo, puede hacerlo alg¨²n alcalde, en particular, y, a la cabeza de ellos, el ganador en Tarragona. Los partidos pol¨ªticos, en plan idiota org¨¢nico colectivo, ofenden la inteligencia de los ciudadanos con rid¨ªculos argumentarios para revindicar su victoria. Por este camino, es de temer que ni siquiera este nuevo fracaso colectivo les har¨¢ reaccionar. El peculiar microsistema pol¨ªtico catal¨¢n est¨¢ haciendo agua, y deber¨ªan ser los partidos los primeros interesados en abrir un debate sobre qu¨¦ se tiene que cambiar. Me temo que, tambi¨¦n esta vez, unos y otros se conformar¨¢n con lo obtenido y seguir¨¢n esperando improbables tiempos mejores.
Ciertamente, est¨¢ vez nadie puede cantar victoria. No la puede cantar el tripartito, ni en conjunto ni separadamente. El resultado de Barcelona, donde los tres partidos del gobierno pierden un esca?o cada uno, deber¨ªa hacerles comprender que su proyecto para la ciudad est¨¢ obsoleto y que, si han obtenido una pr¨®rroga de cuatro a?os, tienen la obligaci¨®n de aprovecharla. Todo el mundo sabe que Trias era un candidato al que le hab¨ªa pasado la hora. Los cambios le hab¨ªan dejado fuera de fuego. Ha bastado, sin embargo, que hiciera una campa?a honesta, esforzada y con vocaci¨®n para sacar los colores al tripartito. Pero en fin, pocas ilusiones de cambio, porque ya se sabe que a los partidos cuando conservan el poder se les van los colores de la cara muy deprisa.
Tampoco el PSC puede cantar victoria. Esta peculiar estrategia que consiste en perder votos y ganar poder tiene, como es f¨¢cil de imaginar, fecha de caducidad. La l¨®gica conservadora de los partidos pol¨ªticos probablemente haga que el PSC s¨®lo vea que nunca hab¨ªa tenido tanto poder como ahora. Por esta v¨ªa, descontando un pu?ado de votos en cada elecci¨®n, lo perder¨¢ pronto. Ya que tiene la suerte de vivir esta situaci¨®n desde el poder, deber¨ªa ser capaz de revertirla. Pero esto quiere decir proyecto pol¨ªtico. Y a algunos les da miedo.
Iniciativa per Catalunya va probando las amarguras del ejercicio del poder. Acept¨® una consejer¨ªa comprometida, que no le permite seguir ejerciendo la distancia cr¨ªtica respecto de las zonas oscuras de la pol¨ªtica, y empieza a notarlo. Esquerra Republicana est¨¢ en situaci¨®n parecida. Para los partidos que vienen de los aleda?os de la pol¨ªtica institucional, es dif¨ªcil llegar, pero m¨¢s todav¨ªa mantenerse.
Tampoco CiU puede cantar victoria porque va perdiendo de una manera dram¨¢tica cuota tras cuota de poder, y porque su exiguo crecimiento, que le permite resistir en tiempos de desbandada, s¨®lo significa que su electorado sigue siendo m¨¢s f¨¢cil de movilizar que el de sus adversarios. Es este el mejor capital que le queda.
El PP sigue en su marginalidad en Catalu?a, agravada por un hecho: su principal ¨¦xito es el aumento de dos concejales en Badalona, donde Garc¨ªa Albiol escupi¨®, sin complejos, todos sus demonios para hacer una campa?a xen¨®foba con el benepl¨¢cito de su presidente, el alg¨²n d¨ªa liberal Josep Piqu¨¦. Que cada palo aguante su vela.
Conclusi¨®n: la pol¨ªtica catalana est¨¢ bajo m¨ªnimos. Hay dos posibilidades. La primera, y m¨¢s probable, es que el miedo y las pulsiones conservadoras de los partidos hagan del desastre virtud y todo siga igual hasta la pr¨®xima. En este caso, ganar¨¢ el futuro el partido que tenga la suerte de que le salga un l¨ªder ambicioso y con talento capaz de desafiar la ca¨ªda libre de la pol¨ªtica catalana con un proyecto y un cambio de lenguaje. Pero esto es como jugar a la loter¨ªa. No hay ning¨²n indicio de que vaya a tocar. Lo razonable ser¨ªa que los propios partidos salieran de su letargo y provocaran un debate sobre algunas medidas b¨¢sicas para recuperar la pol¨ªtica. Empezando por una: la ley electoral eternamente pendiente. Pero hay pocas razones para ser optimistas, porque desgraciadamente es impensable que se elabore un sistema electoral sin criterios ventajistas.
En cualquier caso, por muchas medidas que se tomen, de nada servir¨¢n si los partidos pol¨ªticos no recuperan el gusto por la pol¨ªtica, las ideas, los proyectos; es decir, si no se curan de lo que Saint-Beuve llamaba "el mal de la palabra perdida".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.